Más allá del significado libertario del 18, se conjugan en esta celebración nuestra alma, tradiciones, cultura e idiosincrasia, que en su conjunto nos hacen vibrar frente a estas celebraciones que más que buena comida y baile, representa lo que en definitiva somos: chilenos.
Aunque para muchos, lamentablemente estos feriados significan nada más que descanso, debe ser un motivo de orgullo y solemnidad, ya que representa sacrificios de vida y entrega de grandes personajes en nuestra historia, de transformar herencias anárquicas y dictatoriales en democráticas. En mutar leyes de privilegios para unos pocos en derechos para todos, en cambiar actos de explotación por trabajos dignos, en eliminar reglas impositivas por libertades individuales.
La patria debe ser sinónimo de soberanía, justicia social, de libertades básicas de cada habitante, de autonomía, igualdad en dignidad y derechos, entre otros.
Pero para poder tener una patria que nos enorgullezca y nos enaltezca se requiere construir una sociedad con profundos valores que en la actualidad están en tela de juicio, de abandonar egoísmo por entrega, solidaridad y de esta manera asegurar una nación sana del alma, limpia de oscuras conciencias y donde la comunión de sus habitantes reine para que sea equitativa para todos y no para unos pocos, como se percibe en la actualidad.
El llamado de la patria es siempre el mismo, que sus habitantes no transen su tradición, que no pierdan su esencia y su moralidad, porque nos puede llevar a perder la solidez moral e independencia ideológica, política y económica que nos ha caracterizado como nación.
Aún tenemos tareas pendientes como dejar atrás los odios, las muertes injustas y crueles, las injusticias y diferencias sociales, para construir una nación más justa y equitativa. Pero para ello necesitamos volver a tener hombres íntegros, valientes, decididos y dispuestos a dar su vida, para poder realizar estos cambios que nos permitan tener una patria grande.