La Renovación Carismática Católica nació al poco tiempo después del Segundo Concilio Vaticano como una iniciativa para recuperar una tradición católica antigua, la experiencia pentecostal. Surgió en Estados Unidos, como contrapunto a las prácticas frías y excesivamente formales de la iglesia norteamericana. Su punto de referencia fue el pentecostalismo protestante. Las iglesias pentecostales norteamericanas, en la tradición de los cuáqueros pasando por el pentecostalismo afro-americano, tenían espacios para las antiguas prácticas como el don de lenguas y el descanso en el espíritu, frecuentemente instrumentales para la conversión inicial del sujeto. En 1967, algunos teólogos católicos, impresionados con las conversiones reales de las ovejas perdidas de los centros urbanos por medio de esas experiencias, pidieron a Dios que se manifestara en ellos con los mismos dones, y así fue.
La Renovación fue recibida con cautela por la jerarquía, pero con alegría por los fieles, especialmente en América Latina, donde la calidez expresiva de la cultura se presta para un culto más alegre y comunitario que la costumbre barroca tridentina heredada. Fue una bendición mezclada. El culto carismático cautivaba los corazones de muchos que se había apartado de la fe por causa de la frialdad formal y autoritaria acostumbrada. Por otro lado, los grupos carismáticos tendían encerrarse y, a veces, descuidaban la catequesis y los sacramentos, porque daban prioridad a sus experiencias identificadoras.
Se temía por la desunión, por el fundamentalismo y por el culto de la personalidad. Si cada comunidad renovada "obedecía al Espíritu" a su manera, la iglesia se fragmentaba. Esa es la realidad de las iglesias protestantes. Cada iglesia es independiente.
El catolicismo supone la unión porque reconoce un solo Señor, una sola fe y un solo Espíritu que a todos mueve y a todos nos une, (Efesios 4:1-6). Al igual que San Pablo, los obispos tenían que aprender a aprovechar los dones pentecostales en bien de la comunidad entera, y enseñar al pueblo a vivir la experiencia como algo que los vincula a la comunidad universal, 1 Corintios 12:1-11).