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La revolución de la clase media según Mafalda

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La última rabieta de Quino fue cuando el 2012 se viralizó una "nueva" caricatura de Mafalda. Todo un hito considerando que su última tira fue en 1970 y ha aparecido esporádicamente en afiches para la UNICEF o Cruz Roja. En la historieta, la niña explicaba didácticamente la ley S.O.P.A. que pretendía regular los contenidos de internet en Estados Unidos. Eso, claro, no lo había dibujado él. "Me dio mucha rabia", reconoció a CNN. "Cuando hay partidos políticos, de cualquier país que sean, que la usan para algo o candidatos a ser alcaldes de una ciudad que imprimen volantes usando mis dibujos me da mucha rabia".

Es que Mafalda, a diferencia de Condorito -el otro gran ícono global latinoamericano- desde su debut en 1964, tuvo una voz sobre la política, el libre mercado o la pobreza. Y eso terminó convirtiéndola en lo que cada lector quería que fuera: anarquista, protopunk, cínica, hija perfecta o dolor de cabeza. De ahí la sorpresa cuando el pragmático dibujante de 82 años dijo: "Estoy por defender los derechos de autor, no estoy con eso de dejar la libertad absoluta de que cualquiera pueda utilizar lo que se le da la gana sin pagar derechos de autor".

Todos esos aspectos son explorados en "Mafalda: historia social y política" (Fondo de Cultura Económica). Su autora, la historiadora argentina Isabela Cosse, dice que esta fue la única investigación donde todos enganchaban de inmediato con trivia, información y contactos. "Las figuras de papel y tinta, creadas por el genio de Quino, invadieron mi cotidianidad. Me encontré riéndome sola, sin poder evitarlo, aún en ocasiones inconvenientes. La historieta también hizo de salvoconducto; me abrió puertas", dice en la introducción del texto. Desde los archivos de Ediciones de La Flor hasta las carpetas de prensa de Quino, la investigadora se vio trabajando con material de alto octanaje.

"El no imaginó, en ese momento, que su creación sería un éxito sin precedentes. Pero, poco después, los lectores comenzaron a recortarla para pegarla en cuadernos y en las paredes de las oficinas o las vidrieras de los negocios", explica. Recién ahí surgió la idea de recopilarlos en libros. El primero, lanzado en 1966, se agotó en un día, vendiendo sus múltiples ediciones 25 mil ejemplares recién el primer mes. De ahí, conquistaría el mundo, desde Umberto Eco al público asiático.

"El medio siglo de Mafalda no podría tener más significación para nuestro presente. La tira surgió en un mundo en donde los jóvenes latinoamericanos podían recordar las luchas de los sectores populares por sus derechos sociales y políticos y los europeos, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En ambos lados del Atlántico, las generaciones de posguerra vivían tiempos de crecimiento económico y expansión de los derechos sociales sin precedentes que les permitieron distanciarse -como nunca antes había sido posible- de las experiencias de sus mayores", escribe la autora.

Agrega que "esas generaciones protagonizaron, en los años sesenta, revueltas políticas y culturales a través de las cuales los sueños utópicos parecían a punto de realizarse (...) La crisis del petróleo, en 1973, simbolizó el deterioro estructural de la economía capitalista y un nuevo comienzo signado por su reordenamiento neoliberal". En ese contexto, donde Mafalda ya había dejado de publicarse, comenzaron las dictaduras, la exaltación del indivisualismo y la privatización que contrastaba con los utópicos años 60. Ahí Mafalda comenzó a ser leída de una forma más profunda no sólo en su país natal.