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Siete trozos de la Guerra del Pacífico en una sola batalla

"Pacífico. Historias de la guerra", reúne a escritores chilenos y peruanos en torno al conflicto bélico que marcó a tres países. El chileno Francisco Schilling y el peruano Juan Carlos Cortázar comentan el libro recién lanzado.
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obra del combate naval de iquique, uno de los mayores enfrentamientos de la guerra del pacífico, el 21 de mayo de 1879.

Siete son los cuentos que componen "Pacífico. Historias de la guerra" (Ediciones B), un volumen que reúne a escritores chilenos y peruanos de distintos registros, biografías y corpus literario en torno a la Guerra del Pacífico y su herencia que, a pesar de haber terminado hace casi 134 años, se mantiene hasta hoy como una sombra densa sobre Chile, Perú y Bolivia. Escritos crudos, directos, a ratos irónicos, que se ven cruzados por el trauma histórico de una refriega que en el libro se perfila sin épica ni heroísmo, sino desde la derrota, desde un lugar parecido al tedio.

En "Pacífico", la complejidad de la guerra es atacada desde una narrativa fracturada, múltiple. Desde detonantes que pueden ser un episodio significativo del conflicto, hasta ucronías febriles o escenarios futuristas mucho tiempo después de firmada la paz. En "Biografía de un campeón de lucha", de Patricio Jara, un soldado boliviano se convierte en uno de los primeros campeones de lucha libre de Sudamérica; en "El héroe", de Juan Cristóbal Guarello, Carlos Condell logra erguirse como el máximo héroe patrio en desmedro de un difamado Arturo Prat; más adelante, "El repase", del peruano Alejandro Neyra, explora la tenacidad de la memoria en los relatos familiares sobre la guerra.

Con los ojos de un niño

"Las líneas peruanas habían caído al atardecer, pero la gente que no alcanzó a arrancar se atrincheró en sus casas y fue muriendo de a poco. Las mujeres se reclamaron como botines de guerra y el cementerio se transformó en un centro recreativo de violación y juegos macabros", dice ante el horror de la Batalla de Chorrillos el niño que narra "La oscuridad fundamental", del escritor chileno Francisco Schilling.

"Los niños y adolescentes tienen gran potencia como personajes. Las cosas les impactan más, están menos solidificados, se quiebran y recomponen con mayor facilidad. Aún no se someten ni se resignan al tedio del universo, que es lo que te transforma en adulto. Específicamente, como personajes de la Guerra del Pacífico, tienen una característica que es terrible y entrañable al mismo tiempo: el deseo de ser súper héroes. En ese tiempo no existía el juicio negativo que se ganaron los militares con la dictadura y era algo así como un honor dar la vida por la patria. Lo interesante es lo que ocurre cuando se enfrentan al horror", cuenta Schilling.

.¿Cuál es el primer recuerdo que se le viene a la cabeza sobre la Guerra del Pacífico?

-Gente muerta esparcida por el desierto. Viví toda mi vida en Antofagasta e iba a menudo a las salitreras abandonadas. Si uno caminaba un poco alejándose del pueblo fantasma podía todavía encontrar balas de la guerra. Más adelante me enteraría que bien podían ser balas más recientes, de la dictadura. Pero en ese momento, cuando encontraba un cartucho oxidado o un pedazo de ropa, imaginaba algo así como un campo de gente muerta, fantasmas buscando sus extremidades o sus causas perdidas, cosas como esas.

-En los diarios de Ricardo Piglia se dice que el estilo es la distancia que uno establece con el objeto que narra. ¿Desde qué lugar se aproximó usted a un conflicto que ocurrió hace 134 años?

-Desde un lugar sumamente contemporáneo. Piglia tiene razón: eso define de alguna forma un estilo. Por mucho que uno intente ponerse en el lugar de un soldado del siglo XIX, la cotidianidad del contexto de producción penetra en la narración. Desde este punto de vista, me parece más honesto mentir con respecto al tono de la época que impostar un tono acorde a ella.

Victorias gemelas

En "Dos Victorias", el escritor peruano Juan Carlos Cortázar va trazando paralelos entre las dos versiones de la escultura a la Victoria del 2 de mayo del francés Louis-Léon Cugnot. Una está ubicada en una plaza de Lima y la otra, que estaba embalada e iba a ser instalada en el Callao, fue situada en Talca luego de que Chile la trajo desde Perú durante la guerra. Como en un juego de espejos con la historia de ambos países, son separadas a la fuerza. Las dos victorias se odian, se desprecian, se envidian.

"De alguna manera, la imagen de estas 'hermanas' me permitió escarbar en el sustrato de emociones y sensaciones que, como cualquier peruano, tengo metidas dentro desde niño, asumiendo que son de alguna forma paralelas o complementarias a las que tienen los chilenos", explica Cortázar.

-¿Cuál es el primer recuerdo que le te viene a la cabeza sobre la Guerra del Pacífico?

-En la primaria, la enciclopedia escolar traía fotos de la época de la guerra. Recuerdo mucho una en la que se ve a las tropas chilenas marchando por el Jirón de la Unión, su bandera flameando y la calle desierta. Sentí humillación, rabia, vergüenza. Y desde entonces, la bandera chilena me generó siempre una sensación complicada, un nudo dentro. Ese es mi primer recuerdo, aun antes de entender bien la historia de la guerra. Mi complicación se aligeró años después, cuando militaba en organizaciones de izquierda y la figura de Salvador Allende -siempre con la bandera chilena detrás- era para nosotros un ícono de heroísmo y compromiso.

-En el cuento teje paralelos entre la historia reciente de Perú y Chile, con las violaciones a los derechos humanos. ¿Qué ecos de la guerra nota en esa violencia interna en nuestros países?

-Al seguir la voz de estas dos estatuas, peleadas entre sí, pero sometidas ambas al rito interminable de marchas, himnos y arengas militares a sus pies, me encontré con que terminaban revelando lo ridículo de la cultura militarista.

Carlos Tromben, Francisco Schilling, Alberto Rojas, Alejandro Neyra, Patricio Jara, Juan Cristóbal Guarello, Juan Carlos Cortázar

Ediciones B

172 páginas

$13.900


"Pacífico. Historias de


la guerra"

Por Javier Correa

A.Davey