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Crean un casco capaz de escuchar e interpretar los pensamientos

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Al casco lo han llamado Alter Ego. Está compuesto de siete electrodos situados alrededor de la boca y de la mandíbula que detectan la presencia de las señales neuromusculares que sirven de base al lenguaje hablado.

Una vez detectadas, estas señales se transmiten al procesador principal del casco que contiene una red de neuronas. Esta red neuronal extrae y trata las informaciones sintácticas necesarias para la clasificación, la organización y la interpretación de las palabras no pronunciadas, a partir de las señales de subvocalización.

La voz interior (también conocida como subvocalización) es un hábito muy común entre los lectores. Se trata de las palabras que muchas personas pronuncian en su mente durante la lectura. La subvocalización popularmente se conoce también como hablar con uno mismo.

La producción de palabras en el ser humano implica la intervención de determinados sistemas psicológicos complejos. Cuando las palabras o los pensamientos a expresar se generan en el cerebro, se codifican como instancias lingüísticas por el área de Broca, una sección del cerebro humano involucrada en la producción del lenguaje.

Eficacia del 92%

A continuación, el área motora del cerebro transforma esas palabras o pensamientos en señales neuromusculares destinadas a la articulación vocal. Todas las etapas previas a la vocalización se denomina asimismo subvocalización.

Los ingenieros han probado el prototipo en algunas personas que han entrenado al programa informático que regula el casco a reconocer algunas órdenes mentales, como "llamar", "responder", "separar", etc.

De esta forma, el casco ha conseguido identificar, interpretar y responder a las palabras subvocalizadas con una precisión del 92%, según cuentan los investigadores en un artículo publicado en la revista Proceeding of the IUI '18 23rd International Conference on Intelligent User Interfaces, la conferencia internacional de los interfaces inteligentes, celebrada el mes pasado en Japón.

Además, el casco permite que dos personas puedan mantener una conversación sin pronunciar palabra alguna, ya que los canales de conducción ósea del cuerpo humano pueden vincularse al interfaz y responder discretamente a cualquier mensaje recibido, sin que la comunicación pase por el sentido del oído.

Los investigadores destacan que se trata de un prototipo no invasivo, ya que no necesita de la implantación de electrodos en el cerebro. Además es portátil y ligero. Y lo más importante para la intimidad de las personas: no puede leer los pensamientos cerrados, es decir, los que no están destinados a ser verbalizados.

Aplicaciones diversas

La principal aplicación, además de facilitar la comunicación discreta entre personas, será controlar la domótica de una habitación (sistemas de seguridad, gestión energética) e incluso los dispositivos electrónicos: permite por ejemplo enviar SMS o whatsapps a otras personas, efectuar operaciones en una calculadora conectada, encender la chimenea o apagar la luz, todo ello sin mediar una palabra. Será muy útil particularmente para las personas ciegas o mudas.

De todas formas, se trata de una tecnología incipiente que necesita ser perfeccionada. En primer lugar la ergonomía (adaptación a cada persona) y la estética son todavía provisionales.

Otra limitación: no puede realizar muchas tareas simultáneas, lo que le impide procesar muchos pensamientos al mismo tiempo. Y la seguridad del dispositivo todavía no se ha desarrollado, por lo que su actual uso está expuesto al pirateo de la intimidad personal de los usuarios.

Ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts han desarrollado un casco capaz de escuchar los pensamientos, de interpretarlos y de transcribirlos en cualquier pantalla o dispositivo de comunicación.

La adicción a los móviles genera las mismas conexiones cerebrales que los opiáceos

EFECTOS. Además provoca soledad, aislamiento y depresión en los adictos
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"La adicción al uso de teléfonos inteligentes comienza a formar conexiones neurológicas en el cerebro de forma similar a como lo hace la adicción a los opioides que experimentan las personas que toman un opiáceo para el alivio del dolor, es decir, gradualmente", explica el autor principal de esta investigación, Erik Peper, en un comunicado de la citada universidad.

Asimismo, las notificaciones automáticas, vibraciones y otras alertas en nuestros teléfonos, tabletas, pulseras y ordenadores nos hacen sentirnos obligados a mirarlos porque activan las mismas vías neuronales que en nuestro pasado evolutivo nos alertaron de un peligro inminente, como un ataque de un tigre o de otro depredador grande.

"Ahora estamos secuestrados por esos mismos mecanismos cerebrales que una vez nos protegieron y nos permitieron sobrevivir, pero esas alertas sólo nos advierten de una información trivial", añade Peper.

Los investigadores señalan que ser adicto a los dispositivos inteligentes y todo su universo de posibilidades puede afectar negativamente al desarrollo de nuevas conexiones neuronales entre los jóvenes y perjudicar el pleno desempeño de sus facultades superiores en la edad adulta.

La investigación, publicada en la revista NeuroRegulation, confirma asimismo que esta adicción provoca un creciente distanciamiento y aislamiento, que se intensifica en la misma medida en que aumenta la adicción a los teléfonos y otros dispositivos inteligentes.

Los teléfonos inteligentes son una parte integral de la vida de la mayoría de las personas, lo que nos permite estar conectados e informados en todo momento. La desventaja es que muchos quedan adictos a los constantes timbrazos, vibraciones y otras alertas de nuestros dispositivos, que los hacen incapaces de ignorar nuevos correos electrónicos, textos e imágenes.

Este comportamiento afecta seriamente a la salud, especialmente de los jóvenes universitarios, ha constatado esta investigación, desarrollada mediante una encuesta a 135 estudiantes del Estado de San Francisco, donde está ubicada la citada universidad.

Según los datos reflejados por esta encuesta, los estudiantes que usan sus estos dispositivos inteligentes con mayor frecuencia señalan niveles más altos de aislamiento, soledad, depresión y ansiedad.

Además, creen que la soledad es consecuencia de sustituir la interacción cara a cara con otra persona, con una forma de comunicación en la que el lenguaje corporal y otras señales no pueden interpretarse.

Multitareas

Otro dato revelado por la encuesta es que esos estudiantes que se sienten aislados y deprimidos también realizan constantemente diversas tareas al mismo tiempo que estudian, comen o asisten a clase.

Esta actividad constante deja poco tiempo para que los cuerpos y las mentes se relajen y regeneren, añade Peper. Además, tiene como consecuencia que no realizan bien ninguna de las tareas que acometen simultáneamente.

Los investigadores advierten que la adicción digital no es culpa de los jóvenes, sino que está provocada el deseo de la industria tecnológica de aumentar las ganancias corporativas: "a más ojos, más clics, más dinero", dijo Peper.

Pero así como podemos entrenarnos para comer menos azúcar, por ejemplo, podemos tomar las riendas y entrenarnos para ser menos adictos a nuestros teléfonos y ordenadores, señalan los investigadores.

El primer paso es reconocer que las compañías tecnológicas están manipulando nuestras respuestas biológicas innatas al peligro.

Como medidas preventivas, Peper sugiere desactivar las notificaciones automáticas, responder al correo electrónico y a las redes sociales sólo en momentos específicos del día y establecer períodos de tiempo sin interrupciones para centrarse en tareas importantes.

La adicción a los teléfonos inteligentes y otros dispositivos crea conexiones neurológicas en el cerebro similares a las que forman los opiáceos, ha descubierto una investigación de la Universidad Estatal de San Francisco, en Estados Unidos.