Impacto mundial causó la imagen de un niñito sirio de tres años ahogado en una playa de Turquía en el mar Egeo, producto de la estampida de los habitantes de Siria a causa de la guerra que se vive en esa nación.
Las reacciones mundiales no se dejaron esperar y gobernantes de todo el mundo expresaron su impacto por este espeluznante hecho que se originó al zozobrar dos pequeñas embarcaciones donde murieron en total cinco menores y siete adultos.
Y este hecho ha traído a la discusión el problema de la migración en el mundo, donde en este momento el mayor conflicto lo vive el continente europeo.
Las redes sociales colapsaron con el hashtag "la humanidad ha naufragado".
Y quizás allí está el principal problema de nuestra sociedad actual, sobre la gradual deshumanización que estamos viviendo, teniendo que vivir situaciones extremas para poder resolver conflictos.
Es que la sensibilidad humana sigue intacta, pero cada día está más difícil de conmover.
Está costando tomar decisiones que nos lleven a buscar la justicia social, a mirar igual a nuestro prójimo sin importar su raza, lengua, religión o nación.
Muchos países se resisten a que ingresen más migrantes pese a las propuestas de repartirlos equitativamente en las naciones europeas.
Y si miramos globalmente, vemos que aún hay países donde las personas mueren de hambre o donde se matan por tener una religión diferente, donde las mujeres son violentadas, e incluso en Estados Unidos han vuelto a proliferar las muertes por discriminación racial.
El que muchas personas se estén despojando de sus características humanas, valores y solidaridad está provocando que la humanidad esté naufragando, y que los pueblos estén perdiendo su carácter y sus raíces.
Nos estamos deshumanizando y perdiendo nuestra condición de civilizados para caer en la barbarie, en la indiferencia, en el placer de ver sufrir a otros y no hacer nada para remediar esta terrible situación como la muerte del niño migrante.