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Adicción a los videojuegos ahora es un desorden de comportamiento: ¿Cómo se puede prevenir y detectar a tiempo?

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"Incluimos el desorden de jugar de forma adictiva tras analizar las pocas evidencias que tenemos, y tras escuchar a un Comité Científico que sugirió que este nuevo fenómeno se incluyera como una enfermedad que puede y debe ser tratada", destacó Shekhar Saxena, director del departamento de Salud Mental y Abuso de Substancias de la OMS.

Según Saxena el hecho de jugar a un videojuego no es un acto nocivo en sí mismo. El problema es cuando el consumo es abusivo, cambiando el comportamiento de la persona. Pero, ¿cómo ser capaces de detectar esa línea tan delgada? ¿En qué minuto el uso de los videojuegos pasa a ser una adicción y es necesario buscar ayuda?

De acuerdo a Valeska Woldarsky, psicóloga infanto-juvenil de la Universidad Católica, el primer indicio de que la exposición de la persona, ya sea niño o adulto, a los videojuegos es excesiva, es cuando estos pasan a ocupar "todas las áreas de la vida del sujeto".

"Lo primero es detectar la dificultad de poder integrar los videojuegos como una actividad normal, sino que esta pasa a ocupar todas las áreas de la vida del sujeto. Es decir, que los videojuegos provoquen que los niños o los adultos dejen de lado necesidades básicas como rutinas diarias, idas al colegio o idas al trabajo, hábitos de higiene, alimentación, sus relaciones sociales, y de manera muy importante es la disminución de horas de sueño producto del abuso de los videojuegos", explica Woldarsky a Emol.

La psicóloga enfatiza que para detectar una adicción, es necesario que "esto se presente por un tiempo prolongado. No que sea un mes o dos, sino que se vea en el último año al menos y que sea persistente en el tiempo".

Por su parte, Carolina Pérez, educadora de párvulos UC y máster en educación de la Universidad de Harvard, explica en una entrevista con la revista Sonríe Mamá y Familia que "los expertos recomiendan un máximo de 30 minutos al día, y nada de TV al despertar o acostarse".

"Las investigaciones de neurociencias hablan de que las pantallas interactivas -ya sean teléfonos, tablets y juegos de video- producen una cantidad anormal de dopamina, lo que trae como consecuencia cortocircuitos en el cerebro de los niños. Derivado de esto se produce falta de atención, agresión, cambios bruscos de humor, cambios en la presión sanguínea y en el nivel de azúcar en la sangre. También se produce desmielinización de las neuronas, por lo que el nivel de aprendizaje de los niños será muy bajo en un futuro próximo", señala Pérez.

Recomendaciones

De acuerdo a Carolina Pérez, las consecuencias de la sobre exposición de los niños a las pantallas y videojuegos se comienzan a manifestar a partir de los 12 años, en la etapa propia de la adolescencia.

"A partir de los 12 años uno como padre empieza a cosechar lo que sembró en la infancia de los hijos. Pero si ese niño creció mirando una pantalla, sin duda tendrá pocas destrezas personales. No será capaz de mirar a los ojos o tener una conversación coherente, ya que las veces en que podía haber conversado con sus padres en la mesa del comedor o de un restaurante, le pasaban la tablet para que no molestara", enfatiza.

Algo parecido piensa Valeska Woldarsky, quien recomienda a los padres establecer rutinas claras, que "los videojuegos sean una recompensa frente a actitudes positivas del menor" y "negociar los tiempos de juego". Asimismo aconseja realizar actividades que no sean solo estar dentro de la casa, sino favorecer juegos al aire libre relacionados con los intereses de los más pequeños.

Este lunes 18 de junio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) actualizó por primera vez en 28 años su Clasificación Internacional de Enfermedades, oportunidad en la que incluyó el uso abusivo y adicción a los videojuegos como un desorden de comportamiento.

Descubren 121 exoplanetas gigantes en zonas habitables

EXPLORACIONES. Sus exolunas podrían albergar algún tipo de vida
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Los planetas gaseosos se caracterizan por sus densas atmósferas, por el rápido movimiento de rotación, sus inmensos campos magnéticos y por sus numerosos satélites y sistemas de anillos. Júpiter, Saturno, Urano, y Neptuno son ejemplos de planetas gaseosos de nuestro sistema solar.

Se diferencian de los planetas rocosos porque estos están formados principalmente por materiales rocosos y metálicos, con una estructura interna bien diferenciada, y con un tamaño relativamente similar. Mercurio, Venus, Tierra, Marte, y Plutón son planetas rocosos bien conocidos.

Desde el lanzamiento en 2009 del telescopio Kepler de la NASA, los científicos han identificado más de 2.410 planetas fuera de nuestro sistema solar, que se llaman exoplanetas. De todos ellos, sólo una treintena se encuentran en las zonas habitables de sus estrellas, lo que significa que esas zonas no son ni demasiado calientes ni demasiado frías para que exista agua líquida y potencialmente vida.

La identificación de 121 gigantes gaseosos en otra zona habitable del universo, que pueden poseer satélites naturales, aumenta la posibilidad de encontrar algún tipo de vida en el entorno de los exoplanetas. Aunque los planetas gaseosos son menos comunes que los planetas rocosos en la Vía Láctea, sin embargo pueden acoger numerosas lunas.

Por ejemplo, en nuestro sistema solar, Saturno posee al menos 62 satélites naturales y Júpiter 61. Se cree que muchos de estos satélites, como Europa (Júpiter), Titán y Encelado (Saturno) podrían albergar vida.

La nueva investigación plantea que de la misma forma la vida podría encontrarse también en los alrededores de los nuevos exoplanetas gaseosos descubiertos, ya que estos son impropios para la vida.

¿Exolunas con vida?

Aunque los planetas rocosos son objetivos principales en la búsqueda de la vida porque algunos de ellos pueden ser geológicamente y atmosféricamente similares a la Tierra, otro objetivo son los muchos gigantes gaseosos identificados durante la misión Kepler. Aunque no son candidatos para la vida, los planetas parecidos a Júpiter en la zona habitable pueden albergar lunas rocosas, llamadas exolunas, que podrían sostener la vida, señalan los investigadores.

"Actualmente hay 175 lunas conocidas que orbitan los ocho planetas de nuestro sistema solar. Aunque la mayoría de estas lunas orbitan alrededor de Saturno y Júpiter, que están fuera de la zona habitable del Sol, tal vez no sea el caso en otros sistemas solares ", explica Stephen Kane, uno de los investigadores, en un comunicado. Y añade: "Incluir las exolunas rocosas en nuestra búsqueda de vida en el espacio ampliará en gran medida los lugares en los que podemos ver".

Para estos astrónomos, las exolunas proporcionan un entorno más favorable a la vida que los planetas rocosos similares a la Tierra, ya que reciben energía no sólo de su estrella, sino también de la radiación reflejada por su planeta.

"Ahora que hemos creado una base de datos de los planetas gigantes conocidos en la zona habitable de su estrella, se realizarán las observaciones de los mejores candidatos para hospedar posibles exolunas. Nuestros estudios de seguimiento ayudarán al diseño de nuevos telescopios para que podamos detectar estas lunas, estudiar sus propiedades y buscar signos de vida ", dijo Michelle Hill, asociado a la investigación.

Una nueva generación de telescopios tendrá por tanto la capacidad de descubrir esas exolunas y si aportan indicios reveladores de la presencia de vida en su atmósfera. Habrá que esperar su aparición para despejar la incógnita planteada con esta nueva investigación.

Investigadores de la Universidad de California, Riverside, y de la Universidad de Southern Queensland, han identificado 121 planetas gigantes gaseosos situados fuera de nuestro sistema solar que potencialmente albergan lunas capaces de sustentar la vida. Su trabajo guiará el diseño de futuros telescopios que puedan detectar estas posibles lunas y buscar señales de vida en sus atmósferas.