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Beijing y Washington se encaminan a una etapa con sobresaltos

CHINA. Gigante asiático teme la llegada de nuevas tensiones comerciales y políticas.
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Las palabras y actitudes de Donald Trump hacia China no han sido nada halagüeñas, ni durante su campaña ni ya como Presidente electo, por lo que en el gigante asiático se teme la llegada de una etapa de renovadas tensiones comerciales y políticas entre las dos grandes economías mundiales.

La promesa de "hacer a EE.UU. grande de nuevo", lema electoral del magnate, incluye combatir la presencia de los productos y las empresas chinas en su país con aranceles y sanciones, lo que augura una era de confrontación entre las dos superpotencias, como mínimo en los primeros meses de la Administración Trump.

Relaciones "tensas"

"A corto plazo las relaciones comerciales van a ser tensas, porque Trump quiere aumentar los impuestos a las importaciones de productos chinos y se necesita tiempo para que los dos gobiernos negocien", vaticinó a EFE Xiong Zhiyong, académico de la Universidad de Asuntos Exteriores de China, en Beijing.

Trump amenazó en su campaña con aranceles de hasta el 45% a los productos chinos, algo que de materializarse podría bajar 1,4 puntos porcentuales el crecimiento económico de una potencia asiática que ya está en desaceleración, según cálculos de expertos del banco de inversiones Morgan Stanley.

El hecho de que Trump haya nombrado a notorios críticos de China en puestos clave de su política comercial tampoco hace abrigar muchas esperanzas.

La Oficina de Comercio Exterior estará dirigida por Robert Lighthizer, quien acusó a Beijing de prácticas comerciales fraudulentas, y al frente del Consejo de Comercio Nacional estará Peter Navarro, autor de un libro y un documental llamados "Muerte por China", en los que se la culpa de los males económicos de EE.UU.

Tampoco en el ámbito político el panorama es muy positivo: las críticas de Trump a la pasividad de China con Corea del Norte, su polémica conversación telefónica con la Presidenta taiwanesa, Tsai Ting-wen; o sus amenazas de usar esa isla como arma de negociación comercial ya han inquietado al régimen comunista.

"Va a aumentar la rivalidad política, porque los dos gobiernos tienen grandes desacuerdos", admite Zhu Feng, profesor de diplomacia en la Universidad de Nankín, quien confía en que en la cuestión taiwanesa la sangre no llegue al río, pero sí predice que "habrá que negociar" en otros contenciosos regionales.

Un impredecible ante el reto de "hacer EE.UU. grande de nuevo"

PRIORIDADES. El empleo, las guerras en Irak y Afganistán, el EI y los acuerdos comerciales son algunos de los desafíos de Trump.
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Mabel González / Agencias

Aunque se ha mostrado como una figura impredecible, sí está claro que Donald Trump llegó a la Casa Blanca con el reto de cumplir una promesa electoral tan rotunda como difusa: "Hacer a EE.UU. grande de nuevo".

El multimillonario, una ex estrella televisiva, dueño de un imperio inmobiliario y novato en política, causó conmoción con su inesperado triunfo ante Hillary Clinton. Por ello no extraña que la llegada al Despacho Oval de Trump, conocido por su carácter impulsivo, genere una extraordinaria incertidumbre y desconcierto, dentro y fuera del país.

Thomas Mann, politólogo del centro de estudios Brookings, comentó a EFE que EE.UU. no se halla, por primera vez en mucho tiempo, ante "un nuevo Presidente normal que va a asumir el poder", pues "nada es normal" acerca del empresario republicano.

Frente al demócrata Barack Obama, que dejó la Casa Blanca con una notable popularidad tras ocho años de gobierno, Trump toma el relevo como el Mandatario electo más impopular del país en décadas: 51% de desaprobación y sólo un 44% de apoyo ciudadano.

En el agitado periodo de transición, el magnate confeccionó un gobierno que mezcla figuras republicanas, como su jefe de gabinete, Reince Priebus; con populistas, como su asesor principal, Steve Bannon, acusado de racismo.

En opinión de Mann, esas "señales", junto a la llamada "democracia tuitera" de Trump y los constantes ataques a la prensa, son "preocupantes" y plantean la interrogante de si el magnate "respetará las normas democráticas o nos conducirá en una dirección autoritaria".

25 millones de empleos

Trump hereda una economía que, tras superar la grave crisis de 2008, volvió a la senda del crecimiento, aunque muchos trabajadores que perdieron el empleo durante la recesión, a quienes el empresario llama "los olvidados", aún no sienten alivio.

El magnate, que prometió ser "el mayor generador de empleos que Dios haya creado", encara el desafío de crear "al menos 25 millones de empleos" con incentivos fiscales y recetas proteccionistas.

Obamacare

En política nacional, el Presidente se propuso desmantelar aspectos clave del legado de Obama, como su reforma de salud, denominada popularmente como "Obamacare", y que ha beneficiado a más de 20 millones de personas, si bien no ha detallado ninguna alternativa.

Para ese y otros menesteres, Trump tiene la suerte de que el Partido Republicano controla el Congreso, pero aún así deberá esmerarse en mantener una buena sintonía con sus correligionarios, que forman parte del establishment al que ha denostado sin cesar.

En materia de política exterior, que Trump abordará bajo la premisa de "EE.UU., primero", el nuevo Presidente se topa con dos guerras aún abiertas y con presencia de miles de soldados estadounidenses: Afganistán e Irak.

Estado Islámico y acuerdos comerciales

Otros problemas pendientes son el terrorismo de grupos como el Estado Islámico; la tensión con Rusia, a cuyo líder, Vladimir Putin, ha elogiado; la difícil relación con China, país al que ha criticado; el estancado proceso de paz en Medio Oriente; el conflicto sirio o el programa nuclear norcoreano. Está por verse también si Trump revierte la apertura de Obama a Cuba, en caso de no lograr contrapartidas de La Habana; si respeta el acuerdo atómico de Irán; si confía en la OTAN y la ONU, y si cumple su amenaza de renegociar tratados comerciales internacionales.

Un México aturdido y sin plan B recibe la era Trump y sus amenazas de levantar un muro

MIGRACIÓN. El país latinoamericano teme por las deportaciones masivas.
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Sin cartas bajo la manga y conmocionado. Así recibe México al nuevo Presidente de EE.UU., Donald Trump, y sus amenazas de levantar un muro en la frontera común y hacérselo pagar, deportar a millones de inmigrantes mexicanos, gravar con impuestos las remesas y dañar al país en el terreno comercial.

Como si llegara el Apocalipsis, los mexicanos han ido asimilando como han podido los flancos abiertos durante meses por el próximo inquilino de la Casa Blanca, considerados ya afrentas a la soberanía nacional e incluso declaraciones de guerra soterradas. Una realidad que ni el más pesimista imaginaba y que sembró en México rabia e indignación.

Dos sentimientos potenciados por la timidez del Gobierno de Enrique Peña Nieto frente al republicano, que algunos han tildado hasta de servilismo desde que lo invitó a la residencia presidencial de Los Pinos en septiembre durante la campaña electoral estadounidense.

Un cóctel con sabor a impotencia que implica a todos los poderes del país, desde autoridades, partidos políticos y movimientos sociales hasta empresarios, pues ninguno ha planteado hasta ahora un antídoto real a Trump.

Con la expresión "A temblar" que usó para titular la noticia sobre el resultado de las elecciones en EE.UU., el diario mexicano Reforma plasmó perfectamente en noviembre la angustia que se respira en la opinión pública de México. Más lejos llegaron personalidades como el historiador Enrique Krauze o el ex Presidente Vicente Fox al comparar al magnate inmobiliario con Adolf Hitler.

el impuesto con que Trump amenazó a las compañías estadounidenses que invierten en México. 35%

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