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Los libros radiactivos de Sara Bertrand

Escribe para niños, pero no pensando en ellos. Su libro "La mujer de la guarda" ganó hace pocas semanas un premio Bologna Ragazzi, algo así como un Oscar de la literatura infantil, definición en la que ella no cree.
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Eso se le está haciendo un poco difícil, debido a premios como el del Banco del Libro de Venezuela o el Bologna Ragazzi, de la Feria del Libro de Bologna, entregado en abril. El primero fue otorgado por la sección venezolana del IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil) para "Cuando los peces se fueron volando", ilustrado por Francisco Javier Olea y editado por la editorial colombiana Tragaluz. El segundo es algo así como los Oscar de la literatura infantil global. "La mujer de la guarda" fue ganadora en la categoría "Nuevos Horizontes", para proyectos fuera de Europa o Estados Unidos.

En Colombia lo editó Babel y en Chile Tajamar, con ilustraciones de la también chilena Alejandra Acosta. El formato sorprende: recién después de varias páginas dibujadas emerge el texto, finalizando luego con otra serie de ilustraciones, todo en tonos negros y azules, que son los colores elegidos respectivamente para el narrador y Jacinta, la protagonista que pierde a su madre y que les lee un cuento a sus hermanos. La niña no se da cuenta de su muerte, solo le preocupa saber cómo lo hará para respirar en la tumba y, ante la indiferencia de los adultos, se inventa no a un ángel de la guarda, sino a una mujer.

"Yo no escribo para niños, sino sobre las cosas que me perturban", aclara Bertrand, sentada en el pabellón chileno de la Feria del Libro de Bogotá, mientras espera dar una conferencia ante un centenar de personas. "Hago esa distinción, porque el libro surge de esa conversación conmigo misma que sentía necesaria. Recién cuando llegué a Italia me di cuenta de que era un premio súper relevante. En general, lo ganan japoneses o chinos, los únicos capaces de lograr esa sutileza del lenguaje, la elegancia y la metáfora, muy superior a lo que estamos haciendo en América Latina", resume la autora.

Bertrand define a esta última obra como "novela" y dice que forma parte de una trilogía del "horror" junto a "Álbum familiar" (Seix Barral), editada el año pasado. Ahora vendrá la última parte, titulada "Algo verdadero". Bertrand en esta conversación se cuelga del recuerdo de su abuelo, que tenía una fabulosa biblioteca repleta de clásicos franceses. Y también de sus traumas infantiles que la hacen escribir "desde adentro".

-¿Te afecta el proceso de crear?

-Sí, porque estamos conversando sobre la infancia, el abandono y la dictadura, aunque esto les moleste a algunos críticos, cuando dicen que ya están cansados de "la literatura de los hijos". Pero yo creo que es difícil ir contra las pulsiones. No puedes evitarlo. Y con "La mujer de la guarda" siento que me saqué un tumor cancerígeno desde lo profundo. Es un libro radiactivo.

-¿Por qué lo defines así?

-Es que sentí que revelaba un secreto. Uno súper imbécil, porque es obvio que los niños que crecimos en dictadura fuimos abandonados, porque nuestros padres estaban en un estado catatónico-depresivo. A mis papás, que eran muy jóvenes, les correspondía comerse el mundo, hasta que llegó un señor que decidió que todo lo que era la creación era imposible.

-¿Fueron víctimas?

-No perdí a nadie físicamente, pero un tío que dirigía la Escuela de Arquitectura de la Católica se viró a Bahía Inglesa a una caleta de pescadores y lleva 40 años leyendo a Nietzsche. Fue una generación que está llena de silencios.

Razón y sangre

-A ti no te gusta el mote de "literatura infantil".

-Tú te haces lector en un momento. Que haya una edad adecuada, eso es algo del mercado, una cosa capitalista. Yo me hice lectora a los 12 ó 13 años. Eso de lo "infanto-juvenil" no existe. El asunto es que partí escribiéndole a mi hijo Domingo, que es súper lector. En quinto básico leyó "El señor de los anillos" y a los 13, "El guardián entre el centeno". Yo no tuve acercamiento a la literatura para niños. En mi casa estaba la biblioteca de mi papá con Dostoievski y Chejov. Era una mochila que pesaba. Sentía que cargaba a una niña en la espalda.

-¿Qué era lo que cargabas?

-Un secreto: mis padres me habían abandonado, no estaban conmigo cuando los necesité. Mi infancia la sintetizo en una casa que le llueve encima. O sea, mi mamá trabajaba todo el día y mi papá se creía artista, tenían pegas de mierda y él de repente llegaba con la tele. Y se había gastado la plata de dos meses y ella terminaba llorando. Esa miseria era la mochila que cargaba. Me fui joven de la casa y no quería saber nada más. Pero claro, el tema te empieza a llegar. Por eso escribí, no una novelita naif, sino que algo más profundo. Siento que cerré un ciclo.

-¿Te liberaste?

-Fue una terapia. Era una historia que necesitaba ser contada. Distinto a hacer algo con la cabeza nomás. Esto es una tensión entra la razón y la sangre. Eso que decía Neruda de "escribir desde la sangre" lo puedes encontrar cursi, pero es verdad. Cuando te involucras con lo que relatas, el resultado es potente.

Sara bertrand es periodista y escritora.

Sara Bertrand

Editorial Frontera Ilustrada

96 páginas

$17.980


"La mujer


de la guarda"

Por J.C. Ramírez Figueroa

Parece como si Sara Bertrand estuviera todo el tiempo fuera de Chile. Aunque eso es en parte verdad, cuando está en Santiago la escritora prefiere pasar inadvertida, porque si algo aprendió en sus años como periodista es que no hay nada como "pasar piola".

"Tú te haces lector en un momento. Que haya una edad adecuada, es algo del mercado".

catalina gonzález