Adiós amigo Alejandro
La comunidad loína se concentra en torno a su memoria y a su recuerdo.
El sensible fallecimiento de nuestro amigo Alejandro Alvarez, figura distinguidísima, causó una honda y penosa impresión en todos los círculos de esta tierra de Sol y Cobre que conocía a fondo sus excepcionales virtudes.
Rodeando hoy el triste féretro , con emocionada evocación y a impulsos de la más auténtica comunión espiritual, estrechando nuestras manos y nuestras almas férreamente unidas por fraternales sentimientos, posemos allí nuestra mirada y con los ojos del alma, evoquemos con unción profunda la figura de nuestro querido amigo Alejandro.
Siendo niño, sintió el fuego quemante y vivificador de una fuerte vocación por las letras y la música que lo llevó a ser escritor y músico, a la que consagró su generosa existencia. Sus ojos vivaces, su alma ilusionada y su alegría sana y comunicativa, llenaron los recintos donde participó. Donde puso en evidencia, junto a su sólida capacidad, una férrea voluntad, un carácter, una bondad y una suavidad sublime, atributos imperecederos de aquellas personalidades que supo utilizar con inteligencia y tino a favor de la niñez, de la juventud y de la sociedad.
En su larga trayectoria de hombre de bien mostró facetas de su rica personalidad, pues, junto a una voluntad indomable, exhibió un espíritu de sacrificio y de abnegación, que supo armonizar con el sentido fraternal de la vida. El entusiasmo y magnánimo esfuerzo que cimentaron su labor eficaz y fecunda, hicieron de Alejandro, figura señera y digno ejemplo de las más dignas de las empresas humanas.
Quienes tuvimos el privilegio de gozar de su afecto y bondad, no podemos olvidar a este hombre ejemplar, resumen de los atributos más valiosos del hombre chileno, afable, sencillo, bondadosamente bueno; leal, generoso y entusiasta, en cuyo corazón, en cuya alma , en cuya conciencia se hicieron carne los más altos valores, los más dignificadores ideales.
Fue humilde y sencillo, modesto y bueno, No pretendió alcanzar jamás la cima donde moran los semidioses; pero tuvo siempre un afán y un anhelo: ser cada vez mejor y entregarse por entero al servicio de la comunidad, consagrarse toda ella al bien y la felicidad humana. En estos afanes, en estos intentos, lo encontró la muerte.
Arturo Mardones Segura,
Rotary Club Chuquicamata