Hoy se cumplen dos años del descenso de Cobreloa
EN CHILLÁN. Un 3 de mayo de 2015 se sentenció la suerte de un club que pagó en cancha las divisiones a nivel directivo.
Fue el peor día en la historia deportiva del club. El 3 de mayo de 2015, Cobreloa llegó a Chillán pendiendo de una ilusión casi vaga. Días antes, la resolución de la ANFP de castigar al club con tres puntos en la tabla de posiciones por poner en la banca a Alejandro Hisis ya había adelantado el principio del fin para una institución con 38 años en el fútbol profesional, con ocho títulos nacionales, una Copa Chile en sus vitrinas y dos finales de Copa Libertadores en su historial.
Ese día, con la obligación de ganar, el equipo de Marco Antonio Figueroa salió a la cancha del Nelson Oyarzún a buscar un milagro. Ganarle a Ñublense y esperar que el TAS de la FIFA revirtiera una sanción para optar a salvarse. Pero el epílogo hizo justicia a la suma de equivocaciones, egoísmos e irresponsabilidades de una institución que llenó más páginas de prensa por sus paupérrimos manejos dirigenciales que por sus esperanzadoras campañas dentro de la cancha.
"Es el día más triste que uno, como ex jugador del equipo que estaba en cancha y como parte de ese proceso que pasó de pelear finales a descender, puede vivir. Te deja marcado, no se te olvida más", confidencia Luciano Palos, uno de los que soportó en el vestuario la serie de desórdenes internos que culminaron con una derrota escandalosa en la Octava región, por 3 a 2 ante un equipo que también perdió la categoría. Con el entrenador minero Marco Antonio Figueroa sacado de la cancha con carabineros y protagonizando un espectáculo deplorable por el que fue suspendido largamente en el torneo chileno.
Tan triste como innecesario. Ese día, en la tribuna principal, como nunca se pudo ver a todos los directivos de la institución -muchos viajaron a nombre del club y nunca pagaron esos gastos- que presidía Augusto González. Mientras, en Calama un grupo de hinchas las emprendía con absurdas protestas por las calles de la ciudad para llorar sobre la leche derramada.
Nadie fue capaz de avizorar la debacle. Y a quienes adelantaron el triste final se les prefirió condenar. El resultado es la cruz deportiva que hasta hoy carga la institución. Un club con historia y tradición de primera categoría luchando por recuperar su sitial en la serie A, con cuestionable apoyo e identificación de Calama en sus últimas campañas. Con deudas de arrastre que lo tienen más preocupado de sobrevivir que de soñar.
"Tenemos que ser responsables en nuestra gestión y garantizar que el club siga subsistiendo", es la frase del actual presidente del club, Walter Aguilera. Cobreloa se rearma, busca el orden directivo, sueña con modernizarse y dejar atrás un día que su extraordinaria historia, lamentablemente nunca podrá borrar del todo.