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Del módulo 43 de la cárcel a la Universidad de Chile

SUPERACIÓN. La increíble historia del interno que terminó sus estudios en la cárcel, rindió la PSU, y que desde marzo estudiará Arquitectura en la capital.
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La escuela de la cárcel se transformó en el único refugio del que alguna vez fuera el adolescente hijo mayor de un matrimonio santiaguino que soñaba con entrar a la universidad. Tres años después de la solicitud a Gendarmería que lo trajo a esta zona, terminó la enseñanza básica y media, rindió en prisión la Prueba de Selección Universitaria (PSU) y alcanzó el objetivo del que la droga y malas amistadas lo alejaron cuando tenía 13 años.

Sin embargo, como él mismo reconoció, "me pasé un poco de lo que imaginaba". Esto, porque su postulación a la carrera de Arquitectura en la Universidad de Chile fue aceptada, por lo que desde marzo, será un alumno más de una de las casas de estudios superiores más prestigiosas del país.

Rectificar errores

Cornejo explicó que el último tramo de su vida ha sido una rectificación con sus tres hijos y con su madre. Su padre falleció hace varios años teniendo como últimas noticias suyas que seguía preso. "Cuando me preguntan qué consejo puedo dar, es difícil, porque salir de esto es una decisión personal", aseguró.

El recluso que desde este semana goza de la libertad condicional otorgada por la Corte de Apelaciones, dijo que proviene de una familia bien constituida, nunca tuvo malos ejemplos. Sólo tenía una hermana menor y al ser el mayor y regalón de sus padres, terminó abusando de esa confianza.

"Mi infancia fue buena y me iba bien en los estudios, pero a los 13 años dejé el colegio. Mi madre me advertía sobre las malas juntas y con el tiempo me di cuenta que sí influyeron, con ellos empecé en la droga, me volvía loco, robaba y comencé a caer preso", aseguró Cornejo. Al ser el mayor de dos hermanos y el único hombre, "hacía lo que quería. Esto (ingresar a la universidad) es por mi madre, porque muchas veces los papás se culpan por el caminó que toman los hijos, y quiero que sepa que el culpable de todo lo que pasó fui yo".

En 1990, con 18 años, en La Ligua (Quinta Región) tuvo el primero de muchos pasos por la cárcel. Desde ese momento lo único que hacía era consumir droga, alcohol, cometer delitos y volver a caer preso. Cuando tenía 27 años nació su hija mayor. "Estuve ocho años viviendo con su madre, luego me separo. A los 33 nació mi segundo hijo, pero otra vez me separo y tengo al menor de mis hijos, de seis años. Cuando él tenía dos años caí por última vez preso. Un día me miré al espejo y me vi diez años más viejo, quise terminar con todo eso", recordó el ahora estudiante de Arquitectura.

El traslado

En 2005, encarcelado por enésima vez en Santiago, reflexionó: su familia lo abandonó por la forma en que vivía y en prisión tenía muchos "amigos", quienes constantemente se involucraban en peleas y otro tipo de hechos. Por eso solicitó traslado "a los más lejos que se pueda", dijo. Al penal ubicado en la ruta hacia Calama llegó al módulo 43, de alta peligrosidad. En todo este tiempo nunca recibió visitas, ya que sus familiares viven en la capital.

Tras ocho meses en esa unidad lo enviaron al módulo 53, donde alcanzó a estar 20 meses hasta ser derivado a los sectores de baja peligrosidad. Estos cambios fueron vitales, ya que pasar a zonas más tranquilas lo ayudaron a concentrarse en sus estudios y no en conflictos de los internos.

El primer semestre cursó octavo, pero Mario Pinto, director de la escuela, pidió que lo promovieran para no detener su desarrollo: había terminado el semestre con nota siete. El segundo semestre aprobó primero y segundo medio con un 6,8. En tercero medio eligió la especialidad de electricidad y finalmente termina cuarto medio con un 6,9.

"Me preparé para la PSU de manera independiente, le pedí a mi familia que me enviaran libros. Me enfoqué en matemáticas, que era lo más complicado porque hace mucho tiempo que no estudiaba, pero al mismo, es lo que más me gusta, junto al dibujo", explicó Cornejo.

Mientras el resto de sus compañeros tomaban mate o jugaban a la pelota, él repasaba los libros que le trajeron desde Santiago y hacía ejercicios.

"Desde que era niño mi sueño fue estudiar Arquitectura. Jamás dudé que ahora conseguiría llegar a la universidad, ese era mi objetivo, me preparé mucho", manifestó. Mauricio fue parte de los 88 alumnos que rindieron la PSU en la Cárcel Concesionada, hasta donde llegaron los examinadores.

Tras la prueba estaba expectante por conocer sus resultados intuyendo que había registrado un buen desempeño. Los puntajes fueron publicados el 25 de diciembre, pero pasaban los días y no tenía noticias. Lo que más lo angustiaba era que las postulaciones cerraban el 30 de ese mes.

"Le dije al cabo Escalona, a cargo del módulo, que necesitaba conocer los resultados, porque sabía que eran buenos. El cabo me trajo a la escuela, hablé con un profesor y me los entregaron. 661 puntos era algo como lo que imaginaba, pero igual me pasé, fue más de lo que esperaba. Llamaron a mi hermana y ella me postuló a Arquitectura en la Universidad de Chile y como segunda opción a Ingeniería en Obras Civiles, nada más", precisó Mauricio.

La LIBERTAD CONDICIONAL

Tras ser aceptado no dudó y se matriculó en Santiago gracias a que fue beneficiado con la beca Excelencia Académica, la que cubre el 80% de la matrícula y las mensualidades. Sin embargo, su mayor temor fue que en paralelo, su defensora, Camila Leonicio, había solicitado la libertad condicional de Cornejo, requerimiento rechazado por alcances de carácter técnico.

Pero la buena noticia llegó el mismo día de esta entrevista, cuando le explicaron que la Corte de Apelaciones de Antofagasta le concedió el beneficio, por lo que era cuestión de horas para que dejara la cárcel.

En marzo, con 43 años y un pasado presidiario, iniciará la vida universitaria, algo que no lo asusta. "La palabra temor en mi no existe. Si no tuve miedo de estar en un módulo de alta peligrosidad, menos tendré temor de estar en una sala con muchachos que perfectamente podrían ser mis hijos. Me complica un poco (que sepan que estuve preso), pero con hechos puede usar todo a mi favor, no le temo al estigma social", reconoció.

Mauricio añadió que se siente totalmente ajeno al mundo de la cárcel, enfatizando que dejó de pertenecer a ese ambiente hace mucho tiempo. Esto, porque no tenía nadie con quien hablar, ya que los temas recurrentes de conversaciones eran los robos o el uso de armas. Puntualizó que no todos están en lo mismo, "pero sí la gran mayoría".

"Esto es para mi mamá, para que ella no quede con la sensación de que cometió errores. Quiero decirle que aquí está el verdadero Mauricio, el que educó. También es para mis hijos, sino puedo dejar riqueza, al menos quiero que se queden con la herencia de que con esfuerzo las cosas se pueden lograr", concluyó.

sociedad

En febrero de 2014, Mauricio Cornejo Aguilera (43) fue trasladado a la Cárcel Concesionada de Antofagasta para alejarse de los amigos que había conocido en un ambiente al que ya no quería pertenecer. A la región llegó al módulo 43 -sector que recibe a los reclusos más peligrosos- a penas sabiendo leer, sumar y restar.

Jonathan Mondaca Escobar

jmondaca@mercurioantofagasta.cl

mauricio visitó esta semana por última vez la escuela de la cárcel concesionada donde terminó sus estudios.

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