La amenaza del astroturismo en cielos de clase mundial
ESCENARIO. Mediciones realizadas con satélites demuestran que en los últimos 17 años la contaminación lumínica aumenta en la región de Antofagasta.
A seis kilómetros al noroeste del poblado de San Pedro de Atacama, Daniel Rodríguez (45) llega con un grupo de unos 20 extranjeros al sector del Valle de la Luna. El emprendedor aseguró que hay dos cosas que atraen con fuerza a los visitantes: una de ellas es la noche y las características del lugar que generan la sensación de estar en el satélite natural. El otro aspecto es el turismo astronómico, gracias a las condiciones únicas que ofrecen los cielos de clase mundial para observar el espacio.
Rodríguez vivía en Santiago, pero se trasladó a la zona para comenzar con la microempresa familiar "Una noche con las estrellas". Cuando inició su trabajo, hace un año y medio, había unos diez tour astronómicos en San Pedro, ahora -dijo- la cifra es de 35.
A los 15 años empezó a estudiar astronomía como aficionado y ahora se desempeña como guía de sus propias aventuras que en invierno registran menos diez grados bajo cero, aunque en verano, las condiciones incluso permiten realizar la travesía sólo con polera.
Asegura que en el tiempo que lleva operando ha prestado servicios a unas nueve mil personas. Su llegada a la región partió por una agencia que lo contactó en Santiago, donde efectuaba pequeño tour a familiares y amigos. Una vez aquí, decidió dedicarse a su propio emprendimiento.
Starlight
Esta clase de turismo en los últimos años experimentó un crecimiento debido a la certificación Starlight Unesco que recibió Antofagasta en junio de 2014. La calificación acreditó que la región, junto a Islas Canarias (España), La Serena (Chile), Arizona y Hawai (Estados Unidos) y Sudáfrica, son los sitios del planeta que disponen de los mejores cielos para la observación astronómica.
Sin embargo, el auge que vive esta clase de turismo no convencional enfrenta sus primeras dificultades. Esto lo sabe Rodríguez, quien explica que cerca del sitio donde realiza el tour se instaló una cancha de fútbol.
"Es muy bonita (la cancha), juegan hartos equipos, pero nos perjudica en la noche. La iluminación es hacia el cielo y creo que sería tan fácil como poner una especie de gorro a las torres para que la iluminación apunte hacia el piso", manifiesta el emprendedor.
Para él, la cancha es equivalente a un domo de luz que funciona los jueves, sábados y domingo. "En esta época puede verse la galaxia de Andrómeda y sale justo por este domo. Eso significa que tengo que esperar un par de horas hasta que suba, pero en ese lapso el tour se acaba y la gente no alcanza a ver la galaxia", comenta el microempresario.
Las visitas al sitio cercano al Valle de la Luna las desarrolla entre las 21 y 23.30 horas. Rodríguez dijo que dependiendo de la estación del año varía la composición de quienes contratan su servicios. En verano predominan los chilenos, mientras que en invierno (verano europeo), llega gente desde Europa, "muchos israelitas, y brasileños. Varios vienen directamente por turismo astronómico, mientras que otros toman paquetes turísticos que incluyen las visitas".
Agrega que no desean "detener el progreso. Tenemos los proyectos astronómicos más grandes del mundo en la región, sólo esperamos que se ilumine de manera responsable para no perjudicar esta clase de turismo".
Con 27 años y egresado de Derecho, Iván Bolvarán, aficionado a la astrofotografía, coincide en el impacto de la contaminación lumínica. "Como operadores turísticos debemos velar por la prevención y se han realizado reuniones para tener un gremio", precisa.
Bolvarán manifiesta que lo ideal es que en el futuro esta situación no se agudice. "El objetivo es que las faenas que emiten luz, si siguen expandiéndose o si lo hacen las ciudades, lo hagan bajo las normativas de Emisión para la Regulación de la Contaminación Lumínica para garantizar buenos cielos en los próximos años", sostiene el egresado.
Su emprendimiento, "Vía láctea astrotour" nació cuando llevaba a amigos a observar el cielo. Ahora la locación que escoge para sus tour es la exestación de trenes Yungay, ubicada a 90 kilómetros de Antofagasta.
"La gente ve el atardecer en ese lugar, es muy parecido a Marte y después se hace la observación. También hacemos astroturismo en Chacabuco (exoficina salitrera) y la Mano del Desierto, dando un valor agregado rescatando el patrimonio", precisa Bolvarán.
En promedio por cada visita tiene una demanda de 15 personas, que en su mayoría corresponden a quienes están de paso por Antofagasta, como los colombianos que traen a sus familiares a conocer, lo mismo con universitarios de intercambio en la ciudad.
"Estudié Derecho, pero apareció este emprendimiento y potenciar el cielo de la región para mí ha sido como una causa que me motiva", reflexiona el microempresario.
Amenazas
El doctor en Astronomía y director de la Unidad de Astronomía de la Universidad de Antofagasta (UA), Eduardo Unda-Sanzana, advierte que existen publicaciones internacionales que registran el aumento de la contaminación lumínica en la región y que ésta amenaza directamente el turismo astronómico.
Sostiene que esta clase de contaminación no sólo afecta el estudio astronómico. Conforme pasa el tiempo hay más estudios que indican impactos que son más sensibles para el resto de la comunidad. Apunta al derroche del consumo energético y el costo que significa, además de temas asociados a la salud con el cambio de los patrones de iluminación que afectan a los ecosistemas y a las personas, con modificaciones en el ritmo de sueño y otras consecuencias.
"Hay un efecto perjudicial para la región, que trata de proteger los cielos para el posible desarrollo económico, tanto en temas de educación asociados a ciencia y tecnología, pero también a quienes tratan de hacer turismo astronómico. Si el cielo pierde este atractivo, disminuirá el número de turistas justo en un periodo donde Chile trata de diversificar su matriz económica", añade el doctor.
Unda-Sanzana advierte que es difícil hacerse una idea de cómo avanza el problema, excepto en lugares específicos, donde los residentes que llevan décadas viviendo ahí pueden afirmar que "el cielo ya no es el mismo de antes".
"Eso puede ser casi una evidencia anecdótica. Pero en los últimos 20 años empezaron estudios más sistemáticos aprovechando información satelital. El primer estudio a nivel global fue realizado en 1997, en el que se reconstruyó el estado de la contaminación lumínica en el mundo y a partir de eso hay una línea base para saber qué pasó en los años siguientes.
Los científicos desarrollaron estas investigaciones en 1997 (Cinzano), 2006 (Lorenz) y 2014 (Falchi), esta última, publicada hace un par de meses (ver mapas).
"Muestra cómo el problema avanza incluyendo aquellos lugares donde se supone deberíamos estar controlando esto con especial interés", explica el académico de la UA.
El astrónomo indica que los espacios marcados en negro y gris indican cielos con niveles de iluminación muy razonables. Las zonas azules marcan el límite más comprometido con la contaminación lumínica.
"Desde el azul claro al azul más intenso es cielo que prácticamente no sirve. Al comparar 2006 y 2014, en las ciudades es más fuerte, aunque lo interesante es que aparecen puntos nuevos en medio de la región. Algunos casos corresponden a empresas mineras", puntualiza.
Unda-Sanzana detalla que se comunicó con el autor del último estudio, el italiano Fabio Falchi, quien le señaló que los mapas no son directamente comparables, pero que entregan una indicación cualitativa. Esto quiere decir que al mirar los mapas los límites no deben mirarse en el azul oscuro, sino en el azul intermedio.
Añade que esto indica que la contaminación sigue siendo fuerte en los sitios que no son ciudades. Cielos en los que se está ejecutando el turismo astronómico aún disponen de buena calidad, pero "ya están entrando a la zona en que se ven amenazados. Los operadores se ven obligados a retirarse bastante de los pueblos, siendo que era evitable con una buena aplicación de la norma".
Incluso los sitios Starlight, Alto Loa, Chug Chug o Mano del Desierto, comienzan a estar al límite y eventualmente podrían ver amenazada una futura certificación.
"La reflexión es si como región estamos haciendo algo para mantener estos sitios o lo estamos dejando al azar", profundizó el profesional.