Irene Cereceda Ramos
Diversas son las razones que llevan a una persona a vivir en la calle. Pobreza, drogadicción, enfermedades y quiebres amorosos, son algunas de las causas más repetidas cuando los indigentes cuentan su historia de vida.
Calama es una ciudad de contrastes. Si bien hay un alto porcentaje de personas que vienen desde otros países u otras regiones de Chile a buscar trabajo, logrando mejorar su situación económica, existen muchos que no corren la misma suerte.
Estas personas que quedan sin un techo donde dormir, se refugian en distintos lugares de la ciudad.
En estos puntos, a través de una exitosa red de calle, diversas organizaciones realizan operativos para ir en su ayuda.
Vivir en la calle
Juan Carlos Díaz tiene 43 años. Llegó hace diez años a Calama con el objetivo de proteger a su familia.
"Me di cuenta que yo era el cáncer y mi familia se estaba enfermando. Consumo droga desde los 13 años y no pude dejarla", cuenta Juan Carlos.
Un día, llegó hasta el terminal de buses, pidió un pasaje al lugar más lejano que le alcanzara con el dinero que tenía y es así como arribó a Calama. "Llegué a las 7 de la mañana, no conocía esta ciudad. Llamé a mi madre y le dije: mamá no quiero que me busquen, yo no voy a volver. Y así es como llevo diez años acá", dice Juan.
Este hombre cuenta que trabaja durante todo el día para juntar dinero para abastecerse de droga, pues si no consume comienza a sentir ataques de abstinencia.
"Actualmente, consumo entre 40 a 50 papelillos diarias. Si no las tengo, tirito y no puedo caminar. Es una enfermedad y la droga es mi remedio", enfatiza Juan Carlos.
Sin embargo, recalca que nunca ha robado. Tiene sus papeles limpios y el dinero lo consigue cuidando o lavando autos, entre otras actividades.
Lamenta que a veces la gente discrimine y cuando se entera que es drogadicto dejan de darle dinero por el trabajo. "Es difícil la vida en la calle, a veces no sabes si vas a salir vivo. Yo me pregunto si Dios existe y a veces le pido que me lleve", concluye el indigente.
José Astudillo, más conocido como "el gato", es un indigente de 51 años de edad.
Llegó a Calama con su familia cuando tenía 15 años. "Cuando quedé en la calle yo dormía arriba de un cartón. Tengo un hermano acá, pero no me traga. Así es que en el día salgo a hacerme un poco de plata", señala José.
Ayuda y solidaridad
Juan Carlos Díaz y José Astudillo hace varios años que pasan las noches en el Hogar de Cristo.
Esta institución es una de las más involucradas con las personas desvalidas. Tiene programas que abarcan desde niños a adultos mayores, siendo el "calle" uno de los más conocidos.
"Tenemos una hospedería, en la que atendemos a 38 varones de noche. Les entregamos alimento, útiles de aseo y se pueden bañar", cuenta Paola Gatica, jefa social provincial del Hogar de Cristo de Calama.
En cuanto a la 'ruta calle', Gatica recalca que están saliendo una vez a la semana, específicamente los viernes. "Nos distribuimos los días, porque ocurrió que todas las organizaciones salíamos los mismos días y muy seguido y era una sobre intervención", enfatizó la jefa social.
El Hogar de Cristo va a terreno a visitar a las personas que no pueden llegar a la residencia temporal para brindarles la ayuda necesaria.
Paola Gatica recalca que como es una red siempre están en contacto con otras organizaciones o agrupaciones que llevan a cabo un trabajo similar.
Carretes solidarios
Una de las tantas agrupaciones que salen en las noches a ayudar a las personas que viven en la calle son los alumnos, profesores y apoderados del colegio Chuquicamata.
De la mano de dos inspectoras y en conjunto con profesores jefe de algunos cursos, siguen una ruta que comienza en el río Loa y termina en la plaza 23 de Marzo.
Llevan alimentos, como por ejemplo, lentejas, pan y, además útiles de aseo.
El objetivo de esta iniciativa, llamada "carretes solidarios", según el rector del colegio Chuquicamata, Fundador Bustos, es sensibilizar a los estudiantes. "Si bien sabemos que las capacidades cognitivas es uno de los objetivos de nuestro establecimiento, también lo es la parte humana", afirma el rector.
Para él es importante que los estudiantes conozcan otras realidades y así valoren lo que tienen hoy. "También les brindará una mirada para trabajar con más fuerza en sus objetivos, acercarse a la familia y hasta sanar un poco el alma", dice Fundador Bustos.
Estos carretes solidarios son voluntarios. No es obligación de nadie acudir, sin embargo, en el colegio Chuquicamata han notado un importante aumento y cada vez más son las personas que se motivan a asistir.
El rector del Colegio Chuquicamata hace una invitación a otros colegios y estudiantes a que también lleven a cabo este tipo de actividades para humanizar a sus alumnos. "Es una instancia de reflexión que los ayudará a mejorar la vida en familia, como dije anteriormente, a valorizar y a formar mejores personas", finalizó Fundador Bustos.
Falta de recursos
Para que las intervenciones sean eficaces no basta sólo con llevar a cabo estos actos de solidaridad, que si bien son de mucha ayuda no quitan de raíz el problema de muchos indigentes.
Como se mencionó anteriormente son diversas las razones por las cuales las personas llegan a vivir en la calle. La más recurrente puede ser la drogadicción, pero también hay enfermedades psiquiátricas que inciden mucho.
Muchas veces se intenta reinsertar en el mundo laboral a personas, pero hay bastante barreras que no lo permiten.
"Tenemos una gran falencia en Calama que no tenemos la capacidad ni lugares de rehabilitación", afirma Paola Gatica, jefa social provincial del Hogar de Cristo.
La profesional enfatiza que el alcohol y la drogadicción son enfermedades, pero que en Calama no están siendo cubiertas por el sistema de salud.
Hoy hay dos centros de rehabilitación que abrieron las iglesias evangélicas en Calama. La jefa social provincial, recalca que sí han tenido mucho éxito, pero es necesario contar con más centros de este tipo. "Es la única manera de sacar de la calle a muchos de nuestros usuarios, pues nosotros no tenemos las herramientas ni facultades para la rehabilitación", menciona Gatica.
Situación similar es la atención psiquiátrica. "Tenemos un caso emblemático en nuestra ciudad que es Daniel, quien tiene gigantismo en sus pies. Él tiene una patología psiquiátrica y es muy difícil rehabilitarlo", recalca.
Daniel ha sido llevado a Antofagasta, pero estos centros tampoco cuentan con los cupos necesarios para acoger a gente de Calama y es así como esta persona vuelve a Calama y se deteriora.
"Hoy, el mensaje es a la autoridad de Salud a que consideren dentro del acta de trabajo los problemas de adicción y siquiatría en la ciudad. Estamos en deuda con ello y es un tema que debería ser prioridad en nuestra comuna", puntualizó Paola Gatica.
Historias que reafirman el contraste que se vive día a día en una ciudad como Calama. Un lugar que tiene variadas oportunidades y ganancias monetarias, pero también bastante pobreza.
Un problema que gracias a la ayuda de distintas organizaciones se puede sobrellevar, pero aún falta mucho por hacer.
"Hoy. el mensaje es a la autoridad de salud a que considere dentro del acta de trabajo los problemas de adicción y psiquiatría " .
Paola Gatica, Jefa social Hogar de Cristo Calama
1 vez a la semana específicamente los viernes el Hogar de Cristo en Calama sale a terreno a recorrer la ciudad en ayuda de los indigentes. Así responden a todas las necesidades que puedan tener.
20:00 es el horario de inicio de los carretes solidarios organizados por el colegio Chuquicamata en los que alumnos, profesores y apoderados visitan a las personas que viven en la calle.
38 hombres son los que, actualmente, se están atendiendo en la hospedería del Hogar de Cristo, quienes son acogidos durante la noche y pueden optar a comida y servicios de higiene.