Sexualidad: la mujer y el placer entonan su mejor sintonía
OBJETIVO. Pese a los avances científicos, la aparición de la píldora y los cambios culturales, más de la mitad de las mujeres en el mundo aún admite sufrir alguna disfunción o trastorno sexual.
La sexualidad es una de las facetas más complejas, profundas y vitales del ser humano. Los comportamientos e instintos asociados a la misma no se limitan al ámbito reproductivo. Son también un catalizador de los vínculos y las relaciones sociales que establecemos a lo largo de la vida en el plano afectivo e incluso, como lo revelara Sigmund Freud, juegan un rol clave en la definición de nuestra conciencia y personalidad.
Realidad y evolución
"La sexualidad femenina está marcada por la religión, el riesgo de embarazo y las infecciones. Por eso, la sentencia ha sido que la mujer -tradicionalmente considerada por muchas culturas como propiedad del hombre- debe estar alejada del eros. Esto comenzó a cambiar a partir de 1850, cuando la sexualidad femenina comenzó a ser estudiada a nivel científico en Alemania y, sobre todo -un siglo después-, con la aparición de la píldora anticonceptiva y los antibióticos", afirma el andrólogo-sexólogo Juan Andrés Venegas, profesor adjunto de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.
Como resultado de esa visión, no es de extrañar que más de la mitad de las mujeres en edad fértil admita hoy sufrir algún tipo de disfunción sexual, según la Organización Mundial de la Salud.
En nuestro país no hay cifras actualizadas al respecto, pero una investigación realizada en 2009 y publicada en la Revista Médica de Chile, reveló que el 75% de las chilenas entre 55 y 65 años padece de alguna disfunción sexual.
"Esos porcentajes son muy elevados y se encuentran en poblaciones donde uno no pensaría que es así, como en Francia, donde un tercio de las mujeres entre 14 y 60 años asegura tener problemas. Ahora bien, en esas cifras puede incidir la exacerbación del erotismo y el orgasmo, tan evidente en el mundo moderno que se ha transformado en el fin último de la sexualidad, pero que nada tiene que ver con el derecho de la mujer a conocer su cuerpo y experimentar sin sentimiento de culpa el deseo y el placer", dice el especialista.
Disfunciones
La segunda está relacionada con problemas físicos o psicológicos que dificultan o impiden que la mujer sienta placer durante la relación sexual. Se relaciona con interferencias en el flujo de sangre o las terminaciones nerviosas en la zona genital, como resultado de males como la diabetes, enfermedades coronarias o aterosclerosis. También se la vincula a desequilibrios hormonales y a la escasa o inadecuada estimulación por parte de la pareja.
La dispareunia, en tanto, refiere al dolor que experimenta una mujer al momento de enfrentar o tener una relación sexual, debido a una variedad de causas. Puede ser leve, con síntomas como la irritación o escozor en la zona vaginal originados en herpes o úlceras, intolerancia a espermicidas o a los condones de látex, así como ciertos jabones. En casos severos, puede surgir como respuesta a inflamaciones, tumores, endometriosis o infecciones agudas.
Para estos males no hay un tratamiento único, válido y efectivo para todas las mujeres, por lo que conocer la naturaleza del problema es fundamental para superarlo.
"Una disfunción sexual solo es tal si genera un desequilibrio en el bienestar psicológico, físico o espiritual de la mujer. Hay casos de mujeres con una vida sexual limitada y que son igual de felices que aquellas que experimentan una con gran intensidad. Por eso, lo más importante en este tema es educar, y lograr que ellas aprendan a conocer más y mejor su propio cuerpo y su propia sexualidad", asegura el médico Juan Andrés Venegas.