Los sostenidos actos de colusión que han ocurrido en nuestro país parecen no sólo inaceptables, sino traicioneros, egoístas y desafortunados. No es la colusión un aspecto meramente económico; al respecto, las discusiones suelen desviarse hacia el PIB, la desaceleración y la crisis económica lo que, sin dejar de ser importantes, constituyen lo que Van Dijk ha definido como puramente referencial en términos del análisis crítico del discurso.
Existe, sin embargo, una mirada también que requiere atención y hace referencia a los constantes atropellos que la ciudadanía recibe. La colusión en este caso vuelve a convertirse en un elemento que presiona a las estructuras sociales; como si fuese una costumbre la ciudadanía en general y quienes viven de salarios "reguleques" en particular cada día van siendo víctimas de un sistema que los pasa a llevar en diferentes ámbitos.
Las colusiones de todo orden vienen a demostrar, una vez más, que el sistema funciona, pero a un costo que no tiene cabida ni explicación. Los empresarios del país, las avícolas, las farmacias, las colusiones de financiamiento político -sólo por nombrar algunas- describen en su esencia el tipo de sociedad que algunos quisieran para Chile. Pasando este nubarrón y festín mediático de políticos desfilando por tribunales es muy probable que volvamos a votar por los mismos de siempre, terminemos comprando en los mismos supermercados y olvidando que alguna vez nos atropellaron, se escaparon, y las leyes que promulgamos para perseguir a los culpables terminan, como siempre, en el olvido, en alguna cocina macerando las especias que constituirán las nuevas formas de dominio, abuso y asimetría de nuestra sociedad.
Al menos desde el valle de algunos, nos queda lo que ha definido Gerardo Pisarello, como "la desobediencia civil" y para que, en el mejor de los casos, no dejemos de ser indiferentes.
La Universidad tiene una oportunidad excepcional de movilizar estas aberraciones, la posibilidad de trabajar con miles de estudiantes en la formación de una conciencia nueva, que los lleve a emprender una vida marcada por el pluralismo, la independencia y el compromiso con un mundo nuevo resulta una oportunidad inmejorable.
El profesor académico y, más aun, el proceso educativo deben estar al servicio de un país crítico; de generar en nuestro estudiantes la posibilidad de observar más que mirar; de distinguir más que reproducir y de creer en ellos. Esto puede convertir esta decepción en una inmejorable vida.
Daniel Sánchez Brkic,
psicólogo, académico U. Central