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Científicos afirman que la mano humana evolucionó para golpear mejor

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Científicos de la Universidad de Utah (EE.UU.) aseguraron a través de un estudio que las manos humanas habrían evolucionado para ser más efectivas al momento de golpear.

Según la investigación, publicada en el Journal of Experimental Biology, los humanos tienen palmas y dedos más pequeños que los simios, pero manejan pulgares más fuertes y prolongados.

Esta fisonomía no solo fue una evolución natural para mejorar la destreza de las manos con el fin de fabricar herramientas y manipular materiales, sino también para poder formar bien el puño al momento de golpear.

A través de una prueba forense con fines académicos, el equipo liderado por David Carrier realizó diversas pruebas con los brazos de nueve cadáveres humanos masculinos. Los investigadores probaron distintos golpes.

"Pusimos a prueba la hipótesis de que un puño cerrado protege a los huesos metacarpianos de sufrir lesiones, al reducir el nivel de tensión durante el ataque", sostuvo Carrier. "Nuestros resultados sugieren que los humanos pueden dar golpes de forma segura con un 55% más de fuerza al usar un puño cerrado en vez de un puño no reforzado, y con dos veces más fuerza usando el puño cerrado en vez que usar la palma de la mano abierta".

"La idea de que el comportamiento agresivo jugó un rol en la evolución de las manos de los humanos es controversial", afirmó Carrier.

Un estudio dice que el ejercicio puede evitar el envejecimiento del cerebro

NEUROLOGÍA. La investigación asegura que quienes realizan actividad física usan sus funciones cognitivas de la misma forma que una persona joven.
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Pamela De Vicenzi

Un estudio realizado por la Universidad de Tsukuba (Japón) dio a conocer otro de los numerosos beneficios de realizar actividad física. Esta costumbre saludable para el organismo ayudaría a evitar el envejecimiento del cerebro.

El motivo de los investigadores fue establecer un vínculo directo entre la activación cerebral con el rendimiento mental y físico, hipótesis no tratada en profundidad en otros estudios.

El especialista en endocrinología y líder del estudio, Hideaki Soya, mostró esta asociación entre la actividad del cerebro, su funcionamiento y la aptitud física en japoneses de avanzada edad. Los resultados fueron publicados en la revista Neuroimage.

El cerebro y la edad

Según el estudio de Soya y su equipo, a medida que envejecemos utilizamos diferentes partes de nuestro cerebro, en comparación con otras personas más jóvenes.

Por ejemplo, quienes tienen menos edad usan principalmente el lado izquierdo de la corteza prefrontal para las tareas mentales que involucran la memoria a corto plazo, la comprensión del significado de las palabras y la capacidad de reconocer los eventos, objetos o personas. En cambio, durante la vejez, las personas tienden a usar las partes del lado derecho para realizar este tipo de tareas.

En general, la corteza prefrontal cumple roles en la función ejecutiva, la memoria, la inteligencia, el lenguaje y la visión.

Respecto a las tareas que implican el almacenamiento temporal, la manipulación de la memoria y los recuerdos a largo plazo, los adultos jóvenes prefieren el lado derecho, mientras que los adultos mayores utilizan ambos sectores.

Este fenómeno se denomina HAROLD, sigla en inglés de la "reducción de la asimetría hemisférica en los adultos mayores". Esto refleja la reorganización del cerebro como compensación por la reducción de la capacidad cerebral y la eficiencia debido a la disminución estructural y fisiológica relacionada con la edad.

Pruebas

En el estudio de Soya, 60 adultos mayores de entre 64 y 75 años y de sexo masculino fueron sometidos a una prueba de esfuerzo para medir su capacidad aeróbica. Su aptitud física tuvo amplias variaciones.

Luego, los participantes fueron sometidos a un examen para medir su atención selectiva, la función ejecutiva y el tiempo de reacción. Para ello utilizaron el "Stroop", un juego en donde están escritos los nombres de los colores, pero pintadas con otros colores. Por ejemplo, la palabra "azul" está escrita con letras verdes.

La idea es nombrar el color de las letras en lugar de leer la palabra en sí, lo que representa una dificultad a nivel cognitivo y requiere de un tiempo de reacción, utilizado como una medida de función cerebral.

La actividad en la corteza prefrontal de los voluntarios se midió durante todo el ensayo gracias a una técnica de neuroimagen llamada espectroscopia del infrarrojo cercano (NIR).