Aprendamos a mirar por Chile
Por qué no tener un país en que podamos ser felices y hacer felices a todo nuestro prójimo.
Hoy estamos asistiendo a uno de los días importantes de nuestra vida republicana. Desde que asumiera el nuevo gobierno democráticamente elegido un 11 de marzo de 1990, nuestro país ha vivido un clima normal de transición, que nos llena de orgullo. Por cierto, que este día puede ser feliz para unos y triste para otros, siempre las despedidas dejan un sin sabor en la boca. Pero desde esta tribuna, y como Pastor de esta Iglesia, quiero invitarles a hacer una mirada más allá de los partidos políticos.
Queremos aprender a mirar por Chile, y eso es lo que deseo pedir a las nuevas autoridades patrias. Mirar por Chile, que no es sólo cuidar de sus cerros y montañas, de sus aguas, mares y ríos, de su desierto mineral o de los hielos eternos del sur. Es mirar por las personas que aquí vivimos o, porque hemos nacido en este rincón del mundo o han elegido venir a vivir en él.
Somos personas que soñamos, que tenemos ideales, que deseamos proyectos vitales, que formamos familias, que educamos hijos, que ofrecemos nuestros jóvenes y sus anhelos de una patria grande y mejor, donde las fronteras no sean para dividirnos, sino para señalar las riquezas de nuestras plurinacionalidades, de nuestras culturas con sus múltiples riquezas, y que todas son rasgos de bondad del Dios que nos ama. Desde las entrañables páginas del Génesis: «Crezcan y multiplíquense» (Gen. 1,28), siguen siendo todo un desafío.
Al servicio de estos sueños y retos asumen los gobiernos de turno. Para ello, hemos de superar el partidismo, para aprender a mirar por Chile. Por qué no tener un país en que podamos ser felices y hacer felices a todo nuestro prójimo. Tener una visión trascendente de la persona humana. Cómo no asegurar leyes que nos permitan crecer, desarrollarnos, y creer en un mañana siempre de cordialidad; cómo no mirar de ser los artesanos de la paz que nos pidiera el Papa Francisco en Temuco, o esa comunidad donde no hay excluidos y donde dejemos de mirarnos con desconfianza. Una Patria, en la que los pobres se puedan sentir felices de vivir en ella.