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Desestiman que el Alzheimer se haya vuelto una epidemia

retroceso. Un análisis de estudios realizados en cuatro países de Europa sugirió que la incidencia de esta enfermedad se ha estabilizado e, incluso, en algunos lugares ha disminuido.
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En julio del año pasado, médicos de todo el mundo reunidos en Barcelona pidieron enfrentar la "epidemia" del Alzheimer con los mismos recursos que actualmente se destinan a la lucha contra el cáncer. Las cifras respaldaban su demanda: según proyecciones de la organización Enfermedad de Alzheimer Internacional (ADI), el número de personas que padecen demencia en el mundo se triplicará en 2050.

Pero esta semana se publicó un estudio que matiza la hipótesis de que hoy se estaría frente a una epidemia de esta enfermedad neurodegenerativa.

Investigadores de la Universidad de Cambridge sugirieron que la cantidad de personas con demencia se estaría estabilizando, al menos en algunos países de Europa Occidental, pese al mayor envejecimiento de sus poblaciones. Incluso, en algunos rangos de edad, el riesgo de padecer este mal habría disminuido.

Desde hace algún tiempo, la noción de una epidemia de demencia ha sido una gran preocupación en las sociedades que envejecen a un ritmo rápido. Con una mayor esperanza de vida, este parece ser uno de los "más grandes enemigos de la humanidad", como advirtió el primer ministro del Reino Unido, David Cameron. También se ha alertado sobre los importantes costos que podrían acarrear los países debido a este padecimiento.

Sin embargo, un análisis realizado por las profesoras Carol Brayne y Yu-tzu Wu, del Instituto de Salud Pública de Cambridge, indicaría otra cosa.

Tras revisar los casos de demencia recogidos por cinco estudios elaborados en el Reino Unido, Suecia, España y Holanda entre 2007 y 2013, el equipo no encontró ninguno que respaldara la idea de una epidemia. Más bien, los informes reportaron que la prevalencia se mantuvo estable o se redujo en edades específicas en las últimas dos décadas, a pesar del envejecimiento de la población, según publicó la universidad en su sitio web.

Las científicas se preguntaron cómo se podía conciliar esa imagen relativamente optimista, con esta especie de "pánico" emanado desde las autoridades, las organizaciones y los medios.

Una de las explicaciones es que estos actores no estarían reconociendo la complejidad del diagnóstico. Las académicas recordaron que los principales criterios para la detección de la enfermedad se basan en el deterioro cognitivo y un deterioro asociado a la capacidad de realizar las actividades del día a día.

Eventuales variaciones en los límites de estos criterios, ya sea en diferentes países o durante distintos periodos, pueden afectar las estimaciones de ocurrencia sin cambiar los fundamentos del síndrome de demencia en sí, señalaron las profesoras.

En las últimas décadas, los criterios de diagnóstico han cambiado en todo el mundo. Por ejemplo, ahora más personas son diagnosticadas con una demencia muy temprana, pudiendo esta avanzar o no a estados más graves. "La introducción de biomarcadores en el diagnóstico puede que amplíe aún más la prevalencia al identificar grandes sectores de la población en situación de riesgo. Tales cambios afectarán a diferentes grupos de personas en diferentes contextos y en diferentes maneras, pero básicamente podríamos estar contando más gente con demencia debido a la utilización de criterios de diagnósticos más inclusivos", explicaron las autoras.

Opinaron, además, que las advertencias sobre una "epidemia" "encajan con la sicología del consumidor y el exceso de medicación: el miedo, la demanda de una solución y la salvación. El mundo está en busca de una bala de plata".