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Robert Pattinson llega a la cartelera con elogiado rol protagónico

CINE. "Good time: viviendo al límite" es el nombre de la película estelarizada por el actor británico. El jueves debuta en Chile.
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Amelia Carvallo

"Good time: viviendo al límite" es el nombre del filme que debutará en numerosas salas nacionales este jueves. Dirigida por los hermanos Ben y Joshua Safdie, fue el actor británico Robert Pattinson el encargado de interpreta al personaje principal Constantine "Connie" Nikas, un joven ladrón neoyorkino que luego de robar un banco en Harlem, cae en picada junto a su hermano Nick, quien padece cierta sordera e incapacidad de lenguaje.

Amor fraternal, pobreza, falta de un mejor futuro y vidas desperdiciadas de hombres jóvenes ofuscados componen estos 101 minutos que muestran el lado menos luminoso de Nueva York, siguiendo la ruta del realismo más sucio, a la manera de Sidney Lumet en "Tarde de perros".

Una cámara rápida sigue los tumbos y las esperanzas del protagonista que sólo quiere un trozo de tierra en Virginia adonde llevar a su hermano y partir de nuevo pero lo que nos ofrece es una inmersión en una ciudad violenta, con un ritmo trepidante de huida permanente. Ese pulso urgente es remarcado por la exquisita banda sonora de Oneohtrix Point Never, alias del músico Daniel Lopatin, que ganó Cannes con este trabajo.

La película cuenta en el reparto además con la intensa Jenniffer Jason Leigh como la novia de Connie y la debutante Taliah Webster como una quinceañera que lo acompaña en parte de su odisea.

Muchos piensan que "Good Time" será una segura postulante a los Oscar y que tanto Robert Pattinson como los hermanos Safdie podría alcanzar la estatuilla al mejor actor y a la mejor dirección, luego que en el reciente Festival de Cannes se llevaran, respectivamente, el Premio del Jurado otorgado por la Sociedad Internacional Cinéfila (ICS) y una ovación de seis minutos al cierre de su estreno

Curtidos en los barrios de su ciudad natal, los Safdie son de Queens y allí montaron el centro de operaciones de "Good Time", tanto así que para preparar a sus personajes de los hermanos Niklas, Pattinson y Ben Safdie, que es quien encarna a Nick, estuvieron trabajando en un lavado de autos del barrio.

Claros exponentes del llamado cine independiente, los Safdie, forman parte de un reducto en el cual Pattinson incursiona desde 2012 cuando se puso a las órdenes de David Cronenberg en "Cosmopolis", basada en la novela de Don DeLillo, y luego volvieron a unir fuerzas en 2014 con "Polvo de estrellas". Posteriormente, en 2015 Pattinson se puso bajo la batuta del germano Werner Herzog en "T. E. Lawrence", interpretando al histórico arqueólogo y militar inglés Lawrence de Arabia.

Llamado por los medios faranduleros como "R-Pattz", a sus 31 años el actor se está sacudiendo definitivamente a su personaje de Edward Cullen, el pálido vampiro de la saga "Crepúsculo" y mantiene un muy bajo perfil sobre su vida amorosa, al punto que nadie puede desmentir o confirmar si siguen de novios con la cantante británica FKA Twigs.

Nuevos proyectos

Dentro de los futuros roles que interpretará Robert Pattinson en el 2018, sobresale el protagónico que hará en "High Life" para la directora francesa Claire Danes. Danes comenzó en el cine como asistente de director, de la mano de talentos como los de Jim Jarmusch y Wim Wenders; en 1998 dirigió su primera cinta, "Chocolat", sobre sus recuerdos de niñez y la vida de los colonos franceses en Camerún en un tema que ha sellado su rumbo: la extranjería y el colonialismo, hasta que en "High Life" pegó un salto a otro género y aterrizó en la ciencia ficción con la historia de un padre (Robert Pattinson) y una hija (Jessie Ross) que luchan por sobrevivir en el espacio en medio de una profunda soledad y aislamiento.

Con cierto temor a usar los efectos especiales, en este su debut en inglés, Claire Danes contó a Hollywood Report que más que una película de ciencia ficción es "un drama fuera del sistema solar" y que, nuevamente, la relación padres e hijos es algo sobre lo que siempre vuelve. Sobre la elección de Pattinson contó que al comienzo estuvo reacia porque había pensado en Philip Seymour Hoffman para el rol del padre pero que al conocer a Pattinson lo amó. "Él es como un hombre con otro hombre dentro de sí mismo, deseoso de algo. Me gustan los actores que son así, de los que siempre quieres más porque sabes que hay un secreto en su interior. ... Robert es así".

Vivir en Ciudades pequeñas

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Fuera de Santiago, todas las otras ciudades son irremediablemente pequeñas, lo que a veces puede tener un sentido peyorativo, aunque no siempre. Hay por cierto, diferencias de magnitud, aunque esto no sólo es un tema de dimensiones espaciales y de cantidad de habitantes, sino, sobre todo, del modo de habitar el espacio urbano, lo que implica políticas de planificación y toda una jerga de gestión y desarrollo que muchas veces es patrimonio de arquitectos urbanistas y tributarios de la sociología.

La sensación de sentido común que, al menos yo tengo, es que las ciudades crecen desordenadamente y son una amenaza para sus habitantes, a pesar de que solemos crear lazos afectivos que nos hacen querer los lugares que habitamos, a pesar de la mala calidad de vida que nos ofertan.

Planteo esto, porque yo que vivo en Valparaíso, en un cerro (lo que es equivalente a un barrio), siento que la ciudad en que vivo no cumple con los estándares mínimos de una modernidad de la cual seríamos acreedores. La mayoría de los ciudadanos o habitantes de nuestras ciudades debe sentir algo muy parecido, un malestar por la oferta urbana. Incluso más, hay también la sensación de desprecio por parte de las autoridades. Todo esto moviéndose en dos planos, tanto subjetivo como objetivo. La experiencia urbana de cada ciudadano es muy ruda, a pesar del supuesto desarrollo económico general del país.

A nivel personal percibo la ciudad como una amenaza. Siento una creciente fobia como habitante y no quiero participar cívicamente en ella, a pesar de que la oferta existe, porque hay muchas asociatividades que apelan al ciudadano, ya sean culturales, vecinales o sociales, que suponen lazos de conectividad que debieran ser beneficiosas para la comunidad, al menos teóricamente. Pero no tengo ese entusiasmo y tiendo a recluirme, y a focalizarme en mi trabajo o en la vida doméstica.

Esta urbano fobia, por darle un nombre, quizás tenga que ver con mi tendencia a vivir en zonas rurales, maldiciendo a la capital, pero reconociendo, por otra parte, lo precario que pueden ser esas opciones cuando no hay mucho apoyo y por una especie de presión de la vida urbana por reducir los territorios a sus parámetros.

Tampoco son para nada gratas las ciudades pequeñas, porque ese tópico del "infierno grande", como Payton Place, es real fatídicamente. Igual, por un tema de escala he optado por estas últimas para vivir. Y he empezado a sentir como un peso la falta de anonimato. Los mismos negocios, la misma locomoción, las mismas calles y la misma gente. Parece un infantilismo, pero lo que en algún momento me parecía un hermoso modelo de vida, hoy comienza a complicarme la existencia. Quizás sólo sean síntomas depresivos.

Viví alguna vez en pueblitos pequeños, casi villorrios. Recuerdo dos que no quiero mencionar, en donde la existencia era algo familiar, obscenamente controlada por un comunidad observante y muy endógena. Meterse en política, por ejemplo, o en cosas de connotación pública en lugares pequeños te expone bochornosamente. Algo que lamentablemente me ha ocurrido en los últimos pueblos que me ha tocado habitar.

Las ciudades son lugares de encuentro, qué duda cabe, lugares de trabajo, de ocio y de intimidad. Pero también de amenaza. Los países son abstracciones, con identificaciones simbólicas, pero las ciudades son la verdad de la gente, de la población, vivimos en ciudades, no en países.

Ahora siento como un gran error de mucho poeta o intelectual, o simplemente de un sujeto que pretende mejorar su calidad de vida, de modo integral, elegir zonas apartadas para ejercer una nueva experiencia de habitabilidad, aunque es irremediable que eso ocurra. Siempre hay un trauma que la literatura suele recoger como experiencia, como en algunos relatos de Rulfo, Bolaños y también de Stephen King.

Siempre he creído que las ciudades grandes deben ser reducidas, sobre todo para mejorar la calidad de vida urbana y también mejorar la de las zonas rurales. La especulación inmobiliaria y política, además de la artístico cultural-patrimonial, que es un nuevo modo de invasividad y de manipulación, es el gran azote de nuestra ciudad contemporánea. ¿Cómo reinventarla?

Este país, lo ha demostrado, se desprecia a sí mismo, porque no reconoce a sus ciudades con sus identidades propias o no alcanza a asumir la diversidad, porque su capital es el país, irremediablemente, y eso lo destruye. Chile no tiene validez, porque la existencia de Santiago impide la concreción republicana.

Marcelo Mellado