El escritor, músico y prohombre Alejandro Alvarez, debe ser uno de los últimos esforzados calameños que han trabajado por la historia y para darle valor a una zona que por lo general no siempre es bien reconocida. De hecho, fue él quien inició un trabajo de recopilación para gestar lo que fue su primer libro "Breves reseñas de Calama", donde se entregaban nociones sobre la comuna su origen y sus primeros habitantes.
Ya corría el año 1979 y poco se sabía de los inicios de Calama, algo que molestaba a quienes vivían y se esforzaban por entregar su trabajo y sudor en pos de un país, que no parecía interesarse de su existencia.
Ese fue su primer texto, luego vinieron otros históricos y un singular diccionario kunza-español-kunza, mediante el cual pretendió definir los vocablos con los que convivíamos a diario, pero que desconocíamos su etimología.
Desde su librería, ubicada en el pasaje General Velásquez, fue fuente de consulta permanente de estudiantes de los distintos niveles, profesionales y periodistas que bien sabían que en él se encontraba parte de la historia de la comuna.
Quizás esta característica es la que más se recuerda, pero también fue un músico y un voluntario permanente del leonismo, desde donde pudo ayudar a los más necesita, principalmente, en los momentos económicos más difíciles que vivió la zona.
En marzo de este año fue condecorado con el máximo galardón comunal: la "Mazorca de Oro Río Loa", distinción que recibió con orgullo y agradecimiento, porque fue el corolario a décadas de dedicación por Calama.
Tras frustradas postulaciones, pensó que no le llegaría esta distinción, pero hubo justicia y en vida recibió el reconocimiento que merecía y que pudo disfrutar junto a su familia.
La semana pasada falleció tras una intervención médica de la que no pudo recuperarse y la comunidad se encargó de despedirlo como correspondía. Allí su familia sintió que el trabajo, el desgaste, los recursos que destinó por Calama no fueron en vano. Su legado permanecerá por años.