Secciones

El sino del elefante

E-mail Compartir

La mentalidad también se hereda. Un símil es lo que ocurre al elefante. Encadenado desde sus primeros años, crece al punto que, ya adulto, y con cinco toneladas de peso, no puede liberarse del yugo que ataron a una de sus patas.

Algo parecido ocurre con la estrecha visión que acunamos de nuestra ciudad. El primer tramo, recién habilitado de la avenida Balmaceda, ya presenta feos rayados en los paraderos y minan cualquier intento por mejorar la presentación de Calama.

Cobra sentido entonces el gesto de los hermanos Tapia, dos jóvenes conductores de micros que con simples gestos de amabilidad a los pasajeros, se han ganado el aprecio y reconocimiento de la comunidad.

Bien decía mi abuelo, "saludar es gratis". Y es la pura verdad. Es tan simple y gratificante saludarnos mutuamente, que debería ser una práctica colectiva, porque unos y otros nos sentimos valorados. Y si a ese saludo amable, agregamos cuidado por el patrimonio ciudad, nuestra calidad de vida crecería a ciento por uno y erradicaríamos definitivamente esa mentalidad que achata.

Hoy, que las familias celebran el día del padre, buen regalo sería cultivar una mirada distinta de ciudad, como esa que visionan los hermanos Tapia y que tenemos que empezar a construir hoy.

Como el elefante, crecemos con un estigma de ciudad que pesa en las alas al momento de trazarnos sueños. ¿Ustedes, son del sur?, le preguntan los pasajeros a esos jóvenes ejemplares. "No, somos de Calama", responden. O sea, la materia prima para hacer de Calama una ciudad acogedora la tenemos en casa. Está en los hermanos Tapia; también en aquellos conductores de taxis colectivos y micros que han rebajado sus tarifas de transporte a los adultos mayores.

Está en los ojos vivaces de los niños que llegaron hasta el aeropuerto de Calama y sus sueños llegaron tan altos como alto volaron los "halcones" de la Fach surcando los cielos de El Loa.

Tenemos la materia prima y el ejemplo contagioso de niños y jóvenes por construir una mejor ciudad. Erradicar el sino del elefante es decisión nuestra.

Las tomas y la falta de viviendas

E-mail Compartir

Contar con terrenos para satisfacer la falta de viviendas es uno de los mayores problemas que deben afrontar las autoridades y las familias calameñas. Esta realidad ha provocado que algunos grupos en su desesperación hayan adoptado la medida de tomarse sitios, principalmente en el sector poniente para levantar sus improvisadas viviendas sin las mínimas condiciones para desarrollar su vida en familia.

Es que la tardanza en el cumplimiento de las promesas muchas veces lleva a medidas extremas, similares a la que decidieron los vecinos que se tomaron el terreno de calle Frei Bonn, aledaño al Polideportivo.

Es esta necesidad la que no está satisfecha y la que está complicando a las autoridades, porque cada día son más los paños que están siendo "tomados" por familias angustiadas, mientras la construcción de viviendas se vuelve en un trabajo lento que no alcanza a tranquilizar a quienes por años han esperado una solución.

Según el seremi de Bienes Nacionales, Arnaldo Gómez, la situación en Calama no es tan dramática como otras comunas de la región, donde los campamentos se multiplican de manera preocupante. No obstante, no es algo menor porque son miles las familias que esperan por sus casas y más de alguna vez dentro de su desesperación han pensado en apoderarse de algún terreno baldío.

En este sentido, qué puede esperarse de las autoridades. Primero que reconozcan la gravedad del problema, que ofrezcan soluciones y que éstas sean a corto plazo.

Más de una vez se han publicado los ambiciosos planes de construcción de viviendas sociales, pero sólo vemos construcciones de proyectos de años anteriores. Falta celeridad para las nuevos programas que servirán para ir mitigando la falta de viviendas.

Además estos procesos deben ser permanentes para que las soluciones vayan de acuerdo con el crecimiento de la población.

Y a los que hoy están en toma se debe ayudarlos a salir de esa condición, a contar con las herramientas para que puedan tener resuelto su problema, porque el Estado no puede desligarse de su responsabilidad en lo que ocurre con estas familias.