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Recopilan las canciones del carbón

Trabajo. El "Cancionero popular chileno" es un libro de cuecas, polcas, tonadas y valses que ambientaban la faena en las minas de Lota realizado por el profesor de música, Héctor Uribe. Al texto lo completa un disco con la voz de los cantores.
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A fines del siglo XIX el carbón impulsaba al mundo y sus mineros se esparcían por amplias zonas del planeta con sus lámparas de carburo y caras ennegrecidas. Tanto en Escocia como en Kentucky, en Benxihu como en Lota, el minero cumplía una dura labor entre picotas y gas grisú, con largas y agotadoras jornadas donde la vida siempre estaba en riesgo. Pero también había tiempo para celebrar y ser feliz, bailar y cantar. Los hombres del carbón en Chile hicieron sus versos y canciones como lo demuestra esta compilación del profesor de música Héctor Uribe, hijo, sobrino y nieto de mineros del carbón que se dio a la tarea de realizar esta investigación durante cinco años.

CANTO DE SUBTERRA

Las 240 páginas del libro, financiado por el Fondo para el Fomento de la Música Nacional, incluyen gran cantidad de letras y partituras de un sinnúmero de ritmos como cuecas, polcas, tonadas, valses, mazurcas y corridos, todos ellos registrados desde 1960 en adelante. Las composiciones fueron recopiladas por Uribe y un grupo de colaboradores en la zona del Golfo de Arauco, es decir Coronel, Lota, Curanilahue y Lebu, comarca donde fueron llegando desde 1840 en adelante los primeros trabajadores de los yacimientos, que eran campesinos de las áreas colindantes que en un comienzo venían por temporada, pero que después fueron echando raíces, levantando los pabellones donde se instalaron con sus familias.

"En el barrio también se veía a las mamás lavar a los mineros que llegaban todos negros de la mina, como antes en el pabellón sólo había una llave de agua en el medio para treinta casas, las mamás los lavaban afuera" recuerda Josefina Millar de Lota Alto. Los dueños de las minas construyen viviendas al estilo de los campamentos mineros europeos, con habitación y servicios comunes de lavaderos, baños y hornos colectivos.

La comunidad amenizaba sus fiestas de pago comiendo empanadas fritas y cazuelas, tomando chacolí, cerveza y mistela y escuchando a afamadas cantoras y cantores rasgueando arpas y guitarras. Según el libro, entre 1870 y 1888 existían 268 locales de entretenimiento, principalmente billares, chinganas, bodegones, despachos de licores, cervecerías y reñideros de gallos.

"Lo mejor era el día de los pagos. Entonces llegaban los organilleros y las putas que venían hasta de Santiago y los vendedores. El minero compraba de todo, desde zapatos de charol hasta ternos negros", recordaba en 1920 Luis Alberto Barra, músico de una banda de jazz de Lota y ayudante de mayordomo por esos días.

EL REPERTORIO

Como muchas expresiones populares, el cancionero minero toma de donde quiere y puede sus materiales, está permeado tanto por la tradición campesina como por las melodías de salón decimonónico, así como por la música que suena en las vitrolas y las que animan al cine mexicano que llegaba al naciente biógrafo.

La selección sonora estuvo a cargo de Héctor Uribe y Patricia Chavarría y la masterización fue realizada por Juan Palma en Gedeón Producciones donde se procuró intervenir lo menos posible los registros sonoros según las directrices para la producción y preservación de objetos digitales de audio. Las grabaciones seleccionadas corresponden a versiones originales de diversos cultores efectuadas desde 1970 a la fecha, facilitadas de las colecciones de seis recolectores.

El disco es una joya y un placer de escuchar, las voces de las cantoras y cantores entonan con requiebros y sin mucha prolijidad sentidas coplas y décimas. Acompañadas por guitarras, sobrecoge escuchar a Etelvina Suazo entonando "Al pasar por un jardín" o "Ya me voy por esos campos" bajo la voz de Albina Álvarez.

Llegan también las versiones de Clorinda Paz e Isabel Ruiz de Coronel, Francisco González de Patagual, Celmira Monsalve de Lota, Lorenzo Medina de Curanilahue, Juana Concha de Lebu, Olga Seguel de Purén, José Ramírez de Ercilla y Elena Neira de Trehuaco, entre otros cultores.

Acerca de la investigación que hubo detrás del libro, Uribe explica que "es un trabajo cimentado en el análisis de registros sonoros e investigación en terreno que, por medio de un enfoque etnomusicológico, hoy nos permite conocer y reconocer la importancia de la música y su valor en la formación de la memoria y el carácter de los mineros del carbón".