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Los tipos duros no bailan

El cubano Leonardo Padura, uno de los escritores que han ampliado los alcances de la novela negra latinoamericana, aprovecha la gira de su último libro para hablar de la isla, de Mario Conde, su personaje inmortal, y del pito en la oreja que escucha desde hace 30 años.
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Una gira de tres semanas y cuarenta entrevistas en distintos países latinoamericanos son las que precedieron la estadía del escritor y periodista cubano Leonardo Padura en Chile, y que tuvo como hito dos conferencias en Puerto de Ideas. Es el desgaste de la fama debida a Mario Conde, el personaje que protagoniza sus novelas que han recorrido Iberoamérica e incluso Europa, en series negras con sólida investigación histórica.

Esta conversación fue parte de la gira literaria de "Regreso a Ítaca" (Tusquets Editores), su último libro publicado. Es la versión novelada de la película homónima que dirigió el francés Laurent Cantet. Toma como punto de partida "La novela de mi vida", otra narración del cubano que problematizaba con la idea del exilio y la estadía, dos pulsiones que rondan su obra.

En una terraza de La Habana con vistas al Malecón, viejos amigos celebran el regreso de Amadeo, exiliado en España durante dieciséis años. Mientras avanza la noche la alegría pasa al estremecimiento.

Parte importante del interés que despierta Padura es la visión de Cuba, donde vive en la paradoja de ser reconocido en su país -más de un año ha sido el más leído en las bibliotecas públicas- y a la vez un díscolo del discurso oficial.

Es una libertad fundada en el premio obtenido en 1995 en España, el Café Gijón, que abrió su circulación para lectores fuera de la isla. Padura ya tenía cuarenta años, había publicado varios libros y se dedicaba al periodismo, labor que no ha abandonado del todo pese a su éxito.

-Usted ha publicado compilados de cuentos y artículos, ha trabajado en guiones. Entendiendo que la novela es el género que demanda y da, ¿quiere volver a otro género en prosa?

-Sigo haciendo periodismo, no he dejado de hacer periodismo, trabajé quince años profesionalmente como periodista. En 1995 me hice profesional de la literatura, en el sentido que es mi fuente principal de trabajo, pero sin dejar de hacer periodismo. También en los años ochenta y noventa escribí bastante ensayos y sigo haciéndolo, tengo en preparación el libro "La intencionalidad y la novela", y escribo guiones para cine, pero el mayor tiempo me lo lleva la novela.

-Eso tiene lógica en relación a que sus novelas tienen mucha investigación. Ha impresionado a la comunidad judía con la inserción de elementos propios de esa cultura en "Herejes". ¿Cómo se informó?

-Leyendo y hablando con algunos judíos. En Cuba la comunidad judía es muy limitada, pero tengo amigos judíos fuera de Cuba. Fue un proceso de aprendizaje, porque al no vivir cerca de judíos todo me resultaba exótico y todo me resultaba conocido, porque la cultura judía ha permeado toda la cultura occidental. La Biblia es el texto judío por excelencia y el texto occidental por excelencia.

-Usted ha reconocido amplia influencia de los narradores norteamericanos. ¿Esos libros en Cuba se conseguían?

-Sí. A lo mejor cuando John Updike estaba publicando su serie de los conejos llegaba un libro, pero estaba Hemingway, Fitzgerald, Dos Passos. Entonces había una gran cantidad de literatura norteamericana que se podía considerar clásica en los sesenta o los setenta. De esos escritores yo recibí una gran influencia, pero las estructuras las aprendí con los iberoamericanos.

-¿Cuánto tiempo le tomó formar a Mario Conde, el personaje?

-Lo inventé para una novela que se llama "Pasado perfecto", que escribí entre 1990 y 1991, ahí el personaje coge su primera forma. En la novela siguiente, "Vientos de cuaresma", su entidad psicológica se completa, para las cuatro novelas que escribí hasta el 1997. Después seguí utilizando el personaje, aparece en ocho novelas.

-¿Qué proyección le ve?

-Por lo menos lo estoy utilizando en la novela que estoy escribiendo ahora, ya con sesenta años, y bueno, espero que me acompañe unos cuantos años más.

-¿Qué anécdotas, trasladándonos a la realidad, le han ocurrido con el personaje?

-Muchas. Mario Conde de alguna forma ha sufrido una transmutación de personaje literario, a veces los lectores lo ven como una persona real y me preguntan por cosas como si fuera alguien vivo, que existe con una independencia existencial con respecto a mí. Es muy agradable que un personaje tenga la capacidad de representar de una manera tal la realidad, la idiosincrasia, la forma de pensar, como para dar ese salto de la literatura a la realidad y generar esas confusiones.

Isla Padura

-Su experiencia en Angola es significativa. ¿Recuerda alguna vivencia que lo haya marcado?

-Muchas, fue un año de trabajo como periodista civil, no fui como militar, en un país que estaba en guerra y por lo tanto mi condición de civil era precaria, podía cambiar inmediatamente. Lo primero que hacíamos todos los cubanos, civiles, era estar 21 días en un campamento haciendo un entrenamiento militar. Entre los muchos recuerdos que tengo, una cosa fundamental fue descubrir la miseria extrema. En Cuba no la conocíamos, en Cuba había pobreza, pero no profunda. Y como recuerdo personal permanente tengo un pito en mi oído izquierdo, irreversible, por un vuelo que hice en un carguero soviético al sur de Angola. El avión tenía que bajar en espiral y con poca descompresión. Estoy escuchando el mismo pito desde 1986.

-Usted ha recordado que durante el período especial (terminado el apoyo soviético a Cuba) creó bastante. ¿Existe una relación entre dificultad y creación?

-En situaciones difíciles la creatividad se despierta, fue en esa etapa complejísima y pobrísima cuando la creatividad cubana alcanzo su más alto nivel en todos los sentidos. Permitió crear obras importantes. De alguna forma fue un escape a tanto problema económico y existencial.

-¿Lo visitan fans en su casa?

-Sí, y es un problema. A veces me llama a mi casa alguien, me grita desde abajo, yo vivo en la planta alta. Mi madre en la planta abajo me dice te busca un señor chileno, que ha ido a Cuba porque ha leído mis novelas. Está ahí para que yo le firme un libro y para invitarme a comer. "Bueno", le digo, "te firmo el libro, la invitación te la agradezco, pero tengo que trabajar".

-¿Qué ruta le recomendaría a un turista para que conociera Cuba de verdad?

-Yo creo que la expresión cultural cubana por excelencia es la música. Los pintores, los cineastas, los escritores somos prescindibles ante la música, que es una de las universales del siglo XX, con una cantidad de intérpretes, compositores y géneros impresionantes. Sobre todo recomiendo verla en lugares para cubanos, donde hay un refrán del béisbol que dice: "Al duro y sin guante". Es decir, que es de verdad. La música no se entendería sin el baile, son complementarias.

-Usted ha contado que su padre hizo un recorrido barrial al final de sus días. ¿Esa vida de barrio aún perdura?

-Ha cambiado. Quedan todavía restos y algunas esencias, pero creo que es un fenómeno universal, el barrio va desapareciendo como la entidad que era hace décadas. Las costumbres cambian, la gente se mueve. Mi barrio ha sufrido un desangramiento muy grande con el exilio, muchos cambios de fisonomía con la situación económica que ha sufrido el país. Pero lo que más se mantiene es la relación entre la gente, llevamos mucho tiempo viviendo allí, somos muchos. Mis vecinos han vivido allí toda mi vida, construyeron sus casas, tenemos una relación familiar.

Política literaria

-Ha mencionado que tanto los escritores cubanos dentro y fuera de la isla mantienen una comunicación. ¿Cómo se manifiesta?

-Hay de todo, hay personas en Cuba a las que no veo y no quiero ver, hay personas en el exilio que no veo ni quiero ver. Hay otros a los que veo y quiero ver en Cuba, en Miami, en Madrid, en París, pero sobre todo, lo que hay es una comunicación casi milagrosa en una generación de narradores a la que yo pertenezco, en la que hemos creado una especie de hermandad. La mayoría está en la isla y hay otros que están fuera.

-Hay una cadencia en la literatura cubana que se pega del ritmo.

-Como escritor cubano soy rítmico, yo termino mis períodos con inflexión hacia abajo. Me gusta que tenga el ritmo que yo oigo, y esto puede ser un disparate absoluto, porque te habla la persona con menos ritmo que te puedas imaginar, no sé bailar, no soy capaz de tocar ningún instrumento, solamente entiendo el ritmo en términos literarios.

-Habitualmente le piden predicciones acerca de Cuba de todo tipo, pero esta vez hay algo más específico. ¿Usted cree que los cambios en la isla incidirán en la escritura?

-Sí, todo cambio social provoca a la larga una nueva reflexión en el arte. Por supuesto no todos lo asumen de la misma manera, eso depende de la estética del creador.

-Sin la internacionalización de su obra, ¿hubiese sido posible publicar los libros que han sido más polémicos en relación a la política cubana?

-No lo sé, yo creo que el hecho de poder publicar fuera de Cuba me ayudó mucho, en el sentido que me dio más libertad, me ofreció un espacio de seguridad económica importante, pero ya la historia está escrita de una manera, tratar de entenderla de otra sería complicado. Puede que sí y puede que no.

-¿Cuál es el proceso para que sus libros sean publicados en Cuba?

-Mi editorial española le da una autorización a una editorial nacional para que sean ediciones que circulan en pesos cubanos, porque es la única forma que los lectores puedan adquirir un libro que cuesta veinte euros en España, que es la mitad del salario máximo en mi país. Es la única manera de que en pequeñas cantidades puedan circular.

-Usted ha escrito ensayos sobre la novela negra. ¿Qué particularidades ve en la que se realiza en Latinoamérica?

-En Latinoamérica hemos tenido todas las malas experiencias, desde las dictaduras y los totalitarismos, hasta la violencia cotidiana en las calles, el narcotráfico, el crimen organizado, la corrupción, el abuso de poder. Eso le ha dado sustancia la novela negra y la ha convertido en un vehículo que se ha hecho crónica. Me faltó un elemento importante: el miedo. Creo que la novela negra latinoamericana ha tenido un desarrollo importante en México, en Argentina, en Chile, menos en Cuba, porque fue por años una literatura muy de propaganda. Creo que a partir de mí se rompe esa tendencia. En los últimos años se han ido incorporando escritores de Nicaragua, de Puerto Rico, casi siempre con esa perspectiva social.


Tania, Rafa y Amadeo


"Regreso


a Ítaca"

La escena nos permite ir identificando a los personajes. Aldo es negro, está vestido con un t-shirt desteñido que le queda un poco grande y unos viejos jeans que han perdido la forma y acentúan su aire un poco tosco. Rafa presta más atención a su imagen y es lo que podría llamarse un tipo a la moda: jeans ajustados, camisa con cuello Mao y un corte de pelo impecable. Amadeo lleva una camisa clara de mangas largas recogidas hasta el codo y un pantalón también claro. Todo en él respira el intelectual un poco estereotipado. Tania, bella y coqueta, luce un vestido de colores vivos con un escote un poco exagerado que adornan muchas gangarrias.

Sin dejar de bailar, Rafa se toca la sien y mira a los otros, para obligarlos a recordar lo que sigue y cantan:

...Pa-ra-pa-pá, Pa-ra-pa-pá...

Y de tanto sol que cogió...

¡se le quemó la papaya!

Han subido el volumen con el último verso. Todos ríen, chocan palmas y aún agitados por el ejercicio realizado se dirigen hacia la mesa donde han dejado vasos con ron y refresco en medio de una pila de libros que, evidentemente, acaban de salir de unos paquetes de regalo. Los papeles de colores que los envolvían están desperdigados por el suelo.

Aldo mira sonriente a sus amigos, se acerca al reproductor de música y cambia el disco.

-Está bueno ya de esta mierda -dice Aldo.

Se escucha ahora la voz de Joan Manuel Serrat a un volumen más bajo pero audible. Todos escuchan la canción Aquellas pequeñas cosas con un sentimiento de recogimiento casi religioso.

Rafa se sienta, haciendo evidente que el ejercicio físico realizado no le ha sido muy agradable a su cintura. Comienza a hojear con placer un libro de arte de gran formato.

-Coño, Amadeo, la partiste... -dice Rafa-. Gracias por traerme este regalo... ¿Tú sabes que aquí nadie conoce a Tàpies?

-Yo tampoco lo conocía mucho... -reconoce Amadeo-. Pero el año pasado fui a su fundación en Barcelona y, mira, por poco me caigo de culo.

-Inquisitivo pregunta-: ¿Tú sabes lo que dice el tipo? Que pintaba así porque es miope y no ve bien...

Aldo, incrédulo, se asoma hacia el libro.

-No jodas. ¿De verdá?

Rafa lo mira, burlón:

-Coño, Negro, quién se cree eso...

Respirando todavía con dificultad, Amadeo busca en sus bolsillos, saca los cigarros, marca Popular, y el

encendedor, y prende uno, para luego dejar la cajetilla sobre la mesa. Aldo lo mira sorprendido y le pregunta:

-¿Y tú no habías dejado de fumar?

-Sí, viejo..., pero nada más llegar aquí me dieron unas ganas... -Amadeo levanta los hombros, justificándose, y vuelve a fumar mientras se sirve un trago de ron, al que le añade hielo.

Amadeo ocupa el banco de parque y extiende un brazo sobre el espaldar. Los demás ya se han sentado, y comienzan a hablar de los tiempos pasados. Resulta evidente que estos personajes son viejos amigos con grandes complicidades y mucho tiempo compartido.

-Le ronca el mango, por culpa de este yo empecé a fumar... -dice Rafa señalando a Amadeo con un gesto de la cabeza-. Y después él lo dejó y yo me quedé embarcao con un vicio que... ya ni sé cuántos años llevo fumando.

Fragmento de "Las cartas de Eros", de Enrique Lihn.

"En 1995 me hice profesional de la literatura, en el sentido que es mi fuente principal de trabajo, pero sin dejar de hacer periodismo".

"Resulta evidente que estos personajes son viejos amigos con grandes complicidades y mucho tiempo compartido".

"Mario Conde de alguna forma ha sufrido una transmutación de personaje literario, a veces los lectores lo ven como una persona real".