"Cambia todo cambia...", conocido estribillo de una canción de los 70' pero que revela una gran verdad, el cambio es parte de la vida.

Veamos. En el Chile de 1992, sólo el 48% de los hogares tenía lavadora; el 52,6%, televisor a color; el 54,5% refrigerador. ¡Y sólo el 1% de los chilenos tenía teléfono celular!

Datos del censo de esa época que tomó una fotografía del Chile de entonces y que hoy nos parece difícil de aceptar ante una realidad donde cuesta imaginar una casa sin refrigerador, sin televisor y menos, sin teléfono celular.

En cuestión de cambios, Calama también tiene qué decir. El viejo hospital "Carlos Cisternas", data de 1964 y fue diseñado para atender a 40 mil personas. Hoy, el nuevo hospital que se construye, está proyectado para atender a más de 170 mil personas.

Con los ejemplos citados, no intento sino graficar la trascendencia del nuevo Censo de Población y Vivienda del 19 de abril y cuán importante es que ustedes colaboren con los censistas que pasaremos por sus casas.

Y hablo en plural, porque yo también seré parte de los 5 mil censistas loínos que desde tempranas horas iremos a terreno, debidamente identificados, a cumplir con el ejercicio cívico que significa aplicar una sencilla encuesta a responder en un cuarto de hora.

Algo tan simple, pero cuya información permitirá al país hacer una planificación adecuada y no andar como ocurre hoy, remitiéndonos a cifras del censo 2002 porque el aplicado en 2012, durante la administración Piñera, fue deficiente.

El miércoles 19 de abril será feriado irrenunciable. No habrá supermercado abierto, tampoco grandes tiendas para vitrinear, ni espectáculos masivos. Sólo negocios pequeños, almacenes -atendidos por sus dueños- para satisfacer las necesidades básicas.

El censo llegará a cada rincón de la provincia El Loa y tomaremos todos los resguardos para que nuestros censistas hagan bien la pega, tomar esa fotografía, la "la gran selfie de Chile", para saber definitivamente cuántos somos y cómo vivimos los chilenos.

Claudio Lagos Gutiérrez,

Gobernador de El Loa

Una de las principales aspiraciones que tenían las organizaciones y bancadas regionalistas, era lograr la elección de intendentes, o gobernadores regionales, como quedó estipulado en el proyecto de ley, a través de un sufragio universal. Lamentablemente el trámite legislativo se ha visto entrampado en varias oportunidades, fruto de ello a poco tiempo de cumplirse el plazo las posibilidades que se logre la aprobación son casi nulas.

Por lo menos así lo ven los parlamentarios de la zona, quienes aseguran que no habrá tiempo para responder a la demanda de los regiones, debido principalmente a la falta de voluntad de los partidos políticos y sus parlamentarios.

La iniciativa desde su génesis contó con detractores, principalmente aquellos legisladores de partidos que estaban decididos a presentar candidatos a la Presidencia. A ellos y a sus conglomerados, no les parecía que en el caso de que su representante llegara a La Moneda no tuviera el poder de elegir a sus intendentes. Obvio que no les es conveniente para sus definiciones políticas no contar con el respaldo irrestricto de los jefes de las distintas regiones.

Esa realidad motivó la necesidad de encontrar errores en el proyecto de ley, de criticar el poco tiempo para su discusión, cuestionar la definición de facultades y otros tantos inconvenientes que significaran una dilación del proyecto para no lograr su aprobación.

Si se consulta las razones a cada uno de quienes aún no han aprobado el proyecto, su respuesta se encontrará en algunos de los puntos citados con anterioridad. Nadie reconocerá su oposición completa porque saben que es algo que tarde o temprano llegará, pero por el momento apuestan a que sea más tarde y de ese modo afinar con tiempo las piezas para enfrentar ese nuevo escenario.

Con ello las regiones seguirán esperando por tener un poco más de autonomía, tan necesaria para que puedan desarrollarse desde el conocimiento de sus necesidades y prioridades.

Claramente que falta para que el país llegue a ese objetivo, pero lo que más duele es que ni siquiera se da un sólo paso en ese sentido.