Calmar la sed
La experiencia de la samaritana es desafiante. Es la tarea de encontrarse cara a cara con Jesús.
En día de cansancio o de calor todos sabemos valorar lo que significa un vaso de agua fresca. Y nos sentimos agradecidos de quien se compadece de nuestra sed y agotamiento. Especialmente en lugares de desierto o en caminos polvorientos, el agua se agradece como un preciado don.
Hoy es demasiado fácil tener agua en las cañerías. Pero hubo otros tiempos en que el agua tenía un valor fundamental para vivir. Encontrar una vertiente o poseer pozo era tener un tesoro incalculable. El agua es vida. El agua es crecimiento. El agua es higiene. Es progreso.
Un día Jesús tuvo también esta experiencia. Llegó a Sicar, un pueblo de Samaria, cansado de caminar. Era el mediodía, la hora en que los rayos del sol caen con toda su fuerza sobre la tierra. Y quien podía calmar todas sedes, del pozo de Jacob. Y él directamente le pide a una mujer: "Dadme de beber".
No era muy bien visto en ese tiempo que en lugar público un hombre dialogara con una mujer desconocida. Pero más aún llamaba la atención y escandalizaba que un judío dialogara con un samaritana, viejos rivales políticos y religiosos. La sed vence todas las barreras. Y el amor aproxima a los que están distantes.
Fue así como este hombre y esta mujer dialogaron desde lo superficial a lo profundo. Desde el tiesto con que se saca el agua del pozo hasta la vida privada de esta mujer que había tenido ya cinco maridos.
Interesante recorrido. Es el mismo que todos estamos invitados a hacer. Y es la pedagogía que Jesús utiliza con nosotros: ir de lo cotidiano a lo permanente, desde lo común a lo importante, desde la necesidad de beber un vaso de agua hasta el deseo de transformar la vida misma, desde las actividades que hacemos cada día hasta la necesidad de tener un horizonte.
Es interesante este recorrido porque de este modo lo cotidiano con lo trascendente están unidos. Jesús dialoga con nosotros a partir de nosotros mismos, de nuestras necesidades, de nuestras pequeñas cosas de cada día. Pero no se queda en eso. Va más allá. Llena de sentido todo lo que hacemos.
Va a lo profundo. Quiere ser Jesús de nuestras honduras: "Soy yo, nos dice, el que habla contigo".
La mujer no pudo quedarse tranquila después de este encuentro. Se fue al pueblo y llamó a la gente: "Vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho": ¿será Jesús?" Y muchos creyeron en él.
Arturo Mardones Segura,
Rotary Club Chuquicamata