El pasado 29 de marzo, Calama cumplió un año sin obispo. Muchas de las actividades que terminó realizando el exobispo de Calama, Guillermo Vera Soto, son ahora encabezadas por el padre Enrique Olivé (78), quien ha quedado a cargo de la Diócesis en los últimos tres cambios de prelado. Él realiza muchas de las misiones que cumplía el anterior mandamás de la Iglesia Católica en la comuna y confiesa que tiene un compromiso grande con la comunidad, sin embargo, se siente cansado.
-¿Por qué a Calama se le ha postergado tanto en la designación de un obispo?
-No creo que sea problema de Calama, sino que es una forma donde la Iglesia ha alargado demasiado este tiempo. Debemos orar para que pronto tengamos el obispo, pero también para que las formas de actuar para dar el obispo a una diócesis sean más ágiles de lo que ocurre en la actualidad. Ésa es la realidad, generalmente se espera mucho tiempo y aquello no debería ser así.
-¿Cómo se resuelve a nivel eclesiástico una materia como ésa?
-En último término, quien firma la designación es el Papa, pero antes tiene que haber un camino previo. En ese camino se produce una propuesta del Episcopado, donde se entregan tres nombres. Luego, es el nuncio el que presenta esta terna a una comisión en El Vaticano y después es el Papa quien afirma. Es complejo, porque este cargo no se nombra sin antes contar con la aceptación del escogido, es un cargo que no se impone, sino que se le propone, se le pide y, como tal, el elegido tiene derecho a decir que no, por diversos motivos.
-¿Usted conoce casos de curas que se hayan opuesto?
-No concretamente, porque es un proceso que se realiza bastante en secreto, pero cuando se tarda tanto, se supone que se han producido problemas de este tipo, lo que supone volver a comenzar, con todo lo que ello implica, nuevas ternas, nuevo proceso. Por eso, pido que la forma de actuar de la Iglesia sea más rápida, porque el no tener un obispo, aunque haya un administrador diocesano, no es lo mismo, pues tiene sus limitaciones en lo que puede decidir y otras limitaciones de carácter sicológico.
-¿Hay ceremonias que usted no puede oficiar como administrador diocesano?
-Claro. No pude presidir la Misa Crismal, con la consagración de los óleos, tampoco puedo ordenar diáconos ni sacerdotes, pues eso lo hace el encargado del episcopado. Eso lo podría hacer un obispo local u otro obispo. Es complicado, porque en la Misa Crismal, los sacerdotes nos comprometemos ante la comunidad a cumplir nuestra misión.
-¿La comunidad le ha planteado a usted la necesidad de tener un obispo?
-Siempre le preguntan a uno manifestando esta preocupación y si no la manifiesta la comunidad, la menciono yo. Pedimos constantemente para que pronto tengamos el obispo que nuestra Iglesia necesita. Hay una conciencia de todos de esta necesidad.
-¿Calama es la única diócesis del país que está sin obispo en estos momentos?
-Como diócesis, es la única. Pero está también el obispado castrense, que actualmente no tiene obispo. La diócesis es de personas, el obispado castrense corresponde a un territorio.
-¿La comuna había pasado alguna vez un año sin obispo?
-No, pero nueve meses, sí. Tres veces me ha tocado asumir a mí la responsabilidad de la falta de obispo. Yo lo tomo como un servicio a la comunidad, con el interés de poder cumplir bien, pero lo tomo como una carga pesada, sobre todo esta última vez, que por mi edad, ya sobrepasa un poco lo que debería asumir.