Irene Cereceda R.
Esposado, encadenado, calcinado y anclado con estacas en el suelo en una cueva del sector Ojo de Opache se encontró el cadáver de Freddy Orellana la semana pasada. El crimen que concentra la atención de la Fiscalía por ser uno de los más impresionantes en los últimos años, impactó profundamente a la comunidad loína.
Cuando se encontró el cuerpo incinerado había poca información. Tras una investigación se comenzó a saber más del crimen. Es así como se dio finalmente con la identificación del cuerpo y se continúa con las diligencias para encontrar a los culpables.
Freddy Orellana tenía 39 años, le decían "el negro Freddy" y era una persona bastante conocida en la población O'Higgins de Calama. Era padre de dos niñas y se encontraba en libertad desde febrero, luego de cumplir una condena en la cárcel.
Este reciente caso trae el recuerdo de muchos otros ocurridos en Calama, en los que las víctimas fueron brutalmente asesinadas.
Traición
El 2001 ocurrió un impactante hecho que aún se encuentra en la retina de los loínos. Se trata del asesinato de Claudia Araya, una joven trabajadora calameña que se desempeñaba en una agencia de juegos de avenida O'Higgins.
Claudia Araya murió en las manos de un amigo, quien aliado con otro delincuente, realizó un plan para robar el lugar de trabajo de la mujer. Soportó una gran golpiza, pero además la atropellaron, estrangularon y quemaron. Finalmente, lanzaron su cuerpo por una quebrada.
Perdido
Otro caso impactante es el de Julio Galarce, el que salió a la luz en 2005. Atado de manos y pies se encontró un cadáver con señales de estrangulación y golpes severos. Una vez realizada las pericias se determinó que este hombre murió por las bajas temperaturas, ya que luego de sufrir la golpiza, los delincuentes dejaron su cuerpo en el desierto.
Era un taxista y estuvo desaparecido por bastante tiempo antes que se encontrara su cadáver. En el juicio oral por esta causa se determinó que falsos pasajeros agredieron con golpes a este hombre en su taxi, luego lo llevaron a una quebrada de Calama. En ese lugar, lo ataron con las manos en la espalda, con alambres y cordones, lo dejaron botado en medio del desierto boca abajo e imposibilitado para pedir auxilio.
Así terminaron con la vida de Julio Galarce, quien no resistió y murió por asfixia e hipotermia.
Dinamitados
También se recuerda el caso de los dinamitados que dio la vuelta al mundo y es parte de la historia de Calama.
Fueron agentes de la Central Nacional de Investigaciones (CNI) de la dictadura de Pinochet los responsables de este delito, quienes fueron fusilados en 1982 en la prisión de Calama por cometer el macabro crimen.
Gabriel Hernández y Eduardo Villanueva asaltaron la sucursal de Banco Estado en Chuquicamata en marzo de 1981. Por un botín de $45 millones decidieron llevarse a dos empleados del lugar: Guillermo Martínez y Sergio Yáñez, a quienes los trasladaron hasta un sector del camino a Chiu Chiu, lugar donde los balearon en la nuca, para luego dinamitarlos con cartuchos en la boca, manos y ano.
"El crimen del siglo" lo llamaron en los medios de comunicación. Fue tan conocido que incluso se recreó en el popular programa de televisión "Mea Culpa". Actualmente, las víctimas de este asesinato aún son recordados día a día en el "paredón".