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Simonetti: "La memoria es una gran contadora de ficciones"

"Desastres naturales", la nueva novela de Pablo Simonetti, nada en las vísceras de la relación padre-hijo y a ratos se vuelve autobiográfica en el relato de su alter ego. El autor profundiza en esa propia exploración.
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Marco es un hombre de medio siglo al que un infarto cerebral leve pone en sintonía con el recuerdo de su padre, que padeció similar deterioro a la misma edad. Marco es también el narrador la nueva novela de Pablo Simonetti, que alude en el título a la madre naturaleza y su colapso: "Desastres naturales" (Editorial Alfaguara).

En su recuerdo, el padre de Marco fue lejano y frío, con excepción del verano de 1971 en Villarrica, bajo con la nocturna y fidedigna erupción de volcán homónimo incluida. Ahí hubo complicidad, amor y respeto. Ahora, aquellos son unos lejanos días varados en la nostalgia, porque son irrepetibles y ofician como el punto de partida para que el hijo entienda y acepte a Ricardo, el patriarca de los Orezzoli.

Pronto la historia tocará de refilón la naturaleza humana que sucumbe al amor y al deseo como una calamidad.

El escritor le adeudaba un lugar en su mundo literario a esa zona de afectos y desapegos que subyace en los dominios de la relación padre-hijo. Al bucear en ese mundo, Simonetti descubrió algunas cosas.

-¿Has vuelto a hacer el viaje en auto que hiciste en 1971 al sur?

-No he vuelto a hacerlo siguiendo el mismo camino, pero sí por tramos cada vez que he ido a la zona. Me alegra y emociona empezar a visitar varias de las ciudades que en ese entonces recorrimos: Temuco, Valdivia, Osorno, Puerto Montt y la más importante: Villarrica. Va a ser emocionante llegar con el libro bajo el brazo.

-¿Se te presenta en sueños aquel Fiat 125 rojo italiano?

-No, pero lo tengo vivo en la memoria. Durante ese viaje, dentro de la cabina de ese auto, de noche, sentí, quizás más que en toda mi vida, que era parte de mi familia.

-A Marco el desastre del volcán lo llena de excitación. ¿Cómo te comportas tú frente a una calamidad natural?

-Hasta hoy me habita esta suerte de morbo catastrófico. Y va acompañado de una necesidad de saber sobre los orígenes y las características de los desastres. Me he hecho aficionado a la meteorología, a la sismología, a la vulcanología. Entro a sitios de internet que sigo una y otra vez cuando algún desarreglo se ha producido o está por suceder. Quizás detrás de todo esté esa primera experiencia de haber enfrentado una erupción volcánica, sintiéndome al mismo tiempo en peligro y protegido. Me sentí querido, valorado por mi padre. Me sentí su cómplice.

-¿Crees que esas calamidades periódicas forman parte del ser nacional?

-Sin la menor duda. Y a pesar de que han sido parte de nuestras vidas desde siempre y que se repiten periódicamente, cada vez las enfrentamos con el mismo sentimiento de fatalidad. En vez de considerarlo como parte de nuestra naturaleza, creemos que estamos siendo víctimas de un dios vengativo. En vez de adaptarnos a ellas, las tratamos de olvidar.

Ruta narrativa

La ruta novelista de Pablo Simonetti partió en 2004 con su exitosa "Madre que estás en los cielos". A la fecha sigue abocado hacia ese género y afirma que no piensa, por ahora, escribir cuentos. "Estoy pensando, eso sí, en novelas breves, o cuentos largos, como por ejemplo 'jardín'. Es una extensión que me acomoda. Alice Munro escribía casi exclusivamente en ese formato y Henry James también escribió grandes historias así", describe.

Simonetti cuenta que al momento de escribir piensa en sus personajes, no en sus lectores, y agrega que esta novela la leyó primero su marido, el pintor José Pedro Godoy, quien es un gran lector. A él le siguieron Oscar Contardo y Juan José Richards, "ambos escritores de fuste, con una notoria capacidad de ver lo que los demás no ven e involucrarse en la lectura con todo su intelecto y sensibilidad".

-Al parecer tu público lector minoritario es el hombre heterosexual. ¿Qué sientes frente a ello?

-Creo que tal como gays y mujeres leemos a escritores heterosexuales con interés, sin echarles en cara su heterosexualidad, los hombres heterosexuales deberían leer más a las escritoras mujeres y a los escritores gays sin el prejuicio de que están leyendo algo "menos universal". Las perspectivas femenina y de la diversidad sexual son tan interesantes y tan universales como las perspectivas del hombre heterosexual. Y la diferencia trae riqueza, no encogimiento.

-Una vez dijiste que ni con jabón gringo te sacarías el mote de cuico gay escritor. ¿Sigue siendo así?

-Las etiquetas son el recurso más fácil cuando se hace el intento de neutralizar a alguien que te amenaza desde la diferencia. Ese mote lo que pretende es mandarme al rincón, sacarme del juego, restarme importancia. La buena noticia es que, al fin y al cabo, son los lectores quienes deciden qué autor tiene verdadera relevancia para nuestra sociedad toda.

-¿Qué lecturas te acompañaron durante la escritura de este libro?

-He leído a lo largo del tiempo muchos libros acerca de la relación entre padres e hijos. A los dieciocho leí "Los hermanos Karamazov" y me causó gran impresión. "Rey Lear" siempre ronda mis novelas, tanto "jardín" como "Desastres naturales" hablan de los conflictos que trae la herencia del poder del padre. Pero hubo dos lecturas que influyeron en el punto de vista que adopté al contar al padre después de muerto, es decir, a través de los efectos que provoca en los demás su muerte. Una es "La muerte del padre" de Karl Ove Knausgård, primer tomo de su sextalogía autobiográfica, y "El padre", del escritor inglés Edward St. Aubyn.

-Esta es tu tercera novela arraigada en una familia. ¿Qué posibilidades narrativas ves en esa elección y qué te atrae del formato?

-La familia, la pareja, las amistades íntimas son mi mundo narrativo. Creo que ahí es donde se fraguan los grandes conflictos del ser humano, la confrontación constante entre el amor y el egoísmo, entre la tradición y la diferencia, entre el miedo y las pulsiones, entre autonomía y pertenencia, entre poder y libertad. Creo que las familias son espejo fidedigno en el que las sociedades pueden mirarse y creo que es una experiencia universal, por muy particular que sea la familia retratada. Por último, todos somos en parte nuestro padre y nuestra madre y cuánto hayamos vivido al interior de nuestras familias nos marca para siempre, en todos los aspectos de nuestra vida.

Padre e hijo

-¿Cómo afinaste el recuerdo de una época pasada?

-Comencé por el viaje al sur a fines de 1971, precisamente porque lo tenía fresco en la memoria y es quizás la parte más autobiográfica de la novela.

-¿Crees posible, en ese ejercicio, caer en algunas trampas de la memoria?

-Sin duda la memoria es una gran contadora de ficciones, porque filtra, selecciona, porque olvida y recuerda de acuerdo a un relato que nosotros mismos nos vamos armando a lo largo de la vida. Pero no es una trampa, sino la destilación de una verdad acerca de nosotros mismos, o al menos de una historia que nos sostiene como las personas que hemos llegado a ser en la adultez.

-¿Cómo fuiste armando al personaje de Marco Orezzoli?

-Es mi alter ego, pero con elementos de ficción que terminan por definir su personalidad y su punto de vista al escribir y recordar. Hay aspectos de mi personalidad que están más desarrollados que otros, hay otros aspectos que ni siquiera se mencionan, hay nuevas cualidades que surgieron con la escritura, lo que lleva a que el personaje tenga su propia esfera vital.

-¿Por qué escogiste ser más explícito que en otras ocasiones sobre la experiencia sexual del protagonista?

-Me pareció que era importante relatar la experiencia del deseo de un adolescente gay en un entorno conservador. Primero para mostrar lo espontáneo e imperioso que es el deseo cuando se presenta en nuestras vidas y también para establecer el grado de encierro que puede llegar a significar para un joven no tener con quien hablarlo, ni con sus padres, ni con sus hermanos, ni siquiera con quienes se acuesta. No hay peor asfixia que no tener palabras para hablar de lo que nos ocurre. Marco vive de manera escindida sus afectos y su sexualidad, escisión que en el futuro le traerá dificultades en sus relaciones de pareja. Un adolescente homosexual debe poder vincular su afectividad y su sexualidad, como ocurre por lo general con los adolescentes heterosexuales. La sexualidad furtiva, a escondidas, vivida a la rápida, negada tan solo ocurrir, se ve oscurecida y enrarecida por la culpa, privándola de su principal característica: que es parte de nuestra naturaleza.

-En cuanto al epígrafe de Stefan Zwieg que usas ("Ahora bien, en la vida de todo hombre irremisiblemente llega el momento en que este reencuentra la imagen de su padre en la suya propia"), ¿reencontraste la imagen del padre en ti?

-Mi padre siempre ha estado dentro de mí, de una forma o de otra, pero de forma inconsciente. Lo que conseguí con esta novela fue ponerme en sus zapatos, sin inculparlo ni tampoco exculparlo, sino haciendo el esfuerzo de entenderlo.

-¿Crees que los imperativos del padre, sus deseos proyectados hacia su progenie, ya no son tan intensos como hace 40 años?

-Creo que el modelo de familia compuesto por el padre fuerte, la madre decorosa y doméstica, los hijos obligados a tomar los caminos de la tradición se está desvaneciendo para bien de todos. La dictadura militar significó para Chile un congelamiento respecto de los avances que se venían haciendo en este sentido en los años 60. La Junta impuso un modelo militar de familia a través del control de los medios, las universidades y los colegios, profundizando aún más el modelo patriarcal de género que había dominado Chile desde su fundación.

-¿Cuánto te costó evocar al padre, cuándo y cómo empezó a hacerse más nítida su figura?

-Me costó mucho evocarlo, como si lo hubiera borrado de mi memoria o como si la distancia sentimental hubiera borrado su estampa, su manera de ser, sus movimientos. Desde niño me costó trabajo descifrar qué estaba pensando en un momento determinado. Su figura se hizo más nítida cuando me sentí frágil, pasados los cincuenta, en ese momento de la vida en que los primeros indicios de la vejez se presentan en el horizonte. Fue la vulnerabilidad la que me unió a él, no fue ninguna de las virtudes que se le atribuyen estereotipadamente a la masculinidad.

-¿Cómo lees esa fragilidad que muestra al final de sus días el patriarca de los Orezzoli?

-Yo más que leerla, la escribí. Pero podría leerse como el progresivo debilitamiento de la figura del hombre fuerte, pinochetista, que llega exangüe al final de la dictadura.

-¿Qué piensas del tema de la absolución y reconciliación familiar?

-Los dos me parecen conceptos demasiado religiosos. Creo que me acomodan más la aceptación y el perdón como ejercicios imprescindibles para alcanzar la armonía familiar.

-Dices que la poca valentía que tienes la heredaste de tu padre. ¿Te legó alguno de sus defectos?

-Sí, él era muy competitivo y yo tuve que luchar contra ese oscuro rasgo de carácter.

Simonetti cuenta que le costó mucho evocar a su padre en la novela: "Fue como si lo huibiera borrado de mi memoria".


la gira del autor


Rabia original

"La pregunta que todavía me hago es de dónde nacía esa rabia mía, arbitraria e inhumana. Había una cuota de egoísmo juvenil, la sensación de que ese hombre con su enfermedad me escamoteaba la supuesta plenitud que debía experimentar. Crecía también una protesta por el hecho de que fuera una obligación para mi madre atenderlo. No creo que él hubiera estado dispuesto a pasar día y noche pendiente de las necesidades de Susanna, de haberse dado el caso contrario. Pero había algo más, una rabia original, el hecho de que la mayor parte de mi vida le había tenido miedo. Llegó a ser tan autoritario que en nuestra relación ya no hubo espacios de intimidad. Fue solo un sí o un no, jamás un cómplice, jamás un testigo, con la excepción de los primeros años en el sur. Fue un hombre al que rendirle cuentas, escritas en una libreta de notas o en el informe de fin de año de la universidad. También por eso detestaba a Pinochet. Lo que Ricardo y mis hermanos celebraban del dictador, su manera de ejercer el poder, para mí constituían un ejercicio de desprecio, de crueldad, de barbarie: tal como mi padre había sido cruel conmigo al convertirse en un simple administrador de disciplina, en un tomador de examen, en un cartógrafo de límites, ahora yo usaba el pequeño poder de mi juventud para vengarme. No es justificación suficiente para tanta inquina, pero es la única en que puedo pensar.

Apúrese,

pase,

trague,

no hable si no va a decir nada,

no llame a la mamá,

quédese ahí,

no tiene que ir a la pieza,

no conteste el teléfono,

no pida cosas que no le pueden traer,

quédese quieto,

no moleste.

Una vez me pidió que le recordara cuánto medía el volcán Villarrica y no le respondí.

Me vengaba porque no me había sentido amado, como después no me sentí amado por mis hermanos. Mi madre insistió por muchos años en que Ricardo me había querido igual que a todos sus hijos. Que yo me había llenado la cabeza de reproches por ser distinto y que había olvidado la cantidad de veces que él había sido tierno y cariñoso conmigo. Para que lo comprobara, me regaló una foto en la que aparezco en brazos de él y me mira con una mezcla de orgullo y ternura. Yo debo de haber tenido poco más de un año y me veo gordito como un cachorro de bulldog. Mi padre está de traje, pelo engominado y con una sonrisa que parece decir: qué lindo este niño que me pasaron para tenerlo en brazos antes de salir. La foto no es la de un padre que se quedara, que jugara conmigo, sino de uno que está yéndose, dejándome en mi encierro. A mí, el último, el concho, el tan distinto a él, el llorón y apegado a su madre, me dejó ahí, enredado en las faldas de Susana. Por eso atesoro ese viaje juntos. Fue la única vez que sentí que él podía ser fuente de libertad".

(Páginas 211, 212 y 213)

Pablo Simonetti

Editorial Alfaguara

248 páginas

$14.000


"Desastres naturales"

Por Amelia Carvallo

andres herrera

"Mi padre siempre ha estado dentro de mí, de una forma o de otra, pero de forma inconsciente. Lo que conseguí co esta novela fue ponerme en sus zapatos".

Pablo Simonetti recorrerá Chile durante el mes de junio para presentar "Desastres naturales". Su itinerario es el siguiente:

-Lunes 5 a las 18:00, Temuco (Librería Qué Leo).

-Martes 6 a las 18:00, Villarrica (Librería Qué Leo).

-Miércoles 7 a las 18:00, Valdivia (Librería Qué Leo).

-Jueves 8 a las 20:00, Osorno (Librería Qué Leo).

-Viernes 9 a las 18:00, Puerto Montt (Feria Chilena del Libro).

-Miércoles 14 a las 19:00, Concepción (Casa del Arte de la Universidad de Concepción).

-Martes 20 a las 11:00, Antofagasta (Salón Horacio Meléndez. Universidad de Antofagasta).

-Martes 20 a las 19:00, Antofagasta (Salón de El Mercurio de Antofagasta ,como parte de FILZIC).

-Miércoles 28 a las 19:00, Viña del Mar (Sala Aldo Francia del Palacio Rioja).

"Me he hecho aficionado a la meteorología, a la sismología, a la vulcanología. Entro a sitios de internet que sigo una y otra vez cuando algún desarreglo se ha producido".

Extracto de "1982", uno de los capítulos del libro "Desastres naturales", de Pablo Simonetti.

"Me vengaba porque no me

había sentido amado, como después no me sentí amado

por mis hermanos".