Donald Trump: Grandeza nostálgica
Tuve el privilegio de presenciar de manera directa, entre la multitud congregada frente al Capitolio, el ascenso al poder de Donald Trump en Estados Unidos. A diferencia de lo ocurrido con Barack Obama, el ambiente general no fue exultante ni festivo sino mas bien opaco, sin grandes momentos de júbilo y con constantes manifestaciones de los opositores de Trump, muchos de los cuales vestían poleras de Obama y carteles como "not my President". Ni siquiera su discurso logró entibiar el frío invernal ni el ánimo de sus seguidores. Y claro, el mensaje de Trump, a diferencia del de Obama, no estuvo anclado en el futuro y la esperanza, sino en el pasado y la nostalgia, lo que explica la opacidad de la ceremonia y la falta de entusiasmo entre los propios seguidores de Trump, quienes prefieren el Estados Unidos de Ronald Reagan y la guerra fría que el actual.
El mensaje central del discurso de Trump fue la idea de volver a hacer de Estados Unidos un gran país. Esto, reconstruyéndolo, recuperando la industria, instando a los ciudadanos a consumir productos nacionales, mejorando la infraestructura, y dando trabajo sólo a los ciudadanos del país, desplazando a los indocumentados. El discurso localista de Trump fue la antítesis del pronunciado por John Kennedy en 1961, quien obvió los desafíos internos para concentrarse exclusivamente en la misión global de la nación en el marco de la guerra fría. Trump, en cambio, en materia internacional sólo mencionó el desafío, no menor, de acabar con el radicalismo islámico y de apelar incluso a un aislacionismo en materia de tratados internacionales, si es que esto fuese necesario para recuperar las glorias del pasado; la receta contraria no sólo de Kennedy sino de presidentes que fueron indispensables para la construcción del liderazgo económico-industrial internacional como Woodrow Wilson.
El desafío de grandeza se pondrá cuesta arriba si es que Trump construye además un liderazgo voluntarista y populista como el que esbozó en su discurso, en el que desacreditó por completo a la clase política, tratando de establecer un vínculo directo y esperanzador entre su persona y la ciudadanía, a la cual promete transferirle el poder. Estas palabras auguran conflictos con ambos partidos y dificultades políticas para lograr la grandeza nostálgica que añora para su país.
Fernando Purcell