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Bailando sin parar con Margot Loyola

música. La folclorista se dedicó a recopilar danzas olvidadas en varios rincones de Chile. Con lápiz y papel primero, y luego bailando con su marido, el profesor Osvaldo Cádiz. Todo, a un paso de cumplir 96 años.

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'Yo levanto mi paÑuelo y siento flamear la bandera', cuenta Margot LOyola.

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Amelia Carvallo A.

Mañana 15 de septiembre Margot Loyola Palacios cumplirá 96 años. Esta incansable maulina, nacida en Linares en 1918, acaba de presentar un libro que recopila algo más de 50 danzas que se bailaron y aún se bailan en Chile. La acompañó en esta aventura por el norte, centro y sur del país, su compañero desde hace más de medio siglo, el profesor Osvaldo Cádiz Valenzuela. Dice que no celebra los cumpleaños, 'me los olvido porque cumplir año, es un año menos de vida, no quiero morir, amo la vida'. Y con una energía encomiable agrega que tiene en barbecho unos cuantos libros más, 'todos los que pueda hasta que me alcance la vida', apunta.

Huaynos, cachimbos, malambos, tamuré, periconas y refalosas aparecen en el volumen junto a los menos conocidos paloma, trin trin, seguidilla, sajuriana y cielitos, todas danzas que Margot ha bailado junto a Osvaldo. Primero, lápiz y papel en mano para registrar. Luego, con uno que otro adminículo moderno 'para que no se pierda lo de antes', como le encomiaron los esposos Morales Santos luego de enseñarles su 'cachimbo' en Matilla.

Los Loyola Cádiz hablan en dupla sobre este libro de danzas. Ella recuerda que en su infancia lo primero que aprendió fue la cueca, un ritmo con el que creció y del cual se enamoró y es su favorito.

'Yo levanto mi pañuelo y siento flamear la bandera, me llegan los ritmos de Chile', dice.

Osvaldo, por su parte, recuerda al tango como lo primero que vio bailar, 'el tango bailado en los salones de mi casa de medio pelo, en San Fernando. Fue con música pregrabada, en esos momentos de victrola, a fines de la década del 40. Recuerdo, también, la cueca, que se bailaba para matrimonios, santos, y para Año Nuevo'.

Sobre sus preferencias declara que la cueca por un lado, y por el otro el cachimbo. 'Fue tanto lo que esta gran danza tarapaqueña penetró en nosotros, que algunos estudiosos decían que el cachimbo más cachimbo que hemos visto bailar es el de Margot y Osvaldo', cuenta.

- ¿Desde cuándo empezó Margot a registrar estas danzas por todo Chile?

- Fue en el año 1942, estudiando la refalosa, sajuriana, porteña, jote y otros. Fui una de las primeras que registré el sombrerito, que en ese momento hacía 60 años que había desaparecido del repertorio de Chile y es danza de probable origen argentino. Estaba en manos de una señora maravillosa de Hualqui, quien la tocó y luego la bailó.

Osvaldo viajó con ella en 1962 a Chiloé donde estudiaron el rin, costillar, pericona, zamba resbalosa, nave y cielito, entre otros.

- ¿Cómo es su método de aproximación, cómo va recopilando información?

- Es largo de explicar. Uno recorre todo el país, aprendiendo cosas de allí y allá. Pero lo esencial de señalar es que hay que estudiar al hombre y a la mujer en su paisaje, en su contexto, en las esperanzas y las alegrías, en el dolor, en su realidad. La danza es todo y de todos, aflora del ser, del cielo, de la tierra, de los árboles.

- Las danzas que aún persisten, ¿cómo han cambiado?

- Estos cambios en su mayoría son impuestos por la comunidad en procesos colectivos, espontáneos y anónimos. Toda expresión que pertenece a la cultura tradicional es siempre dinámica y cambia constantemente. Esta interrogante da para un libro entero, precisar los cambios que han presentado las danzas se hace un trabajo interminable.

- ¿También ha estudiado sobre ritmos peruanos y argentinos? ¿Qué diferencia a los chilenos de aquellos?

- Cada país tiene su acento, su manera de hablar. En Perú se baila la marinera, hermanada con la cueca. Podemos compartir las mismas danzas, mismos ritmos, pero cada país, cada comunidad, lo reinterpretará de acuerdo a su sentir.

- ¿Qué aprendió sobre la cultura Rapa Nui y sus danzas?

- La danza fue lo que menos pude ver. Di a conocer en Chile y América, e incluso a Europa, el sau-sau y una serie de cantos ceremoniales antiguos que no se conocían.

'Rapa Nui es poseedora de una cultura polinésica ancestral de la que aún queda mucho por decir. Para mí es un jardín de flores navegando por el Pacífico', dice, y cita esto de su libro: 'Nuestros primeros contactos con el extraordinario mundo musical de Rapa Nui fueron unas grabaciones registradas en la isla por el gran maestro y fotógrafo Roberto Montadon en 1952.

Agrega: 'El encantamiento de su gente fue en el mismo año, con Felipe Riroroko Teao, de 40 años, quien viajó al Conti por razones de salud: compartí con él mi hogar, era un hombre sin vicios, como todos los isleños que he conocido, nunca le pedí una canción, cuando él sentía la necesidad de cantar, tomábamos las guitarras y cantábamos juntos. Así lentamente la magia de esta música se fue adentrando en nosotros hasta sentirla como propia', termina ensoñada Margot.