Roberto Ampuero viaja a la adolescencia en Valparaíso
"Lucas y el secreto del abuelo", la última novela del autor, es un misterio juvenil que comienza en un sótano, tiene mucho de autobiográfico y está llena de voces del pasado y de ancestros reclamando su lugar en la familia.
"Estoy cansado de las despedidas y creo que con los años me entristecen cada vez más", dice roberto ampuero.
La historia de "Lucas y el secreto del abuelo" (Editorial Montena) transcurre en Valparaíso. Su autor admite que tiene tintes autobiográficos y también recalca que el libro es muy actual, "con jóvenes que manejan celular, WhatsApp, archivos electrónicos y hasta un dron, e investigan un crimen que ocurrió en su ciudad en 1941".
La inspiración para escribir este volumen "nace de los misteriosos baúles de mi abuelo inmigrante, que llegó de Francia con su esposa e hijos a radicarse en Chiloé a fines del XIX, de las luchas entre nazis y antinazis en el Valparaíso de los 1940, y de mi infancia en los cerros de Valparaíso como alumno del Colegio Alemán", recuerda el ex ministro de Cultura.
-¿Cómo fue la relación con tus abuelos?
-Los abuelos siempre mueren demasiado pronto. Uno no alcanza a hablar con ellos. Mi abuelo materno era un hombre culto, que se apasionaba por la filosofía y la literatura, era cristiano y de centro, y mi abuela era cariñosa y hacendosa, una hormiguita que cocinaba delicioso. Mi abuelo paterno fue carpintero marítimo y navegó por todos los mares y su esposa era una normanda que hacía las mejores tortas y mermeladas del mundo y nunca aprendió a hablar castellano sin acento. Todos ellos aportaron a mis novelas con sus historias, cuentos y amor.
-¿Por qué quisiste que un bisnieto se reencontrara con su bisabuelo?
-La literatura permite hacer realidad ciertos sueños. Todos extrañamos a nuestros bisabuelos, porque pocos pueden conversar con ellos. En términos generacionales disponemos de una ventana estrecha. El abuelo tiene un gran encargo para su bisnieto Lucas, y él y sus amigos se ven empujados así a una aventura detectivesca.
-¿Cuál es la importancia para ti de tus antepasados?
-Parte de lo que hago, siento y soy en términos físicos y sicológicos viene de ellos. Ellos viven en mí y yo a través de ellos. Pude sobrellevar mis peores momentos en Cuba pensando en que ellos habían sufrido como migrantes y que yo tenía la resistencia y la entereza de su sangre y carácter. Mis antepasados son memoria viva para mí, me inspiran y sigo en diálogo con ellos y siento que me acompañan, así como yo espero acompañar a mis descendientes cuando ya no esté. Un país son todos los que viven en él y los que ya no están con nosotros.
-¿Qué es para ti recordar?
-Con los años recordar se vuelve más importante y placentero, pero no ignoro el presente ni dejo de fraguar planes ni novelas. Mientras se tenga más planes que recuerdos, uno es joven. Se es viejo cuando se tiene más recuerdos que planes.
Inmigración y despedida
En "Lucas y el secreto del abuelo" se hace una fuerte referencia a la inmigración, no sólo porque los bisabuelos de Lucas llegaron a Chile desde Francia, sino que también porque Grisell, la amiga de Lucas, es cubana y en varios momentos se nombra el choque que causan en la familia de Lucas su color de piel y su acento.
-¿Es tu novela una especie de reivindicación de la inmigración?
-Todos somos inmigrantes en este país, incluso los mapuches. Todos llegamos de afuera, por el Bering, los Andes, el Pacífico o por el aeropuerto. Además, he sido migrante en Cuba, las dos Alemanias y en Estados Unidos, donde me recibieron con los brazos abiertos con una residencia definitiva especial: "Persona con habilidades extraordinarias". Mi esposa nació en Guatemala y ha vivido en Austria, Alemania y gran parte de su vida en Estados Unidos; mis hijos nacieron en Alemania Occidental y crecieron en Suecia y Estados Unidos. La migración nos ha hecho lo que somos, los pueblos originarios, los conquistadores españoles, las migraciones históricas y las recientes. No seríamos el país que somos si faltara uno de esos ingredientes. Dicho esto, digo también que un país debe practicar una política migratoria responsable, que acoja en la medida en que pueda ofrecer vida digna y oportunidades al inmigrante, y los ciudadanos estén dispuestos a compartir su patria con quienes llegan. Mientras más próspero es el país, más solidario puede ser. Sin crecimiento económico, como hoy, los migrantes llegan a una calle sin salida y que a corto plazo genera tensiones.
-¿En qué crees?
-Soy agnóstico, pero cuando en las noches olmueínas me quedo a mirar el cielo estrellado, siento que hay algo misterioso que no logro dilucidar con mi razón. No sé lo que es, pero me hace ser modesto. Creo en la libertad y la dignidad del ser humano, en que la felicidad reside en poder ser arquitecto de tu propia vida, creo que uno puede ser feliz con pocas cosas, que la abundancia no es lo que uno tiene sino lo que uno disfruta (Epicuro), creo que nadie es dueño de la verdad, creo que el amor y la amistad correspondidos te hacen una mejor persona, creo que la envidia, la soberbia y el resentimiento son venenos letales, y que este país debe ser mejor, más digno y justo, con menos envidia y odios, con más locuacidad y amabilidad. Hasta hoy he sido inmensamente afortunado y por ello agradezco cada día que termino y me alegro con cada nuevo día que despierto.
-En un minuto, uno de los personajes escribe que la vida son muchas despedidas sin retorno. ¿Te han tocado muchas de estas?
-Estoy cansado de las despedidas y creo que con los años me entristecen cada vez más. Hay despedidas para siempre y por algún tiempo, pero, como dice una película de Covacevich, partir o despedirse es morir un poco. Cada vez que me despido de mis hijos, que viven en California, de buenos amigos, de ciudades o casas que amo, siento que muero un poco. La muerte se produce al fin como suma de muchas muertes dosificadas.
Roberto Ampuero
Editorial Montena 250 páginas
$12.000
"Lucas y el secreto del abuelo"
Por Magdalena García C.
Los secretos y los misterios son centrales en el último libro de Roberto Ampuero. Lucas, el protagonista de la novela, tiene 15 años de edad y está dispuesto a develarlos junto a su grupo de amigos, Los Argonautas. Grisell, la única mujer, a pesar de ser su mejor amiga, no es invitada al equipo. Aunque no es un caso de Cayetano Brulé, el detective ícono del escritor es consultado para poder resolver el asunto.
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