Valeria Barahona
La ansiedad y el estrés son los mecanismos de defensa que tiene el cuerpo humano para reconocer las amenazas del entorno y así responder para asegurar su propia sobrevivencia.
Pero, dado el ritmo de vida actual, corremos el riesgo de quedar atrapados en la sobremarcha del sistema, lo que conlleva un estado constante de ansiedad que puede ser debilitante.
Mal generalizado
Así, por ejemplo, casi el 20% de la población estadounidense posee un tipo de trastorno de ansiedad, por lo que el desarrollo farmacológico para esta aflicción es una constante en el trabajo de los laboratorios. Allí, los científicos saben los motivos que desencadenan el estrés y la ansiedad -eventos psicológicos y físicos que liberan hormonas, especialment cortisol-, pero las drogas para aplacar estas sustancias no siempre se traducen en el alivio de los síntomas de ansiedad.
Ante ello, un estudio en animales publicado en la revista Molecular Psychiatry reveló que un conjunto de neuronas en el hipotálamo, es decir, el centro de control de estrés del cerebro, juegan un papel crítico en respuesta a la ansiedad, ya que estas controlan la liberación del cortisol, pero, a su vez, mantienen conexiones con otras partes del cerebro que están implicadas en las respuestas a la amenaza, tales como el aumento del ritmo cardíaco y la respiración.
Por ello, los científicos extrajeron el gen que controla la liberación de cortisol en estas neuronas, a un grupo de ratones, descubriendo así que los animales tienen niveles más bajos de estrés, junto a, tras la intervención, mostrar menos signos de ansiedad en su comportamiento.
De esta forma, el equipo de endocrinología del Hospital Infantil de Boston, liderado por José Machdub, dio cuenta que estos ratones eran más aventureros en la exploración de un laberinto, en comparación con sus pares de control que se comportaron con temor, apegándose a las paredes del laberinto.
Al quedar en evidencia una mayor complejidad en los puentes y divisiones cerebrales, los medicamentos existentes contra la ansiedad, que solo se dirigen a los niveles de cortisol -dice el doctor Machdub- no pueden ser tan eficaces. Esto, debido a que son demasiado amplios: disminuyen los niveles de cortisol en algunas partes del cerebro, al tiempo que se eleva en otros, por lo cual el efecto puede verse anulado.
Este resultado proporciona un avance en la comprensión química de la ansiedad, destacando el hecho que las estrategias contra el trastorno pueden necesitar ser más específicas neurológicamente.
Ello podría conducir a la producción de medicamentos más eficaces, destinados a zonas particulares del cerebro. Machdub dice que el siguiente paso es averiguar qué otras áreas del cerebro afectan las hormonas del estrés a las neuronas, sumado a entender cómo el cortisol desencadena los síntomas físicos de la ansiedad, tales como la presión arterial elevada y la respiración superficial.
Encontrar nuevos fármacos "no va a ser fácil", dice el médico Machdub, "pero estamos trabajando en eso. El objetivo ahora sería ver si en los seres humanos se produce la misma reacción que tuvieron los ratones, lo cual sería un paso para reducir la ansiedad, sobre todo en personas diganósticadas como crónicas. Este es un buen comienzo."
Cómo es la ansiedad crónica
"El miedo se apodera de ti. Empiezas a sudar frío, a temblar. Suben las pulsaciones y experimentas malestar físico. Sientes que no puedes respirar y la cabeza no para de tener pensamientos sobre todos los posibles escenarios negativos -fatalistas- que pueden ocurrir si das un paso", así describe a la ansiedad crónica un artículo de la BBC, agregando que se trata de un trastorno que puede tomar el control de la vida, al punto de impedir a una persona salir de su casa o trabajar.