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Soldador de 34 años y trabajador del FCAB murieron por ayudar a vecinos

tragedia. Decesos ocurrieron por derrumbe de una pared y por electrocución.
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La calle Río Maule, ubicada en el sector norte de Antofagasta, ayer tenía un aspecto triste. Con sus casas adornadas con globos negros, los vecinos esperaban la carroza que traía los restos de Cristian Cortés Cortés (34), una de las dos víctimas que dejaron las lluvias más intensas que la región recuerde en los últimos 24 años.

Los decesos de "Cortés", como lo conocían los residentes de Río Maule, y Mauricio Figueroa Martínez (35), impactaron a familiares y conocidos por una poderosa razón: ambos fallecieron mientras ayudaban a los vecinos que sufrían con las precipitaciones.

Su primer hijo

La primera tragedia ocurrió el miércoles, pasada las 17.30 horas. Al ver que la lluvia no cesaba, Cortés decidió salir de su vivienda para ayudar a los vecinos. Cristian era conocido por todos en el sector, se mantenía haciendo trabajos de soldadura y su primera hija nació hace casi un mes.

Silvia Flores, abuela materna del joven, sostuvo que en los últimos días su nieto estaba feliz, ya que juntos viajarían a la Cuarta Región para que Cortés conociera a su hija.

"Era lo que deseaba, ver por primera vez a su bebé y vivir por un tiempo en Quinteros", manifestó Flores, Sin embargo, el hincha de Colo Colo no pudo concretar la gran alegría de su vida. Cuando el temporal era más intenso, Cristian comenzó a auxiliar a quienes vivían en Río Maule.

Cortés, quien tenía una hermana menor, cruzó la calle para ayudar a barrer el agua desde el tercer piso de una casa, mientras prometía a una amiga al terminar, la ayudaría a poner sacos de arena.

Sacaba el agua con un balde cuando tropezó con un fierro suelto, el que por la altura tocó los cables de alta tensión del tendido eléctrico.

"Todos gritaban, el dueño de casa pateó el fierro pero también se electrocutó. Estamos todos tristes, él siempre acudía cuando alguien del sector necesitaba ayuda. Era un joven bueno", dijo Gloria Valdés, vecina del occiso. Los restos de Cristian son velados en su vivienda y serán sepultados en el Cementerio Parque San Cristóbal.

operador de ferrocarril

En tanto, la vida de Mauricio Figueroa terminó de manera trágica durante la madrugada, en el pasaje Navarino de la Población Chile.

Carlos, hermano de la víctima, explicó que el 11 de marzo Mauricio había cumplido los 35 años y tras su deceso deja dos hijos de 10 y 12 años. Nacido en Antofagasta, aunque vivió algún tiempo en Puerto Montt, era trabajador del Ferrocarril.

Se desempeñaba como segundo operador de máquina y su aspiración era convertirse en conductor de locomotora.

"La vida de un maquinista tiene horarios complejos, por eso sus momentos libres los dedicaba a sus hijos, en jugar a la pelota con ellos o ir a la playa. Era muy activo y le gustaba mucho el deporte", dijo su hermano.

Figueroa salió de su casa ayer a las dos de la madrugada cuando se percató de que entraba agua. Él vivía en el pasaje Talcahuano y subió hasta Navarino para poner sacos de arena e impedir que el temporal anegara el domicilio de su vecino.

La lluvia rebalsó un estanque de agua potable y el líquido se acumuló tras un muro de casi dos metros de alto. El trabajador estaba junto a unas 10 personas colocando sacos y en un momento quedó solo, ahí fue cuando el agua destruyó casi 40 metros de una pared.

Los bloques cayeron sobre Figueroa, cuyo cuerpo fue rescatado minutos más tarde entre kilos de escombros. Algunos voluntarios de Bomberos también sufrieron lesiones menores. Personal del Ejército y de manera preventiva evacuó seis cuadras de la Población Chile, ante la posibilidad de un alud, el que finalmente fue descartado.

"Tuve que reconocer el cuerpo por una foto y ahora espero la llegada de mi madre desde Santiago, vienen los días más difíciles. No sé por qué ese tambor está ahí hace tanto tiempo, con el deterioro que tiene", concluyó Carlos Figueroa.

Taltal partido en dos por colapso de piscinas aluvionales

Tragedia. Calles enteras fueron arrasadas por el barro. 3 mil personas afectadas.
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"Ya que usted está todo embarrado, le muestro cómo quedó mi casa por dentro", dice Carmen Peña, vecina de calle Progreso, una de las más dañadas con el alud que ayer partió a Taltal en dos. "Tome esta cuerda para que no se caiga", agrega. La cuerda cruza de extremo a extremo de la calle y está amarrada a dos postes de luz. Afirmándose de ella es la única forma en que Carmen tiene para volver a su hogar sin peligro de quedar enterrada en el barro, aunque a medida que el día avanza, el sol ha ido secando y endureciendo la mezcla de arena, piedras y agua.

En la puerta de lo que queda de su casa está su esposo, Juan Villalobos, tratando de cavar un zanja para colocar otra vez la puerta y evitar así que el barro siga entrando. Parece una tarea inútil. A cada palada que da, el barro vuelve a tomar su lugar.

El dormitorio es similar a un barco que acaba de volcar. La cocina está destruida y en el caso del baño es mejor ni siquiera abrir la puerta.

Juan explica que los pobladores estuvieron toda la noche intentando proteger sus casas con sacos de arena que dispusieron a la entrada del pasaje, pero en la mañana el aluvión pudo más, sobrepasó las contenciones y entró como una marejada arrasando con por lo menos 8 viviendas.

"Yo salí en pijama", añade Carmen, mostrando su tenida embarrada y sonriendo. Se puede perder todo, menos el buen humor.

Piscinas colapsadas

Mientras las causas del desastre son claras -las piscinas aluvionales no pudieron contener toda el agua caída-, las responsabilidades son difusas.

Sergio Arancibia, vecino de la misma calle, explica que es la tercera vez que sufren de inundaciones, aunque nunca como lo de ahora. "Habíamos pedido desde el alcalde anterior, que nos construyeran una muralla, pero no nos hicieron caso", sostiene mientras mira la camioneta que yace enterrada en las afueras de su casa, como un bote varado. En la calle Eusebio Lillo, paralela a Progreso, el panorama tampoco es alentador. Ahí el aluvión afectó a decenas de familias.