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Ese secreto llamado Rodolfo Walsh

"Rodolfo Walsh. Periodista, escritor y revolucionario. 1927-1977", del irlandés Michael McCaughan, es la primera biografía total del periodista y escritor argentino. Acá, McCaughan habla de su intento por perfilar a Walsh como un personaje de carne y hueso, "imperfecto, valiente y sin fin".
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Rodolfo Walsh, en la foto, aún no es reconocido como pieza central del "nuevo periodismo", dice su biógrafo michael mccaughan.

"Hay un fusilado que vive", le dijeron a Rodolfo Walsh. De inmediato, algo hizo cortocircuito en él. Esa frase, dicha por un parroquiano de un bar que frecuentaba en La Plata, se convirtió en el germen de "Operación masacre" (1957), el libro que se adelantó ocho años a la publicación de "A sangre fría" (1965) de Truman Capote e inauguró el llamado "Nuevo periodismo".

La historia era increíble: el 9 y 10 de junio de 1956 nueve civiles fueron detenidos y fusilados en un basural. Habían sido acusados injustamente de estar implicados en la rebelión militar del general Juan José Valle contra la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu. Cinco de ellos murieron. Walsh olfateó que esa noticia cambiaría su vida y su carrera periodística. "Esta es la historia que escribo en caliente y de un tirón, para que no me ganen de mano", escribió en el prólogo de la primera edición.

La extensa obra del escritor y periodista -desde sus cuentos y sus textos de dramaturgia hasta sus trabajos periodísticos y políticos-, se ganó un espacio central en la literatura latinoamericana y excedió con creces la sombra de "Operación masacre". Su corpus literario es tan convulso como los tiempos que le tocó vivir. Contradictorio y sin fin. Aunque también injustamente desconocida fuera de Argentina. En esa dirección, "Rodolfo Walsh. Periodista, escritor y revolucionario. 1927-1977" (2015), del periodista y escritor irlandés Michael McCaughan, traducida y publicada recientemente por LOM, es la primera biografía integral del escritor argentino y podría leerse como una ceremonia de iniciación para quienes no conocen la figura del autor del cuento "Esa mujer".

La investigación de McCaughan logra tener las voces de casi todas las personas que rodearon a Walsh en los momentos más decisivos, desde sus hermanos y su hija Patricia, pasando por su última compañera Lilia Ferreyra, hasta amigos en la literatura y compañeros de militancia. Así, la biografía recorre sin desvíos, intercalando fragmentos de sus libros de ficción, no ficción y declaraciones políticas y periodísticas, los hitos que han formado el mito de Walsh: su infancia en la ciudad argentina Choele Choel, los colegios irlandeses, sus inicios en Buenos Aires como traductor y corrector de pruebas, los cuentos policiales, sus mujeres, la no ficción como armamento periodístico y político, su paso por Cuba en Prensa Latina y su militancia, la bisagra en donde su vida literaria se ve relegada para dar paso a su compromiso.

Es quizás en este punto del libro, cuando la vida de Walsh se comienza a proyectar épicamente, en que el relato se vuelve más monótono y desiste en su afán por escarbar en su leyenda hasta desmontarla. Aún así, la biografía relata con la misma minuciosidad de los capítulos anteriores su paso por el diario "Noticias", la CGT de los argentinos, la agencia ANCLA, su tránsito -y diferencias- en Montoneros, la clandestinidad, la muerte de su hija Victoria y la emboscada de un grupo de tareas de la Armada Argentina que lo asesinó y luego hizo desaparecer su cuerpo.

"Es difícil mantener una sana distancia con una figura tan comprometida y melancólica como la de Walsh. Su vida fue un gran delirio y tienes que entrar al espíritu de ese delirio para hacerle justicia. Traté de mantener a Walsh fuera de pedestales y tronos. Quería un personaje de carne y hueso, imperfecto, valiente, intrigante y sin fin", dice McCaughan.

-¿Cuánto tiempo estudiaste la figura de Rodolfo Walsh antes de ponerte a escribir su biografía?

-Las dos cosas pasaron casi simultáneamente. Leí "Operación masacre", me encantó, y decidí traducir su trabajo y presentar una antología entrecruzando todos los géneros que él exploró. Iba a escribir una introducción sobre la vida de Rodolfo. Tan pronto como comencé a escarbar en ella, sentí que ésta era su mejor obra, la de mayor importancia.

-¿Buscaste referencias en biografías de escritores para escribir "Rodolfo Walsh. Periodista, escritor y revolucionario 1927-1977"? ¿Usaste alguna? ¿Cuáles fueron tus favoritas?

-Leí todo lo que pude tener en mi manos. Obviamente el trabajo de Enrique Arrosagaray, Eduardo Jozami, Eleonora Bertranou, Ana María Amar Sánchez, Natalia Vinelli y muchos más. Luego, pasó el tiempo y los detalles seguían apareciendo. Lo sentí como un trabajo de detective o trabajo forense. Aprendí mucho sobre la época a partir de los tres tomos de "La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina" (1997), aunque las entrevistas que yo hice son la pieza fundacional de mi libro.

-¿Cómo hiciste para ordenar la enorme cantidad de material con la que trabajaste?

-Fue muy difícil. Había planeado dividir el libro en periodos de diez años: 1927, 1937 y 1947. Luego caí en la idea de escribir un inicio con una reconstrucción ficcionada del asesinato de Walsh (evitando totalmente la narrativa lineal) para luego volver al principio en Choele Choel.

-¿Hay alguna clave que hayas encontrado a la hora de seleccionar lo que es citable y lo que no?

-Es un proceso muy subjetivo. Traté de habitar a Walsh lo mejor que pude. Rastrear sus pasos, conocer su círculo de amigos, ir a los lugares a los que él fue y esperar que las frases se seleccionaran por sí mismas.

-¿Por qué Rodolfo Walsh todavía se mantiene como una especie de secreto fuera de Argentina?

-Sospecho que es una mezcla de lo siguiente: Walsh escribía en español, no en inglés, y no gastó mucho tiempo en construirse una carrera literaria. No lo traducían en esa época, ni tampoco él gastaba mucho tiempo mezclándose con otros escritores, fuera de un par de visitas a Cuba y su propio círculo en Buenos Aires.

-¿Crees que Walsh ha recibido el reconocimiento suficiente como pieza central del "Nuevo periodismo"?

-Él aún no es reconocido, ni siquiera en América Latina. Pero, ¿qué sería la "cantidad correcta"? ¿Estatus? ¿Premios? Es genial que "Operación masacre" se haya publicado en inglés finalmente: fue el libro de la semana en la BBC Radio 4, leído en directo. Se nombró un premio en su honor en Gijón, España. Aunque pareciera que todo el reconocimiento está en Argentina. Creo que Walsh no estaría muy preocupado por eso.

-La izquierda revolucionaria latinoamericana denotaba cierto antiintelectualismo. "La revolución no se escribe, se hace", dijo alguna vez el Che Guevara. El mismo Walsh comentaba que más que escribir los hechos de esos días, había que producirlos. Aún así, siempre se quejaba por no tener tiempo para leer o escribir ficción. ¿Cómo crees que llevaba Walsh esta fricción entre la militancia revolucionaria y su vida como escritor?

-Pienso que esa frase sobre "hacer, no escribir", se refiere a la coyuntura de finales de los sesenta e inicios de los setenta: un escritor, un plomero, un campesino, podrían estar mejor dejando de lado sus metas creativas y dedicándose ellos mismos a hacer la revolución. Walsh sufrió terriblemente este dilema, prácticamente todos los días, constantemente dividido entre la silenciosa confianza de que él tenía a los libros en su interior, esperando ser escritor, pero sabiendo que la gente luchaba todos los días a su alrededor y él también sabía que tenía algo especial que ofrecer a esa lucha.

-¿Hubo algún momento en el que Rodolfo Walsh vivió realmente tranquilo, solamente escribiendo?

-Brevemente, en la ciudad de Tigre, en 1964 o 1965. Quizás, incluso, un poco antes y un poco después de eso, cuando recibía mensualmente dinero del editor de Ediciones de la Flor, Jorge Álvarez, por la novela que nunca terminó.

-La dirigencia de Montoneros apelaba a una mística abstracta en torno a la lucha armada, a ratos muy alejada de la realidad y con decisiones más voluntaristas que apegadas a cierto rigor científico o teórico. A pesar de disentir con muchas órdenes, Walsh decía que sus críticas eran parte de un "diálogo interno". ¿Por qué crees que nunca rompió con Montoneros?

-Porque su vida, y la vida de sus más cercanos, especialmente la de su hija Victoria, estaba muy ligada a las ideas de la época. Para ellos eso significaba la vida, así que siempre fue reacio a una ruptura. Cuando, por ejemplo, Montoneros casi logra asesinar a la Junta de Gobierno completa, probablemente Walsh estaba pensando en que iba a darse una reorganización mayor, un golpe de suerte, cualquier cosa que lograra romper la parálisis del terror y la terrible posibilidad de darse cuenta de que todo había sido en vano.

-¿Por qué se hace tan difícil separar al mártir del escritor vivo?

-Porque nos gusta la idea de un mártir noble y desinteresado, que no termine como "todos los otros". En un momento histórico complicado algunos se unieron a partidos, buscaron elecciones, empezaron un negocio o permanecieron autónomos y críticos. Es sabio morir joven, por el legado.

-El periodista Daniel Titinger -que escribió "Un hombre flaco" (2014), un retrato del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro- ha dicho que escribir un libro es ponerle punto final a una obsesión sin fin. ¿Qué te pasa a ti con Walsh?

-Exactamente eso es. No quería que el viaje hacia Rodolfo terminara, lo disfruté mucho. Pero la obsesión no termina: se vuelve menos intensa pero sigue ahí.

-¿Cuál será tu relación personal con Rodolfo Walsh ahora, después de tanto tiempo consagrado a su persona y a su literatura?

-Para mí, Walsh es como el hermano mayor sabio que te cuida. Un punto de referencia. Me suelo preguntar constantemente: ¿qué haría Rodolfo en este caso? Desearía que hubiese tenido más tiempo para desarrollar todas las posibilidades personales y políticas que existían. Pero él es también, como dirían los zapatistas, "puro viento", así que las semillas fueron repartidas por todos lados y su presencia permanece.

"Walsh es como el hermano mayor sabio que te cuida. Un punto de referencia. Me suelo preguntar constantemente: ¿qué haría Rodolfo en este caso?".

gentileza diario clarín

"Traté de habitar a Walsh lo mejor que pude. Rastrear sus pasos, conocer su círculo de amigos, ir a los lugares a los que él fue".

"Hay un fusilado que vive"

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El 18 de diciembre de 1956, seis meses después de aquel fallido intento de insurrección, Walsh jugaba al ajedrez y bebía cerveza con Enrique Dillon en su habitual café cuando su amigo le puso una bomba sobre la mesa: "Hay un fusilado que vive". Estas cinco palabras marcaron el comienzo de un largo viaje que Walsh habría de describir en el prólogo de la tercera edición de Operación Masacre.

La primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 me llegó en forma casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde se jugaba al ajedrez, se hablaba más de Keres o Nimzovitch que de Aramburu y Rojas, y la única maniobra militar que gozaba de algún renombre era el ataque a la bayoneta de Schlechter en la apertura siciliana.

En ese mismo lugar, seis meses antes, nos había sorprendido una medianoche el cercano tiroteo con que empezó el asalto al comando de la segunda división y al departamento de policía, en la fracasada revolución de Valle. Recuerdo cómo salimos en tropel, los jugadores de ajedrez, los jugadores de codillo y los parroquianos ocasionales, para ver qué festejo era ese, y cómo a medida que nos acercábamos a la plaza San Martín nos íbamos poniendo más serios y éramos cada vez menos, y al fin cuando crucé la plaza, me vi solo, y cuando entré a la estación de ómnibus ya fuimos de nuevo unos cuantos, inclusive un negrito con uniforme de vigilante que se había parapetado detrás de unas gomas y decía que, revolución o no, a él no le iban a quitar el arma, que era un notable Mauser del año 1901.

[…]

Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle y ese hombre no dijo: "Viva la patria", sino que dijo: "No me dejen solo, hijos de puta". Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. Valle no me interesa. Perón no me interesa, la revolución no me interesa. ¿Puedo volver al ajedrez?

Puedo. Al ajedrez y a la literatura fantástica que leo, a los cuentos policiales que escribo, a la novela "seria" que planeo para dentro de algunos años, y a otras cosas que hago para ganarme la vida y que llamo periodismo, aunque no es periodismo. La violencia me ha salpicado las paredes, en las ventanas hay agujeros de balas, he visto un coche agujereado y adentro un hombre con los sesos al aire, pero es solamente el azar lo que me ha puesto eso ante los ojos. Pudo ocurrir a cien kilómetros, pudo ocurrir cuando yo no estaba. Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre me dice:

-Hay un fusilado que vive.

No sé qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy hablando con Juan Livraga.

Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana.

Livraga me cuenta su historia increíble; la creo en el acto.

Walsh se movió rápidamente. Al día siguiente se encontró con Jorge Doglia, que había sido jefe de la División Judicial de la policía de Buenos Aires y luego fue despedido por denunciar públicamente los arrestos ilegales y la tortura sistemática ordenada por el jefe de policía de la ciudad. Un día más tarde, Doglia le presentó a Máximo von Kotsch, el abogado de Livraga, que le dio una copia del expediente. El 23 de diciembre, cinco días después de enterarse del caso, Propósitos, un diario semanal propiedad de Leonidas Barletta, publicó la declaración de Livraga. Su declaración aparecía sólo acompañada por el sugerente título de Walsh: "Castigo a los culpables". Había empezado la campaña en la prensa. Propósitos era un diario popular y progresista con una circulación de cien mil ejemplares. Barletta era un intelectual conocido, crítico de Perón pero admirador de Evita, opositor a los golpes militares y a la entrega de los recursos naturales.

Así nace aquella investigación, este libro. La larga noche del 9 de junio vuelve sobre mí, por segunda vez me saca de «las suaves, tranquilas estaciones». Ahora, durante casi un año no pensaré en otra cosa...


"Rodolfo Walsh. Periodista, escritor y revolucionario"

Michael McCaughan

LOM 258 páginas

$12.000

Extracto del libro "Rodolfo Walsh. Periodista, escritor y revolucionario. 1927-1977". Por Michael McCaughan.

Padres calameños que con esfuerzo y amor criaron a sus hijos a pesar de las adversidades

CELEBRACIÓN. Hoy la familia se reúne para saludar a uno de sus pilares fundamentales.
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Irene Cereceda R.

En la mayoría de los países del mundo se celebra el "día del padre" el tercer domingo de junio. El origen de éste, instaurado en Estados Unidos, se remonta a 1909 cuando una mujer estadounidense llamada Sonora Smart quiso homenajear a su padre Henry Jackson Smart, quien quedó viudo y tuvo que hacerse cargo de la educación de sus 6 hijos. Esta idea llegó a los oídos de las autoridades e instauraron el día del padre en aquel país de manera oficial.

Desde ese momento que las familias se reúnen para homenajear a los padres, abuelos o bisabuelos, quienes muchas veces tuvieron que enfrentar un sinnúmero de adversidades para poder sacar adelante a sus hijos.

A continuación, la historia de dos padres loínos, quienes contra viento y marea lograron luchar por el bienestar de toda su familia.

Adopción y amor

Padre es el que cría. Esta es una frase que se repite bastante y que hace honor a Luis Zavala Ahumada, un suplementero de 64 años, conocido por su labor en Chuquicamata y padre de 6 hijos. De estos, cuatro son adoptados y a quienes Luis - sin dudarlo- los crío con el mismo amor que a los biológicos.

Así lo hace saber Gilberto Miños, odontólogo y profesor, quien a través de una emotiva carta homenajea a su padre adoptivo.

"Lo conocí junto a mi madre y hermanos cuando tenía cinco años. Lo recuerdo grande, serio, silencioso. Él llegó a mi vida en un periodo en que mi madre vivía una separación", cuenta Gilberto Miños.

Este hijo, muy agradecido, dice que "el amor que siento por mi padre adoptivo va más allá. Con cariño nos asumió como hijos suyos, desde pequeño lo llamé papá y fue el mejor regalo que Dios puso en mi camino", cuenta.

Destaca su trabajo como suplementero en el que trabajaba desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche sin parar. Además resalta su sentido de superación contra la adversidad económica y el esfuerzo por ver a todos sus hijos e hijas profesionales, sueño que logró y de manera exitosa, pues sus seis hijos tienen una profesión.

Gilberto Miños reflexiona y recalca que "lo digo con propiedad, mi padre es único. Nadie es igual a él. Existen otros parecidos a él que también crían a hijos que no son suyos, pero mi padre no solo nos crió sino que nos amó".

Por su parte, Luis Zavala, emocionado por las palabras de su hijo dice que en este momento mira a todos ellos con orgullo, ya que logró que salieran adelante.

"Yo conocí a mi pareja y me hice cargo de sus cuatro hijos porque los ellos no tienen la culpa de lo que hacen los mayores. Con mi esposa trabajamos mucho para criarlos y darles educación. Ellos también se sacrificaron porque me ayudaban en el negocio", dice Zavala.

Este orgulloso padre aprovecha la instancia para brindar un consejo a los loínos. "No es muy fácil ser padre, pero el que es padre tiene que luchar por sus hijos. Si te haces cargo de hijos que no son tuyos, hay que respetarlos y amarlos. Un saludo a todos los padres de Chile, el mundo y por sobre todo aquellos chuquicamatinos", concluye el suplementero.

Padre y madre

Una similar historia en cuanto a esfuerzo y amor es la de Juan Yáñez, padre de ocho hijos, abuelo de 26 nietos y bisabuelo de 6 bisnietos. Yáñez de 77 años participa activamente en la iglesia, ya que es el diácono más antiguo de Calama, con 31 años de servicio.

Este hombre de fe quedó viudo hace 27 años atrás y tuvo que criar a sus hijos solo. Cuando su esposa, Margarita, falleció su hija mayor tenía 25 años y la menor 5. Aprendió las labores del hogar y vivió una vida bastante ocupada. "Yo decía que tenía que ocupar tres uniformes, el buzo cuando trabajaba en mi taller de soldadura, el de diácono cuando servía en la iglesia y el de dueño de casa cuando criaba a mis hijos", dice Yáñez.

Destaca que a pesar de la adversidad, gracias a la ayuda de sus amigos, la iglesia y los colegios de sus hijos logró salir adelante y criar a los tres menores solo. Hoy la familia de Juan Yáñez es un grupo unido, se juntan siempre en marzo para la conmemoración de la muerte de su esposa y en septiembre a celebrar las fiestas patrias.

Dice que no fue fácil enfrentar la situación, pero que se refugió siempre en el amor de sus hijos. "Cuando veía esas tres cabecitas en sus camas durmiendo yo pensaba, tengo que seguir luchando por mis hijos", recalca Yáñez. A aquellos padres que quedan viudos y por alguno u otro motivo deben criar solos les dice que se refugien en Dios y en la fe, que no se enfoquen en buscar otra mujer u otro apoyo, sino que desde adentro logren sacar adelante a sus hijos, porque sí se puede hacer.

Historias de hombres loínos que son un ejemplo de amor hacia sus hijos y que con ese amor, hoy ven los frutos y son reconocidos por su labor como padres.