Todo empezó por una medida desesperada. El pequeño Jhoel Quiñones presentaba un evidente sobrepeso y su madre, Elizabeth Mamani, que jugaba tenis en el Club Calama decidió enviarlo a Quillota, a un centro de alto rendimiento para las vacaciones de verano cuando recién tenía 12 años.
Allí, el destacado entrenador Ricardo Cortés vio que el niño, que alguna vez jugó este deporte en su comuna natal -aunque siempre como hobby, sin una motivación real- tenía voluntad y talento. Y lo entrenó junto a un grupo de menores que sí veía en esta disciplina una proyección de vida. Fue en ese momento en que la raqueta lo conquistó.
"Fue tanto el entusiasmo que vi en los demás, el trabajo que hacían para entrenarse y mejorar, el esfuerzo que le ponían que me terminó por enamorar el tenis. Allí hablé con mis padres y ellos decidieron que me fuera a Quillota, a vivir en la casa de mi entrenador y dar exámenes libres para seguir estudiando", dice el tenista loíno que en ese entonces era alumno del Instituto Obispo Lezaeta, donde llegó hasta el séptimo año básico.
Después de eso vino un año de mucho trabajo, de aprender técnicas y mejorar el rendimiento físico. Comenzó desde abajo y partía a jugar todos los torneos posibles. Llegó a estar número 15 en la categoría 14 años. "Allí fue cuando decidí que tenía que dedicarme a esto y que había que dar un salto", cuenta.
Sin embargo, cuando ya se sentía encaminado, reconoce que "hubo temas familiares que impidieron que siguiera, me tuve que venir a Calama a ayudar en el negocio de mi mamá. Apenas jugaba los fines de semana y empecé a subir de peso. Sin torneos de por medio, bajé muchísimo en los rankings y tenía que optar a las quallys si quería participar en algún torneo. Mi entrenador hizo presión y allí, mis papás me dieron la opción de volver a estudiar o empezar de cero. Y en la segunda mitad de 2016 volví a Quillota", relata la destacada raqueta nacional
Profesional
Justo en esos meses, su entrenador se fue junto a otro tenista a jugar un abierto en Túnez, donde Quiñoñes reunió dinero y partió. Era una aventura. "En la primera semana perdí en la clasificación e igual me iba todos los días a las canchas a tratar de entrenar con gente que tenía ranking. Aprendí tanto que la semana siguiente fue por una qually, la gané y perdí en primera ronda con un italiano profesional, estaba 1000 en el ATP y le di pelea en tres sets".
Allí, una vez en Chile y por esa actuación, pese a no tener ranking recibió un wild card para disputar el máster para 18 años en Santiago y lo ganó. Fue un inicio porque ya en 2017 participó en tres torneos G1 -dos en Santiago y uno en Antofagasta- ganando dos de ellos y alcanzando el número uno de Chile en su categoría.
"Estoy entrenando fuerte porque ahora voy a un campeonato en Turquía donde quiero ir a sacar puntos ATP porque ya estoy de lleno pensando en el profesionalismo. Ojalá gente de Calama o alguna organización pudiera ayudarme porque los recursos son escasos pero no quiero dejar este sueño que me costó tanto. Sé que tengo futuro en esto", dice el calameño que hoy es el mejor tenista joven de Chile.
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