En estos días en que celebramos el Día del Amor; repitiéndonos "Yo te amo, tu me quieres.." Yo no sé por qué, en mi mente aparece el hecho, de que yo adoro a los flamencos.
Recuerdo que cuando niña, viajando en tren a Bolivia cerca de cerros y volcanes amarillos, un viajero australiano los fotografiaba y me mostraba cómo en una nube rosada volaban en bandadas por la cordillera y salares.
Después los volví a ver cuando veraneábamos de niños en el valle de Jerez. Esperábamos cada atardecer para verlos regresar de sus reinos, en las lagunas cercanas a Toconao. Frente a mis ojos asombrados, pasaban majestuosos con su bello y esbelto cuerpo de plumas de seda blanca y rosadas como la espuma.
Hoy ya no se ven pasar, es sólo un recuerdo en nuestras mentes, queriendo volver a verlos como antes cuando desafiaban al sol y a la luna.
No sé a dónde se han ido. ¿quizás andarán llorando, perdido por las nubes, como ángeles fríos de polvo, sin gloria viviendo en las tinieblas, lejos de nuestros salares?. Y sin saberlo, mudos de rumbos claman para que los ayudemos pues quieren volver. Pero ¿por qué se han ido de nuestro territorio andino?
Ellos ya no pueden vivir en paz en nuestras lagunas: alimentarse, beber agua salina con algas y menos construir sus nidos, verdaderos castillos de barros para poner sus huevos.
Hoy día un grupo ambientalista formado por una diputada, y vecinos, reclamamos preguntando a las autoridades gubernamentales, ambientales, y mineras: ¿Qué pasa con los lugares donde nuestros bellos flamencos chilenos y James acostumbraban a habitar desde tiempos inmemoriales?
Preguntamos a Conaf responsables de proteger el área y a mineras ¿qué está pasando con el agua de esas lagunas?
Recuerdo años atrás que visité la Reserva Los Flamencos en medio de la cordillera y en Miñiques, Miscanti el principal atractivo eran las lagunas. En Puilar; Chaxas y Barros Negros entonces habían algunos flamencos que admirábamos y fotografiábamos. También vi, cómo artificialmente incubaban los huevos gigantes calcáreos y protegían a los polluelos para compensar la baja de aves que ya estaba empezando a notarse.
Nancy Monterrey Caro,
Escritora chuquicamatina