Aunque un gran número de chilenos partirá de vacaciones y otros aprovecharán estos días para descansar, una parte importante del mundo cristiano dedicará este fin de semana para conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, un acto de sufrimiento y amor por toda la humanidad.
Aunque la sociedad moderna cada vez se aleja más de lo divino y desconoce la esencia del ser humanos, hay muchas virtudes que dejó Jesucristo en sus predicaciones, que estremecieron a los religiosos, a los fanáticos y cautivó a sus seguidores.
Hoy en día, en medio de tanta discusión, de descalificaciones y disputas personales, recordamos su frase donde llama a la humildad, y que para ser el mayor de todos debíamos ser primero el último.
Cuando hoy en día discriminamos a los que no son iguales a nosotros, nos enseñó que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y además que debíamos amar a nuestros enemigos.
Cuando nos hemos puestos expertos en condenar y juzgar a quienes piensan diferente a nosotros, nos aconsejó a no juzgar para no ser juzgados y que con la misma vara que medimos a otros, seremos medidos.
O respecto a aquellos que acostumbran a mirar los defectos de los otros, nos interrogó sobre por qué mirábamos la paja en el ojo ajeno y no éramos capaces de ver la viga en nuestro ojo.
Su discurso fue claro al criticar la hipocresía, los dobles estándares, a los que se creen maestros cuando están para que les enseñen, aquellos que se enojan con su hermano. Y también nos invitó a ser generosos, a no acumular tesoros en la tierra, a no afanarnos por el día de mañana y que por nuestros frutos nos conocerán.
Si tan sólo acogiéramos esas enseñanzas, dejando de lado la religión que se ha construido en torno al maestro, otra sociedad y otro mundo tendríamos en la actualidad, con menos complejidades y menos divisiones que nos nos permiten crecen ni avanzar como personas.