Había una vez un joven a quien, terminada la enseñanza media, envió su padre a estudiar a un país lejano. El joven acababa de enamorarse de una joven ingeniosa. Ella, consciente de lo difícil que sería atizar a distancia las brasas de su amor, le dio de recuerdo a su pololo, antes de su partida, una foto en la que escribió al dorso: "Ésta no es para que al verme me recuerdes, sino para que al recordarme, puedas verme". Lo que ella no contempló es que, durante los largos meses de separación que seguirían, cada vez que ese joven se acordara de ella -con y sin ayuda de la foto- recordaría no sólo los momentos alegres que habían pasado juntos sino también los tristes. Junto con las memorias agradables surgieron las desagradables. Lamentablemente, él se acordó de sus mentiras, ofensas, celos y arrebatos. Con el paso del tiempo el fuego se apagó, y nuevo fuegos perdonadores se encendieron en su lugar.
No era justo que el imperfecto joven de esta parábola recordara lo malo junto con lo bueno que tenía su polola, pero era probable por una razón muy sencilla: todos padecemos de la tendencia a recordar no solamente lo que nos conviene recordar sino también lo que nos conviene olvidar. El incomparable Miguel de Cervantes refuerza esta lección en su obra maestra. Una de las tantas veces que don Quijote le oye a su escudero Sancho Panza quejarse de haber sido objeto de burla de ciertos maleantes, don Quijote le recrimina: "Mal cristiano eres , Sancho, porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho".
Así se vale Cervantes de su personaje principal para recordarnos la novedosa enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte. Allí Jesús nos aconseja que olvidemos la injuria y amemos al injuriador. Es una idea revolucionaria que a simple vista parece absurda, y que sin embargo da resultado. La han comprobado miles de personas desde ese día en que Jesús la expuso, pero ha habido otras tantas que la han descartado por haberlas parecido demasiado dura. Y es que lo es…sin la ayuda de Jesús. Él es el único que nos puede ayudar a amar hasta ese extremo. Llevó a la práctica su enseñanza cuando perdonó a sus verdugos desde la cruenta cruz en que lo clavaron. No optemos por el camino fácil; Jesús no promete librarnos de esos recuerdos dañinos, pero sí promete ayudarnos a derribarlos al darnos poder para librar batallas contra ellos.