Las donaciones en dinero se estancan ante la complicidad de nuestras autoridades
Sebastián Zulueta
Director Ejecutivo
América Solidaria
Internacional
Mientras en países como España las donaciones en dinero a proyectos sociales se comportaron de manera contracíclica durante crisis económicas -mostrando empatía con los que más sufren los golpes de pobreza que conllevan-, en Chile la realidad es muy distinta. El reciente estudio Radiografía de la Solidaridad en Chile liderado por Roberto González, de MIDE UC, nos muestra que en los últimos tres años las donaciones en dinero se estancaron y, a mi juicio, si no fuera por los lamentables desastres socio-naturales que hemos tenido, es muy probable que hubiesen disminuido. Este estancamiento se explica por varios factores pero hay un actor que es el principal responsable: nuestros gobernantes y su desgano para generar una Ley Única de Donaciones, mostrando incapacidad para entender la sociedad actual que busca más espacios de participación, incluso a nivel tributario.
Diversos son los factores que influyen en las donaciones: el nivel de bancarización de un país, el que facilita formas de donación electrónicas; la confianza en las organizaciones de la sociedad civil que las hace una vía legítima para lograr cambios; el nivel de empatía con la pobreza y de comprensión de la responsabilidad personal de cambiar esa realidad; y, especialmente, las regulaciones que incentiven la donación en dinero de personas y empresas. El caso chileno es paradójico ya que tenemos un elevado nivel de bancarización, gran confianza en las organizaciones de la sociedad civil, y una empatía y sentido de responsabilidad con la pobreza que va en aumento -como muestra el estudio. Sin embargo, nuestra legislación de donaciones es compleja, engorrosa y no se traduce en un claro incentivo.
Desde la Comunidad de Organizaciones Solidarias, junto con otras redes, hemos buscado durante años impulsar una Ley Única de Donaciones. Nos responde el desgano de nuestras autoridades: un Ejecutivo sin interés para ingresar esta ley a trámite parlamentario.
En lo personal, leo este desgano y el estancamiento de esta ley como el reflejo del miedo que tienen nuestras autoridades a abrirse a los valores y principios de las nuevas generaciones: personas que se revelan ante un sistema injusto; que se involucran y buscan apoyar las organizaciones y causas que los representan; y que exigen mayores niveles de participación, más y mejor democracia. Nuestros gobernantes, animados por una valentía democrática, deben estar más decididos a abrir caminos de participación tributaria en los cuales las personas y organizaciones puedan elegir en qué se invierte parte de sus impuestos, a través de incentivos claros.