Nuestra historia
Yo estudié en la Escuela Primaria y estoy próximo a cumplir 80 años de edad.
Recuerdo cuando nos enseñaban Historia de Chile.
Recuerdo la historia del combate de La Concepción y de cómo crecía el relato de unos jóvenes que nunca arriaron la bandera nacional, al igual que el insigne Arturo Prat.
Y miro en la televisión lo que pienso que es una afrenta a esa bandera, colgando sobre una muralla del edificio del Congreso Nacional, con consignas escrita sobre ella.
Y justo hoy y mañana, 9 y 10 de julio se conmemora el sacrificio de los 77 chilenos que no la arriaron y sacrificaron sus vidas por ella.
Y pienso en los jóvenes que en esta semana han jurado por Dios y esa bandera defender la Patria hasta morir.
Y todo Chile se queda tranquilo. Y sus autores, de lo que yo pienso es una afrenta, están tranquilos también.
Y los autores de la otra afrenta a la creencia de los cristianos, hace pocas semanas, rompiendo la imagen del Cristo crucificado, también están tranquilos.
Pienso -permitan pensar a mi edad-, que estamos perdiendo los valores.
Supongo que en algún momento se recibirán en forma pública las excusas por ello y seguiremos tranquilos, excepto con los comentarios a favor y en contra de ello.
Y pienso, finalmente, en una frase bastante habitual que sirve de consuelo para todo tipo de acciones o no acciones indebidas: Estamos en Chile.
Carlos Escobar
Lluvias
Recuerdo que hace algunos años atrás cada vez que llovía quedaba el descalabro en la ciudad, parecía un lugar devastado, me alegro los cambios notorios ocurridos, porque todos hemos visto que hoy la situación es distinta. Se nota mejor infraestructura, mejores calles y también preocupación de las personas de arreglar sus viviendas para evitar que se les lluevan. Claro que falta continuar mejorando, pero se ha avanzado. Felicitaciones a todos los que han permitido estas mejoras desde la Municipalidad el Alcalde y los propios vecinos.
Laura Madariaga Fredes
Ley de Etiquetados
Aquella vieja metáfora de don Otto que al ver a su mujer engañándole en el sofá del salón, lo lleva a una decisión drástica para terminar con tal deshonra: vender el sofá, me recuerda esta la Ley del Etiquetado de Alimentos, en vigencia desde el 27 de junio.
La industria vende a su libre albedrío productos tóxicos y altamente dañinos para la gente, con el beneplácito de políticos y guardianes de la salud pública, enfermando a un 25% de niños que padece obesidad.
La mejor solución drástica: poner sellos negros informativos "altos en…" que, de suyo, los modestos pobladores no entienden o no tienen alternativa de productos sanos.
El menos común de los sentidos, el sentido común, dice que el Estado debe ir a la raíz y simplemente prohibir a empresarios inescrupulosos la fabricación de estos alimentos con grasas saturadas como se hace en países desarrollados.
Otra perla de cómo queremos y cuidamos el futuro de Chile.
Gaspar Millas del Río
Puerto
La pregunta que algunos nos hacemos es si producirá alguna repercusión respecto al enorme impacto mundial que significó el ampliado del Canal de Panamá y lo que representa para que países, especialmente de América, impulsen sus infraestructuras y el tráfico marítimo a través de sus puertos.
Mi pregunta directa es a nuestras autoridades sobre qué ocurrirá con el Puerto de Antofagasta. Toda esa enorme campaña de desprestigio a que fue sometido, que a todas luces cohibió y detuvo todos los planes y proyectos de ampliación de sus instalaciones, incluso hasta llamados de licitación para concesionar el frente uno, que incluía la reparación de sitios dañados por un sismo fueron detenidos, acaso no representa una irresponsabilidad absoluta.
Haber detenido todo el progreso de una economía regional sólo para acallar a sectores interesados en llamar la atención, constituye un grave daños a los reales intereses de la región.
El puerto de Antofagasta requiere imprescindiblemente retomar la senda de su crecimiento, ampliando sus instalaciones portuarias de acuerdo a las nuevas exigencias que demanda la ampliación del Canal de Panamá, esto es por las naves de mayor tamaño y capacidades, no hacerlo simplemente es renunciar a continuar en la senda del progreso.
Sergio Petricio Perlik