Amor y comprensión
¿Existe por ventura, algo que supere al inmenso poder de la comprensión y el amor entre los hombres? Con ellos se allanan todas las dificultades y se logran los más difíciles acuerdos. Acaban las guerras y conflictos fratricidas. Acercan a los seres racionales y les permiten, en un convivir amistoso, en diálogo de recíproco respeto, intercambiar ideas, realizar proyectos y cumplir las más caras y sentidas aspiraciones. Sin violencia. Sin bárbaro imperio del golpe aleve o de la fuerza sobre la razón que debe distinguir al hombre. Porque sin ella, ¿no es acaso un animal que degrada su apariencia humana?
Jesús predicó y practicó la doctrina de la más pura bondad. Y murió por su valentía para demostrarle al mundo que nada la supera. Lo mataron la maldad, la perversidad, que se cultiva en los instintos y animaliza al hombre. Porque se atrevió, dondequiera que fuera a combatirlas sin temor. Con fe y amor. Con nobles y sabias sentencias. Llamando a la fraternidad. Proclamando el "amaos los unos a los otros" como un sacrosanto lema de unión y de cordialidad entre todos los hombres de la Tierra.
Han pasado dos mil años. Y aún resuenan sus palabras y están vivos su ejemplo y enseñanzas. Pero sin alcanzar, por desgracia, a muchas mentes ni ablandar endurecidos corazones.
Gandhi exaltó a sus más magníficos niveles la práctica de la no violencia.. Comprensión y amor fueron, también, sus leales y permanentes colaboradores. Ellos lo ayudaron más que el enorme poder de sus detractores que no extendían su postura ni su excelsa y humanitaria doctrina. Y, como Jesús, perdonó, como aquél lo hiciera- con la dulzura del santo-, a quien lo ultimara sin asomo de rencor. Comprendiéndolo en su insania, en la demencia de su acción. Diciéndose a la vez, ¡perdónalo Señor porque no supo lo que ha hecho!
Sí. Sin comprensión ni amor el hombre podrá alcanzar mucho poder, pero nunca dejará de ser débil náufrago de la vida expuesto a los peores males que pueda imaginar. Porque sin corazón ni humanidad nadie estará a su lado para consolarlo en las largas y dramáticas horas de tribulación y exterminio. Así fue, es y será inexorablemente.