En esos días en que muchos chuquicamatinos estuvimos celebrando los 100 años del mineral; parafraseando al poeta Parra, Yo me dediqué a recorrer mi querido pueblo natal, estuve como siempre acompañado por el sol, polvo y viento, casi todo estaba como antes en su mismo lugar, la plaza, la Iglesia, la Casa Parroquial, el teatro Chile, la calle Comercio, el club Chuqui, el de Obreros y Empleados, el Estadio, los Juegos infantiles: todos esperando nuestras visitas para volvernos a ver. Encontré que el tiempo lo está invadiendo todo y los camiones con sus tempestades de arena están borrando lo que un día fue un gran campamento donde vivíamos felices, con casas , escuelas, pulperías, hospital y todos éramos una gran familia.

Al caer el crepúsculo, como magia todo apareció como entonces, los pimientos de la plaza se mecían vibrando al compás de las melodías que traían los arreboles del viento otoñal, y los silbidos del viento que querían entrar por los portones de madera de la Iglesia , y rendijas de las desvencijadas casas y Edificio Sindical que aún están en pie. Como antes las piedrecillas y polvaredas volvieron a golpear nuestros rostros.

En las oscuras y frías noches vísperas del aniversario , volviendo a mi niñez, estaban en mi cabeza, la misma luna, acompañada del lucero refulgente que me alumbró mientras esperábamos la ceremonia de reconocimientos y del video maravilloso reflejando en la Iglesia y Edificio Sindical la historia del mineral.

Igual que cuando éramos escolares volvimos a desfilar en la Plaza, acto que duró cerca de dos horas. Como en los buenos tiempos con las puertas abiertas de la amistad buscábamos en las difusas lámparas del recuerdo algún rostro amigo para saludar y abrazar. El cierre del acto estuvo a cargo de un centenar de ex alumnos de la Escuela San José que con su banda desfilaron gallardamente.

Gracias a Codelco por esta hermosa celebración llena de encuentros felices, melodías conocidas y lluvia de miles de estrellas que aminoraron el manto de nostálgica tristeza del adiós.