"Platón es mi amigo, pero más amigo soy de la verdad", expresó hace ya tiempo Aristóteles, y lo menciona no como una expresión en contra del amigo, sino como una revelación en que la verdad debe mantener el nivel que nunca debe perder: "El primer lugar" sobre todo en aquellos que trabajamos diariamente en el progreso del evangelio, caminando, con los ojos iluminados por la luz de Cristo, promoviendo la verdad, sobre todo si esta tiene un nombre: "Jesús".

En los tiempos actuales, en que las verdades de hoy se transforman en las mentiras más insólitas de mañana; necesitamos vivir bajo realidades inmutables, bajo parámetros de dirección, necesitamos lo que el Apóstol San Pedro reconoció en Jesús, al preguntarle: "…,¿ a quién iremos? Tú tienes Palabras de Vida Eterna" (San Juan 6:68) La pregunta del Apóstol refleja una necesidad imperante de las multitudes de hoy que caminan en muchos aspectos bajo verdades que no lo son, ambigüedades que se suceden unas a otras, y la verdad no prevalece, y las naciones se maldicen.

En el libro de los Proverbios aprendemos que el pecado se corrige con misericordia y verdad ( Prov 16:16.) ¿Y si la verdad no está, que queda? "Yo Soy el Camino la Verdad y la Vida" dice Jesús, y no es una verdad que sufra mutaciones, que se disfrace de mentira; lo distinguió el apóstol San Pedro al reconocer que sólo en Jesús están las palabras de vida eterna, el único camino, aquellas principios que cada ciudadano debiera albergar y vivir por ellos.

Hace unos días los medios difundieron una noticia que puso en tela de juicio una verdad, y en ella al presidente de Estados Unidos, un destacado periodista ganador del premio Pulitzer publicó que Bin Laden, no había muerto como dijeron. Sucesivamente las mentiras afloran en todos los ámbitos de la sociedad, con ciudadanos cada vez más incrédulos y vulnerables.

Miremos a Jesús y sus palabras de verdad inmutable, sin olvidar que: "la Verdad nos hace libres" (Juan 8:32)