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El terror puertas adentro

La argentina Marina Yuszczuk muestra en los relatos de "Los arreglos" el reverso de lo cotidiano. Es uno de los primeros libros de su editorial, dedicada exclusivamente a la escritura hecha por mujeres.
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la escritora argentina marina yuszczuckes además crítica de cine, editora, poeta y doctora en letras.

La interminable visita de hombres que prometen reparar el piso afectado por la humedad del departamento es el punto de partida "Los arreglos" (Rosa Iceberg), libro de cuentos de Marina Yuszczuk (1978). Cada diagnóstico especula acerca del lugar en el que está anclada la propiedad o qué insectos la cruzan mientras duermen, armando nuevas posibilidades e hilos narrativos aterradores acerca del espacio familiar. En otro relato, "En venta", la pareja protagónica busca casa, para encontrar una de mujeres solitarias de avanzada edad que se degrada junto a ellas.

Es Buenos Aires, claro, pero podría ser cualquier ciudad con los problemas que presenta el arriendo y compra de propiedades, especialmente si se piensa en criar en ellas. La crianza ya era un tema visitado por Yuszczuk en el extenso poema "Madre soltera" (2014, Mansalva). "Lo escribí cuando mi hijo tenía ocho o nueve meses. Lo que pasó con ese libro fue bastante impactante, me sigo encontrando con gente en ferias que me dice que lo leyó y que le pareció increíble, o me escriben. Es el que más gusta. Ahora van a montar una obra de teatro. Me di cuenta después que no había muchos libros así, que las mujeres lo estaban esperando", cuenta la autora.

Su obra literaria había comenzado a circular antes con el título de poesía "Lo que la gente hace" (Blatt y Ríos, 2012), y continuó en el mismo género con "La ola de frío polar" (Gog y Magog, 2015). Además, este año publicó la novela "La inocencia" (Iván Rosado), que recrea el descubrimiento de la sensualidad del propio cuerpo tras años de represión religiosa.

"Los arreglos" impresiona por la libertad con que se desarrolla, con cuentos que toman distintas formas, subgéneros y temas, si bien siempre terminan rondando la intimidad. El último cuento, "Rosa de las nieves", explica el nombre de la editorial que dirige junto a Emilia Erbetta y Tamara Tenenbaum, y que surge a partir de la experiencia: "Antes de fundar Rosa Iceberg a mí y a Tamara nos pasó que nos pidieran libros, porque los editores se daban cuenta que no tenían ninguna mujer en su catálogo. Eso es raro, te hace un poco de ruido que te llamen colocando lo que escribes en segundo lugar, para llenar un casillero. Fueron cosas que nos hicieron pensar acerca de la participación de las mujeres en el mundo editorial, que es algo que se habla muy poco, pero que es fundamental, porque a veces tiene que haber una editora mujer para que el texto interese. Es difícil encontrar editoriales que tengan la misma cantidad de hombres y mujeres publicados".

Marina Yuszczuk es parte de una generación que ha cambiado el destino que determinaba el género en la literatura. Dice que "antes las mujeres eran las raras en el grupo de hombres, una o dos escritoras por generación. Desde los ochenta y noventa se han publicado muchas más y se han recuperado muchas obras extraviadas".

-Crítica de cine, editora, poeta, has escrito todos los géneros de prosa, doctora en Letras. ¿Cómo trabajas tanto?

-Me parece que la gran pregunta en la historia de los escritores es ¿de qué voy a vivir? Porque claramente vivir de la escritura para la mayoría de nosotros es imposible, salvo algunos que escriben literatura de género, best sellers. Entonces, se da muy naturalmente que por una cuestión de afinidad terminamos haciendo periodismo o crítica de arte. La mitad de los escritores que conozco escriben en medios, dan talleres literarios o trabajan en traducciones.

-La editora Andrea Palet mencionaba hace un par de semanas que había muchas narradoras nuevas en Argentina. ¿Por qué crees que pasa eso?

-Los fenómenos nunca se dan aisladamente. Me parece que en todo el mundo y en todos los rubros las mujeres están haciendo oír su voz. En Hollywood las actrices se unieron diciendo que cobraban menos que los hombres, cuestionando muy fuertemente las condiciones de trabajo, aparte de las denuncias de acoso. En Argentina se aprobó la Ley de Cupo en el Congreso por la cual la lista de candidatos en las elecciones legislativas debe llevar un porcentaje de mujeres. Esas cosas son muy importantes a nivel simbólico, es una lucha que se está dando en todos los campos, y la literatura es solo una parte de todo eso. Eso por un lado, pero quizá los editores se dan cuenta que los libros escritos por mujeres son los más vendidos en este momento, como los de Mariana Enríquez y Samanta Schweblin.

-Escribes sobre la imposibilidad de criar en "Madre Soltera" o de la especulación inmobiliaria en las ciudades grandes en "Los arreglos". ¿Por qué?

-Escribo a partir de mi experiencia muy impulsivamente. Para mí ser escritora tiene que ver con estar en un estado de receptividad permanente que uno no busca, que lo cultivás con lecturas. Porque yo estoy pensando todo el tiempo en experiencia, procesando, convirtiendo en literatura. Eran las que me estaban pasando, la maternidad, estar haciendo una familia sobre un descreimiento fuerte y estar terminando de hacernos adultos, haciéndonos cargo de una casa. Y ya no es la casa como un lugar de refugio sino un lugar lleno de amenazas, de alimañas. ¿Viste que la definición de lo siniestro es lo familiar mirado de cierta forma, lo familiar enrarecido? Es la familia vista por una escritora parte de una generación para la cual la familia es una especie de condena. Muchos lo creímos mucho tiempo. Eso genera miedo, somos parte de una generación que se separa.

-En el ensayo "Contra los hijos", la escritora Lina Meruane enumera una lista de escritoras notables para después informar que ninguna de ellas fue madre. ¿Qué te quita y qué te da ser madre para la literatura?

-Mis mejores libros los escribí después de ser madre. Hay algo muy interesante que da la maternidad: termina de convertirte plenamente en una persona común, porque es común tener un hijo. La mayor parte de las personas tienen hijos y tenés que dedicarle tiempo, cuidados. Como escritora te coloca en un lugar muy interesante de conectar con ese tipo de experiencias, porque un hijo te saca todo el tiempo del reino de la literatura. No estás todo el tiempo leyendo, no vivís en una biblioteca ni estás todo el tiempo tratando con escritores. Antes para mí el reino de la literatura era el único lugar para vivir y cuando uno tiene esa idea es duro pasar tanto rato afuera. A mí me interesa mucho las vivencias. La verdad es cuando tenés muchas cosas para decir, el tiempo aparece, escribís de a ratos. Eso para mí es sorprendente, escribí muchos libros después que nació mi hijo. Ahora mismo no entiendo muy bien cómo lo hice. Mi pareja me apoya mucho: se lleva a mi hijo a pasear porque le parece importante y entiende que soy una escritora y que si no escribo puedo llegar a explotar. La maternidad me hizo revisar mi infancia, la relación con mi madre o mi familia, incluso la mortalidad. Muchas cosas que tienen que ver con mi escritura.

-Fuiste durante diez años testigo de Jehová.

-En mi novela que se llama "La inocencia" aparece toda esta historia. Mi salida de la religión coincidió casi con mi entrada a la carrera de Letras. Si vos estás en una religión tan dogmática hay una sola manera de entender los textos y todo lo demás es apostasía. Cuando yo comencé a estudiar en la universidad, una de las primeras cosas que me enseñan es que los textos tienen muchas interpretaciones posibles. Fue un escándalo.


Los arreglos

Las películas de terror dicen todas las verdades que se pueden decir sobre las casas, sus peligros: sótanos y altillos, puertas que rechinan, lámparas que se apagan solas, cañerías que hacen ruido o largan cosas que no deberían largar, como estas de la casa nueva-vieja que de vez en cuando escupen óxido. Además, al abrir las canillas demora un par de segundos en salir el agua, si uno presta atención se escucha un ruido como de aire que pasa. Un pequeño borboteo. Si un plomero leyera lo que escribo seguramente podría dar algún diagnóstico pero para mí, estas cosas no son más que misterios.

Soy ambiciosa y escribo cargada de ambición, aunque no lo parezca.

Otro de los personajes de esta historia es un gasista-plomero, uno de los muchachos que consultamos. Tenía más o menos mi edad, estaba en camino a ser pelado y llegó con unos pantalones de gimnasia y una chomba que por tener unos diez centímetros de menos le dejaba ver la panza. Se metió en nuestra casa como una aplanadora para decidir con apenas mirarla que todas nuestras instalaciones estaban caducas por tratarse de una casa antigua, y que era necesario cambiar todo (me pregunto si eso consideraba arreglar algo). Las cañerías por unas nuevas, el calefón por un termotanque de ciento veinte litros que pondría en el patio, los picos de gas, los azulejos.

Y después, cuando ya casi no lo escuchábamos por hacer cálculos mentales de cuánto nos saldría la casa nueva que él iba construyendo en el aire para nosotros sin que se lo hubiéramos pedido, hizo unas sugerencias con respecto al techo vidriado del patio cubierto de las que sólo nos quedó grabada la palabra "claraboya".

No queríamos ninguna claraboya, le cerramos la puerta y no volvimos a llamarlo nunca. Empezamos a desconfiar de todos, ya no podíamos distinguir qué era verdad y qué mentira ni teníamos razones fuertes para creerle a un plomero, albañil o gasista más que a otro. La cuestión es que la cañería está estropeada y nos cortaron el gas. Para bañarnos debemos calentar la pava en el anafre eléctrico y mezclarla en un balde con agua más fría que después nos echamos encima con un jarrito, y el piso de la casa se pudre lentamente. Además, cada tormenta nos preocupa como una amenaza nueva porque el techo vidriado del patio cubierto está rajado y gotea. Solamente porque el vidrio es armado no se cae encima de nuestras cabezas. Los chorros de varios tamaños caen sobre el piso y la pared, de la que ya se están desprendiendo capas de pintura y revoque. Además, los techos están empezando a tener hongos porque -siempre según Alberto- la humedad de los ambientes, que viene de los cimientos, afecta también al techo, y los azulejos de la cocina se están cayendo solos, el revoque que los sostiene convertido apenas en arenilla.

Marina Yuszczuk

Rosa Iceberg

118 páginas

$19.500

con gastos de envío en www.librerianorte.com.ar


"Los arreglos"

Por Cristóbal Gaete

"La gran pregunta en la historia de los escritores es ¿de qué voy a vivir? Porque claramente vivir de la escritura para la mayoría de nosotros es imposible".

Raul Goycoolea Dinnigan

"Hay algo muy interesante

que da la maternidad: termina de convertirte plenamente en una persona común".

Adelanto del libro "Los arreglos", de Marina Yusczuk.

Fragmento del cuento "Los arreglos", páginas 12 y 13.

Esclavo de la inquietud

La vida de un joven traductor de 27 años es descrita minuciosamente en "Cuaderno esclavo", de Rodrigo Olavarría.
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"cuaderno esclavo" es la segunda novela de rodrigo olavarría. En ambas usó sus anotaciones para crear.

Como un diario o una novela podemos leer "Cuaderno esclavo" (Hueders). Es el segundo libro narrativo de Rodrigo Olavarría, traductor de importantes escritores anglosajones como Edgard Lee Masters, Allen Ginsberg, Sam Shepard y Silvia Plath, entre otros. Si el debut "Alameda tras las rejas" cubre los años 2004 y 2005, este nuevo título retoma el estilo de anotaciones cotidianas desde enero del 2007, tiempo en el que el narrador decide terminar una relación y se va a Brasil a pasar el verano. Paradójicamente, allá no puede evitar volver mentalmente a Puerto Montt, la ciudad donde creció. En su cabeza llueve constantemente.

El libro está repleto de citas literarias y musicales. Es una reflexión del oficio de un joven intelectual que se esfuerza por mostrar una vida que represente a mucha gente. Y, ciertamente, lo hace con una generación desprejuiciada. El diario, entonces, viene bien por sus reflexiones y lecturas. Y sale en un momento que se han recuperado algunos importantes como el de José Donoso, Luis Oyarzún, Ricardo Piglia y nuevos autores que también lo utilizan. Acerca de cuánta ficción hay en "Cuaderno esclavo", Olavarría es ambiguo: "Hay algo de ficción, la suficiente como para ordenar la realidad y hacerla verosímil".

-¿Sirven los viajes para escribir?

-Eso creo. Sobre todo si se viaja solo. Me pasa que apenas me instalo en el asiento de un bus o un avión, corto vínculos con lo cotidiano y puedo escucharme mejor. Un escritor en viaje es como el Major Tom de la canción de David Bowie: observa el planeta Tierra desde su nave espacial, con nostalgia y parcialidad, sin desesperación. Creo que los cuadernos más interesantes que conservo los escribí durante viajes, como el que da forma a "Cuaderno esclavo". Tengo dos cuadernos escritos el 2013 durante un viaje de tres meses por tierra. Fue desde Lima a Asunción, pero no creo que vayan a convertirse en libro. Más bien, me gustaría usar material que grabé en video y montarlo con partes de esos cuadernos para hacer una película breve, muy personal, un acto de amor, como diría Truffaut.

-Este libro se presenta, para los lectores de "Alameda tras las rejas", como una continuación. ¿Sugerirías la lectura de tu primer libro o "Cuaderno esclavo" puede o debe leerse de forma unitaria?

-No es para nada una necesidad, aunque los lectores de "Alameda tras las rejas" van a encontrarse con personajes conocidos y una continuidad lógica, quizás circular, con el libro anterior. De hecho, al final de "Alameda tras las rejas" hay dos papeletas de esas pesas que miden altura y peso, estas pertenecen al protagonista y a una mujer. Y bueno, "Cuaderno esclavo" comienza justo con el fin de esa relación que parecía tan prometedora.

-Hay una pausa entre ambos. ¿Cómo eliges el corte de tiempo?

-El corte de tiempo entre los dos libros lo determinó la intensidad de la experiencia, el sentimiento de estar a la intemperie. De hecho, en "Cuaderno esclavo" digo que no escribo cuando soy feliz, pero no es que crea que el sufrimiento es un motor creativo, es sólo que si estoy feliz tengo mejores cosas que hacer que escribir.

-¿A dónde van los poemas que escribes?

-El protagonista es un personaje que, como yo, escribe poemas y puede dejar de hacerlo durante un año, pero que siempre vuelve a la poesía. Es como si fuera yoga. En el caso de "Cuaderno esclavo", algunos poemas se incorporaron a la prosa, pero la mayoría están en cuadernos y discos duros, esperando su momento. Algunos van a aparecer en abril del próximo año en un libro que planeo con Libros del Pez Espiral.

-El diario ha vuelto a tener importancia como material literario en los últimos años en Chile. ¿Qué libertades te da este género?

-Me pasa que la mayoría de las novelas me aburren mortalmente. Admiro a algunos autores de novelas tradicionales y quiero escribir una algún día. Pero, en general, abro una novela, leo las primeras páginas y pierdo el interés. Ahora estoy leyendo "Breve historia de siete asesinatos" de Marlon James, una novela coral ambientada en Jamaica en los años setenta que me ha devuelto la fe en el género.

-Aparte de una gran cantidad de fragmentos literarios, hay amplias referencias musicales. Si pudieses salvar solo un disco ¿Cuál sería?

-No puedo salvar uno solo. Elegiría a Matilde Casazola, "Toda Violeta Parra" de 1961, "Zenith" de Molly Nilsson, "A Little Touch of Schmilsson in the Night" de Harry Nilsson, "I, Jonathan" de Jonathan Richman, "DAMN". de Kendrick Lamarr y "VU" de los Velvet Underground, aunque podría seguir nombrando discos que amo hasta desplomarme.

-El protagonista tiene 27 años en el momento de este libro. ¿Sentías, al corregir, distancia emocional?

-Sí y no. Ya no soy esa persona, pero me simpatiza la forma en que cuestiona lo que se le aparece bajo la forma de certezas. Voy a decir algo súper snob. Lo que me pasa es que el personaje de "Cuaderno esclavo" es un Stephen Dedalus camino a dejar de serlo y yo estoy en vías de convertirme en un Leopold Bloom.

-¿Sigues escribiendo cuadernos con el mismo estilo?

-Sí y no. Sigo escribiendo cuadernos y conservan la forma, pero ahora están llenos de recetas. Entonces pasa que un fragmento de George Eliot que copié hace poco y que no desentonaría en "Cuaderno esclavo", comparte la misma página con una receta coreana.

-El personaje se niega a una familia a los 27 en el 2007. Ahora tienes 38. ¿Todavía te niegas a la familia?

-La verdad es que me niego a usar la palabra familia porque sus implicancias me parecen siniestras. Pero si hablamos de estar en pareja como una forma de complotar con una persona, amarla y ayudarla a ser la mejor versión de sí misma, entonces no me niego. Para mí, la procreación es secundaria y opcional. De hecho, estoy más dispuesto a abogar por la extinción de la humanidad que por la familia.


"Cuaderno esclavo"

Rodrigo Olavarría

Editorial Hueders

148 páginas

$12.000

Por C. G.