Una interesante historia narrada por el evangelista Mateo (San Mateo 25:14-30) para advertir a los creyentes sobre la importancia de ser fieles a Dios, aun cuando este no este presente físicamente y así mostrar -por nuestras acciones- que podemos hacer más por nuestros semejantes.
En esta historia vemos capacidades diferentes, diferentes dones, pero todos pueden bendecir según sus fuerzas. El personaje malo de esta historia, es el siervo negligente que fue egoísta y busco "otros culpables" (excusas) para justificar su falta.
La Iglesia cristiana, hoy esta enfrentando una evaluación social tan estricta que la coloca casi en las mismas condiciones que los siervos de esta parábola.
Es entonces, cuando debemos mostrar por las buenas obras el gran amor que Dios ha derramado en nuestros corazones (San Mateo 5:14-16) y no buscar excusas para no dar algo de lo mucho que Dios nos da. Nadie es tan pobre que no tenga nada que dar, y nadie es tan rico que no necesite nada de los demás. Los seres humanos nos necesitamos unos a otros. Las bendiciones de Dios son para compartirlas en comunidades de fe, mirando a los demás como hermanos (familia), como uno de nosotros.
Cuando las personas se encierran en sus propios egoísmos y "entierran" sus dones y talentos, entonces no hay bendición, no fluye la vida buena y abundante que Dios desea entregar (San Juan 10:10). Al contrario, cuando compartimos o ayudamos, bendecimos a otros y otras, entonces somos aumentados en nuestras capacidades o talentos. Este principio de vida está expresado en el libro de Proverbios 11:24 y es refrendado por la psicología actual, "capacidad no usada es capacidad perdida".
Cuando los creyentes comparten, se abren válvulas espirituales de bendición que nadie puede negar y- como lo expresa el Evangelista Lucas- se acaban las necesidades de todo tipo (Hechos 4:32-35). Esto debemos hacer hoy para testimonio a muchos y así podremos ir delante de nuestro Dios para escuchar de sus labios: bien, buen siervo, fiel.