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De la casa al jardín infantil: una delicada y compleja transición

REALIDAD. Para la mayoría de los niños y niñas este paso genera cambios profundos en lo afectivo, que también afectan a sus padres. ¿Qué hacer y cómo enfrentarlo?
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Las transiciones son procesos relevantes que ocurren en períodos o momentos específicos de nuestra vida, principalmente en cuanto a la condición, los roles y las relaciones que forjamos con otras personas. Por ende, implican transformaciones significativas, tantos en lo personal como en lo social, y pueden llegar a ser claves en el desarrollo de nuestra personalidad, ya que nos obligan a enfrentar incertidumbres y nos enseñan a tomar decisiones. Por ejemplo, independizarse del hogar, comenzar a trabajar, iniciar una vida en pareja, ser padre o madre o, simplemente, jubilar.

Estos acontecimientos se dan en todas las sociedades y están basados en aspectos biológicos y culturales. Por ello, tienen características diferentes en contextos distintos.

En la infancia, las transiciones revisten especial relevancia porque se dan en una etapa crítica del desarrollo humano. Cuando son exitosas se constituyen en un sólido soporte para afrontar los cambios que vendrán, pero si resultan difíciles, pueden generar experiencias negativas.

De hecho, una de las primeras transiciones es el paso del hogar a la sala cuna o al jardín infantil, que experimenta la mayoría de los niños o niñas. Este supone para ellos un cambio profundo desde un ambiente familiar, en el que conviven a diario con las mismas personas y crean vínculos afectivos y de apego, a uno nuevo en el que todo cambia y les es extraño. De un espacio cálido, con rutinas conocidas que brindan seguridad y bienestar, pasan a un entorno desconocido y muy distinto, principalmente marcado por la separación de sus padres o cuidadores habituales.

"Esta separación no es fácil y provoca diversas emociones en los niños y niñas, dado los vínculos afectivos que se forjan en la primera etapa de la vida. Para ellos, la desaparición de la madre, padre o ser querido -aunque sea momentánea o limitada en tiempo- suele generar miedo, inseguridad, ansiedad. Además, las rutinas cambian y como no pueden anticipar lo que va a pasar, reaccionan de distintas formas", afirma Luz Marina Aravena Grandi, profesora de la Escuela de Educación Parvularia de la Universidad de Valparaíso y magíster en Administración Educacional, mención Gestión de Sistemas Educativos.

Esta situación también afecta a los adultos. Para las madres y padres dejar a sus hijos e hijas al cuidado de otras personas, sobre todo si son pequeños, es una decisión difícil y muchas veces dolorosa. En ellos surgen muchas veces la angustia o la culpa y, también, una serie de dudas: ¿será lo mejor?, ¿lo cuidarán bien?, ¿estará triste?, ¿me echará de menos?

Por ello, la académica explica que lo adecuado en este tipo de transiciones es asumirlas como un proceso adaptativo en el que deben participar todos los involucrados: los niños y niñas, los padres, la familia y, por cierto, los educadores y el personal del jardín Infantil o sala cuna.

Período de ajuste

El proceso de adaptación que implica este cambio requiere de ajustes entre el medio escolar, la familia y en cada niño o niña, con el fin de conseguir que ellos sean capaces de expresar sus necesidades, ejercer su autonomía, explorar e interactuar con el entorno, jugar y, finalmente, aceptarlo con normalidad.

En opinión de Luz Marina Aravena, es importante comprender que la adaptación puede durar días, semanas o meses, a través de las cuales el niño o niña logra alcanzar un estado emocional y social adecuados, lo que finalmente le permitirán participar activamente en todas las situaciones de aprendizaje.

"De acuerdo a investigaciones realizadas, durante su duración es posible que los niños o niñas presenten variadas conductas, que pueden ser del tipo regresivas -chuparse el dedo, volver al chupete, presentar menos autonomía, alteración del sueño o del control de esfínteres-, de inhibición -tristeza, no hablar, no jugar-, y/o negativas -rabietas, negarse a ir al centro educativo-", precisa.

Estos comportamientos pueden aparecer al momento que el niño o niña se separe de su familia e ingresar al jardín o sala cuna o en etapas posteriores, lo cual es normal.

Estrategias

Investigaciones realizadas por la Escuela de Educación Parvularia de la Universidad de Valparaíso revelan que el personal de los jardines infantiles de la región privilegia desarrollar vínculos afectivos con los niños y niñas que ingresan a los mismos, ya que están plenamente conscientes de las dificultades que conlleva este período, valorando la buena comunicación y la construcción de relación conjunta y de confianza con las familias. Para ello utilizan una serie de estrategias, tales como invitar a los padres a visitar el jardín infantil antes del ingreso de los párvulos, permanecer en la sala y acompañar a su hijo o hija, realizar entrevistas para detectar necesidades e intereses o actividades o juegos para promover un ambiente confiable y seguro.

Para los adultos, familia y personal del centro educativo, la prioridad la deben tener los niños: ellos deben ser escuchados, comprendidos y contenidos cuando expresen sus necesidades, sus miedos, sus incertidumbres y que sea participe del proceso de acuerdo a sus posibilidades.

Diversos autores advierten que la transición que viven los niños de la casa a la sala cuna o jardín infantil comprende tres fases principales: Protesta: Se inicia cuando estos toman conciencia de que se quedarán en el centro educativo y que su madre o padre se irá. Se manifiesta en llantos o llamados, los que pueden ser más intensos al comer o ser mudado. Ambivalencia: tras algunos días o semanas disminuyen las protestas y comienzan a participar en actividades. Adaptación: superan la ansiedad. Participa en las actividades. Se alegran al ver al personal del centro educativo, duermen y comen bien, están contento cuando lo van a buscar, etc.