El verdadero valor de la caridad
Si esta virtud se practicase en su amplio sentido tal vez la paz mundial dejaría de ser sólo una esperanza.
La caridad bien entendida, se la puede desarrollar desde todas las esferas de actividad que tiene el hombre, en el vasto campo del mundo. Extraordinario ejemplo de amor al prójimo, de solidaridad humana, de entrega total, dio al mundo ese hombre excepcional que se llamó Albert Schweitzer, verdadero apóstol del renunciamiento y de la caridad, cuyo culto practicó hasta los últimos instantes de su vida, derramándola a raudales en el inmenso templo de África, entre los negros, a quienes llamaba sus hermanos, siendo él blanco puro, de alma y de corazón.
Pero, por desgracia, estos casos son demasiados aislados, podríamos decir sobrehumanos, porque la historia de la humanidad está más bien plagado de atrocidades terribles, que muestran sin disimulo la lobreguez que todavía obscurece el alma humana, arrastrando al hombre por los sangrientos caminos del odio y del exterminio. Guerra aquí y allá, asesinatos chinescos, traiciones sin fin, miseria por todos lados: he ahí el espectáculo que el mundo nos ofrece cada día.
¿Por qué el odio en lugar del amor? ¿Por qué las discriminaciones étnicas en vez de la integración? ¿Por qué la intolerancia religiosa en lugar de la comprensión? La sana política en lugar de la lucha en común. Porque sin duda se ha olvidado la caridad. Si esa virtud se practicase en su amplio sentido en el mundo entero, si la caridad primase como principio supremo como ley fundamental en todas las relaciones humanas, la convivencia seria una realidad y tal vez la paz mundial dejaría de ser sólo una esperanza.
Busquemos, con afán de poseídos y divulguémosla como sembradores del bien, la práctica de la caridad, ese amor al prójimo que es renunciamiento y entrega, que es perdón y justicia; generosidad y sacrificio. Tenemos el caso de Jesús, mostró la más sublime prueba de caridad con su ejemplo, transformando la historia de la humanidad.
Nuestra actitud frente a nuestros semejantes, en esta era turbulenta en que vivimos, tiene que ser de aproximación, de identificación, con sus problemas, en disposición de ayuda, que bien puede traducirse en un sano consejo oportuno, en su apoyo moral que le sirve de aliciente.