El retiro de escombros se convierte en un verdadero de dolor de cabeza para los municipios, que constantemente deben realizar operativos para poder retirar los desechos domiciliarios que cada vez van en aumento producto de la cultura desechable que vivimos en la actualidad.
Dadas las condiciones climáticas, los desperdicios se aprecian más en las ciudades del norte, debido a que existe una mala costumbre de tirar los desechos a los techos. Así podemos ver lavadoras, sillones y diversos enseres que una vez terminada su vida útil, terminan arrumbados en las propiedades.
El retiro de escombros genera un alto costo para los municipios, y un alto volumen de desechos que durante el presente año ya suman 274 toneladas.
Pese a estos operativos que llegan a 85, igual se forman microbasurales en los alrededores y sitios eriazos de Calama, lo que da un mal aspecto, al igual que la basura en los techos.
De allí, la necesidad de poder erradicar estos sitios que provocan plagas e infecciones en los sectores residenciales cercanos. Pero para ello, la población debe tomar conciencia del problema y al mismo tiempo acercarse a las unidades vecinales para estar informados de los operativos para el retiro de escombros y no lanzarlos a la calle, como ocurre periódicamente.
Otro de los problemas, es que muchas familias contratan fletes para retirar sus escombros, pero estos servicios lo depositan en lugares cercanos sin acudir al vertedero destinado para este fin.
Entonces, si la comunidad y los municipios se organizan podríamos evitar numerosas situaciones que generan la aparición de microbasurales, principalmente en el sector poniente.
Los inspectores municipales y carabineros no pueden estar como vigilantes todo el día para evitar que personas sin sentido común bote desperdicios y escombros en sectores apartados, por lo que resulta difícil evitar la formación de basurales clandestinos.
En cambio, si existiese un calendario y planes de retiro en forma permanente podríamos reducir drásticamente este problema.