Los niños de hoy no juegan como los de antes, lo dicen los alemanes del Centro de Investigaciones Infantiles. Los chilenos juegan hasta los 7 años, seis mil horas menos de las 15 mil recomendadas. La edad para jugar con juguetes se acorta antes y los niños no tienen un encuentro sensorial con el mundo, oliendo, saboreando, manipulando y menos comunicándose con otros, solos con sus celulares.
El tema está planteado desde la importancia que tiene el juego para el desarrollo como una instancia para explorar, relacionarse con otros, desarrollar habilidades creativas y como forma para estimular aprendizajes.
Para todos han cambiado los tiempos, cuando no teníamos internet, TV, celulares y otros aparatos virtuales que han relegado el papel de los juegos tradicionales. Ya no se escuchan las voces cantarinas en los recreos, de las niñas coreando las rondas de "San Miguel" o la "Niña María". Antes jugábamos con los hermanos y amigos en la calle sin riesgos, hasta entrada la noche. Actuábamos, recreando lo que veíamos en la vida diaria y en las películas de la matiné del domingo, éramos piratas, soldados de la guardia pletoriana, tarzanes. En el patio de nuestras casas armábamos nuestro circo representando a los payasos y al señor Corales. No nos olvidábamos jugar a la mamá y al doctor, servíamos comidas en platos de baquelita, saltábamos en la cuerda, jugábamos al luche, a escondernos. Los niños se entretenían con su pelota de trapo, bolitas ojitos de gato, el emboque, los trompos de siete colores. En las fiestas infantiles incluían juegos como las sillas musicales.
Las bicicletas Cic tan deseadas ayer, hoy con diseños más seguros la manejan niñitos pequeños. Aun vemos niños deslizarse en las peligrosas patinetas en calles donde hay vehículos. O elevar volantines con hilos peligrosos.
Qué pena que con tanta tecnología, se ha perdido la inocencia para jugar a la gallinita ciega y buscar la aguja y el dedal. La mayoría de los niños hoy ya no juegan, algunos se entretienen con su computador y naipes Uno y otros diseños; donde cada cual va al son del pirulero y atiende su propio juego sin tener que dar una prenda.
Nancy Monterrey Caro,
escritora chuquicamatina